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“Desayuné agua”: el relato de quienes durmieron en la calle por cupo en el Ejército
lluvia, cartones y cansancio: la ‘batalla’ de los jóvenes por entrar al acuartelamiento
Este sábado, el Fuerte Militar Huancavilca de Guayaquil amaneció rodeado de una fila de casi 700 metros. Cientos de varones, de entre 18 y menos de 22 años, aguardaban el inicio del proceso de acuartelamiento voluntario, convocado para el 26 y 27 de abril.
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Pero la noche del viernes fue larga. Con apenas unos cartones y grandes fundas para cubrirse de la llovizna, durmieron sentados en la acera, resistiendo el frío y el cansancio. Cerca del mediodía de ayer, sus esfuerzos rendían frutos: cada vez estaban más cerca de la entrada para la selección.
En medio de la filota, Sebastián Guisado y Marvin Romero, ambos de 18 años, conversaban y bromeaban como si fueran panas de toda la vida, aunque se habían conocido la noche del 25. Junto a otros jóvenes formaron un grupo que hizo más llevadera la espera.
Guisado, de 18 años, no llevó ‘jama’ ni abrigo en aquella ‘aventura’. “Pasé la noche seco nomás, pura agua; desayuné agua”, comenta entre risas.
Guisado tuvo el sueño de ser soldado cuando apenas tenía 10 años, pero aún no llegaba su tiempo. Al poco tiempo de salir del colegio trabajó en una empresa de recolección de basura, pero sueña con un futuro distinto. “Camello desde los 11 años, ayudando en construcción. Estoy adaptado a la vida dura, pero quiero un mejor futuro. Toca meterle ‘ñeque nomás’”, expresa.

Aunque su padre y su tío hicieron el servicio militar, Romero asegura que su decisión fue propia. “Me motivé yo mismo para meterme al acuartelamiento”, comenta. Desde que terminó el colegio a finales del año pasado, sabía que quería ser parte del Ejército y aspira a construir su vida como soldado de carrera.
Se enlistan en el Ejército para evitar el fracaso
No todos los que esperaban en las inmediaciones del Huancavilca eran aspirantes. Joselyne Chávez, madre de una niña y una bebé, acompañaba a su hermano menor, quien también pasó la noche entre cartones en la fila.

Bajo el sol abrasador de la mañana del sábado, Joselyne protegía a su bebé dormida en un coche mientras observaba a su hermano, quien estaba a punto de ingresar al proceso de selección. “Como no hacía nada en la casa, le dije que se enliste. Siempre ha tenido ganas, pero mi mamá, como cualquier madre, no quería que se fuera lejos”, explica.
Joselyne cuenta que fue ella quien lo motivó a aprovechar la oportunidad, especialmente porque su hermano recién había terminado el colegio.
“Lo inscribí y ahora está contento”, dice con una sonrisa. Su intención no es que su hermano aporte económicamente a la familia, sino que encuentre un camino que le abra puertas. “Es para que no fracase y tenga mejores oportunidades”, añade.
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