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El hombre recibe mensajes a todas horas.Adrián Peñaherrera

¡No llamen que es cuento!

Vídeo de un prostíbulo que ofrece servicios sexuales a domicilio es falso. El número que aparece allí es de un joven que está harto de que lo molesten

Desde el 8 de marzo del 2020, el teléfono de Mauricio no para de sonar. Son 300 o 400 notificaciones diarias. La mayoría del tiempo, desde hace más de seis meses, la conversación es la misma:

-¿Aló?
-Ayúdeme con el catálogo de las ‘niñas’ a domicilio.
-Está equivocado...


En ese entonces, Mauricio colgaba, confuso. Eran llamadas y luego, mensajes de textos con fotografías de penes, peticiones sexuales, comentarios obscenos, fotos y grabaciones de chicas masturbándose y pidiéndole empleo con la prueba de que sabían dar placer.

No entendía nada, hasta que le pasaron un vídeo de un night club que ofrecía servicios sexuales de mujeres a domicilio. “El Imperio está abierto solo para llevar. Le pasamos un catálogo virtual, usted escoge y le hacemos llegar a la niña a la dirección, siempre y cuando el cliente VIP envíe su punto de georreferencia”, anunciaba una voz en off.

Una tras otra, las fotografías de 16 mujeres iban apareciendo con los precios de los supuestos servicios sexuales que ofrecían y, para sorpresa de Mauricio, su número telefónico había sido colocado justo al final del clip, con la fotografía de la fachada del centro de diversión para adultos El Imperio, del cantón Huaquillas.

Estaba en una encrucijada. Los ‘graciosos’ que inventaron esta broma pusieron su número de trabajo, por lo tanto le era complicado cambiarlo. Así que le tocó aguantar. Mañana, tarde, noche y madrugada. Los mensajes y llamadas eran interminables, sobre todo los jueves, viernes y sábados.

Había de todo, pero las llamadas que más recuerda fueron de un abogado de Quevedo y alguien que se autodenominó ‘narco’. Sin darle tiempo a explicarle que el vídeo era falso, el abogado, del otro lado del teléfono y en pleno pico de la pandemia, le dijo que necesitaba varias chicas para una despedida de soltero. Añadió que por plata no se preocupara y que las quería de un día para otro.

El ‘narco’ le ofreció 10.000 dólares por el trabajo, pero tenían que ser las mismas jóvenes de la supuesta publicidad, cuenta Mauricio. Eso es imposible. Las 16 chicas que aparecen en la grabación fueron candidatas del certamen Reina de Manabí 2018. Sus fotografías fueron tomadas del Fan Page de Facebook de concurso.

Una de ellas es Janeth Mendoza, exreina del cantón Junín. Sus familiares y amigos le pasaron el vídeo y se quedó en shock. Está molesta, pues cree que esto puede dañar su imagen. Janeth tiene 21 años y es licenciada en Enfermería y el próximo año va a estudiar Medicina. “No vamos a tomar acciones legales. La vida es un boomerang y quien lo hizo recibirá lo que merece”, comenta.

Aunque Janeth piensa dejar el asunto en el olvido, Carolina Ruiz, abogada de la Fiscalía, explica que las excandidatas pueden presentar una denuncia por el delito de violación a la intimidad, detallado en el artículo 178 del Código Orgánico Integral Penal (COIP).

“Esto no es una broma, las chicas pueden denunciar porque sigue circulando en las redes sociales. Una vez que se denuncie, un Fiscal puede iniciar una investigación”, recomienda la jurista.

Álvaro Quinto es dueño del local que aparece al final del vídeo. Aunque lo toma como un ‘meme’, aclara que su negocio no tiene nada que ver con su creación y difusión. Este burdel, precisa, ha estado cerrado al igual que los más de 6.250 locales de categoría 1 (en los que se ofrecen servicios sexuales) a nivel nacional.

Al igual que Mauricio, a raíz de la viralización de dicho contenido, ha recibido incontables llamadas y mensajes preguntando sobre el mismo. José Ochoa, propietario del night club El Imperio de Guayaquil, pasa por la misma situación.

Está indignado. Los bromistas no han medido los problemas que puede acarrear esta ‘joda’, no solo para las chicas, sino para los prostíbulos, porque este tipo de servicios estaba prohibido durante la pandemia.

Mauricio está de acuerdo. Ha intentado averiguar, inútilmente, quién pudo colocar su teléfono. Ha llegado a la conclusión de que fue casualidad combinada con mala suerte. Para desquitarse, confiesa, ha devuelto la broma a los más ‘intensos’, que llaman o escriben hasta el cansancio.

Les pide transferencias económicas a cambio de fotos de chicas desnudas, que él luego saca de Google. “La gente cae”, ríe. Ha obtenido así 350 dólares, que ha utilizado para comprar comida y repartir a la gente sin hogar.

Lo único que espera es que ya dejen de llamar y escribir, aunque ya está acostumbrado a que su celular suene de forma incansable todos los días.