“¿Cómo pueden ver con otros ojos a un animalito?”, es la pregunta que se sigue haciendo la veterinaria Susan Guerrero, integrante de la Unidad de Fauna Urbana y Bienestar Animal del Municipio de Pasaje, provincia de El Oro. Ella atendió a Adele, la perrita que fue abusada sexualmente por un joven.

El caso de zoofilia quedó registrado en un video, el cual se hizo viral el pasado 11 de septiembre. Según Guerrero, quien hizo la valoración física del can y sigue ayudando a Adele en su recuperación, la primera vez que la vio, la mascota temblaba e intentaba atacar, por eso le pusieron un bozal.

Es más, cuenta que la mascota se desvaneció en la primera revisión. “Con mirar sus ojos veías su tristeza. Una mujer que recién da a luz no puede mantener relaciones sexuales, sino hasta después de un tiempo. Ella tenía dos meses de haber parido a sus tres cachorros, su útero estaba frágil”, lamenta Guerrero, quien ha atendido a su paciente en su casa, en el sector Tierra Prometida, norte de Pasaje, cerca donde se produjo la aberración.

Adele no es callejera, tiene su hogar, pero la madrugada de aquel día se quedó fuera de casa. Ese descuido fue aprovechado por un vecino, quien en la mesa de una tienda la violentó, causándole lesiones en su vagina.

La dueña de la perra, una joven que no quiso pronunciarse, también resultó afectada, pues Adele no es su mascota, la considera parte de su familia.

La Alcaldía de Pasaje la está ayudando; la procuradora síndica, Jocelyn Encalada, indica que se ha presentado una querella por el delito de abuso sexual a animales que forman parte de la fauna urbana, tipificado en artículo 250 del Código Orgánico Integral Penal (COIP): “Si la persona abusa sexualmente de un animal de compañía será sancionada con pena privativa de libertad de seis meses a un año. Si como consecuencia de esta conducta se produce la muerte del animal de compañía será sancionada con 1 a 3 años de cárcel”.

Fantasías retorcidas

Según el psicólogo clínico Luis Siguencia, algunos de los zoofílicos cumplirían sus fantasías y de hacerlo repetidamente, el animal se convertiría en objeto de su deseo.

Ellos se aíslan, presentan un bajo nivel de habilidades sociales, que los frustraría y que en algunos sujetos puede provocar la necesidad de desahogar el deseo insatisfecho y el malestar anímico.

“La mayoría considera que no hacen daño a nadie. Y si consume contenido pornográfico ya no le satisface lo que ve, empieza a ver contenido de otro tipo, se descontrola y lo que ayer le parecía limitante o depravante, hoy le genera satisfacción”, dice el psicólogo.

El psiquiatra Héctor Verdezoto manifiesta que estas personas requieren el uso de medicamentos antipsicóticos para disminuir los pensamientos totalmente errados fuera de la realidad en cuanto a la conducta sexual.

Para Siguencia, este trastorno no tiene cura. 

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