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¡Indigencia y drogas, su peor amenaza!
Es todo un reto preparar para una vida independiente a los chicos que han sido abandonados y que no fueron adoptados en un hogar hasta los 18 años
Viven como si estuvieran en una burbuja e interactúan escasamente con la sociedad. Esa es la situación de los chicos en proceso de adopción. Y si cumplen la mayoría de edad sin que una familia los haya acogido, deben enfrentarse solos al mundo externo, uno que poco conocen. Tienen más miedos que certezas para conducirse en él.
Aquella realidad la tratan de evitar en las casas de acogida donde permanecen los niños y adolescentes mientras una familia culmina los trámites para que integren su hogar.
En dichos establecimientos, los chicos reciben una formación para que sean personas socialmente correctas y económicamente independientes, porque lamentablemente no tienen una familia que los sostenga, explica Diana Ocampo, directora del hogar Inés Chambers, ubicado en el sur de Guayaquil.
Si bien la institución recibe a menores desde los 3 hasta los 11 años, Ocampo, desde su experiencia trabajando en procesos de adopción, conoce perfectamente cuáles son los obstáculos que deben superar los jóvenes en dicho contexto.
“Nunca tienen una experiencia de vida real. No están acostumbrados a ir a una tienda, no saben lo que compran con un dólar. Incluso, las relaciones en escuelas y colegios son restringidas por su condición de vulnerabilidad. No pueden ir a cualquier escuela, reciben otro tipo de educación y para ellos la vinculación con el mundo es realmente una experiencia compleja”, describe.
PATRÓN SE REPITE
Tal desconocimiento expone a los adolescentes a dos riesgos sociales: que pasen a vivir en la indigencia en las calles y/o que caigan en el consumo de las drogas, añade.
Otra condición que puede ocurrir es que las historias de abandono continúen, pues muchos de quienes padecen estas problemáticas no están preparados para lidiar con su descendencia. “Nosotros tenemos 41 niños y varios son hijos de padres que estuvieron en acogimiento institucional. Es decir, no se logra romper el ciclo y ese es el reto. No es una tarea fácil porque ellos salen al mundo sin saber relacionarse en la sociedad”, comenta Ocampo.
EXIGENCIAS LOS PERJUDICAN
La mujer afirma que otro factor que impide a los adolescentes ser adoptados es precisamente la edad, pues quienes desean ser padres y aplican a esta opción prefieren mayoritariamente a los infantes que no pasen de los cuatro años.
Ocampo precisa que pese a que todos los niños tienen la misma prioridad para la asignación de una familia, el problema es que, en ocasiones, los postulantes desisten si los pequeños superan esa edad. Por ello, mientras el tiempo pasa, los chiquillos tienen menos opciones de tener ‘papis’ nuevos.
“Hay familias que están aprobadas, pero esperan años por una asignación. Cuando se les pregunta por qué, dicen que se calificaron para que únicamente les sean asignados un niño o una niña de máximo cuatro años de edad. Si en el sistema no tenemos niños con esas características, la familia esperará por mucho tiempo”, cuenta.
TEMORES DE AMBAS PARTES
El psicólogo clínico Samuel Merlano explica que para evitar estos inconvenientes, el proceso de adopción siempre debe ir de la mano de un buen acompañamiento psicológico, no solo para los menores, sino también para los adultos.
El profesional refiere que el hecho de que los postulantes solo tomen en cuenta a chicos de cierta edad radica en miedos que tienen, los cuales deben ser tratados correctamente.
Asegura que muestran inseguridades e incertidumbre por saber cómo es el niño que va a entrar a la casa, cómo fue formado y, de ser grande, si en algún momento buscará hacerles algún daño.
Por tal razón prefieren que los ‘pelados’ sean, si es posible, recién nacidos, para irlos educando a su modo. Por eso también se debe trabajar con los candidatos, para que les dé confianza de que el proceso es seguro y que cada infante es asignado luego de un análisis pertinente, enfatiza.
Asimismo, los ‘enanos’ también tienen inquietudes. Estas, principalmente, se originan por su deseo de encajar bien en su nueva familia. “Tienen expectativa de salir del lugar donde se encuentran y poder estar en un hogar. Se llenan de ansiedad porque no saben a qué familia van. Tienen miedo de no ser aceptados, ser rechazados, decepcionar y no dar la medida”, menciona.
Para Merlano, además, es importante que en los centros de acogida haya una separación de los chicos según sus edades, para evitar que los más grandes vean que se van los de menor edad y que ellos se quedan solos.
El psicólogo opina que con los menores debe trabajarse mucho en fortalecer su estado de ánimo y su autoestima, mucho más si están próximos a cumplir los 18 años, quizá sin posibilidad de incorporarse a un núcleo familiar.
También sostiene que sus colegas deben evaluarlos constantemente y ver si están aptos para salir. Para ello deben estar maduros emocionalmente para que no pase lo que citaba Ocampo, que habiten en la calle o que se vuelvan adictos a las drogas.
“Si salen sin estar preparados les pueden sobrevenir crisis existenciales y sentirse solos (...) Esto los hace proclives al suicidio, piensan que ellos no nacieron para vivir ni para ser felices y sus mentes frágiles hacen que puedan pensar en autoeliminarse”, dice.
El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) es la entidad gubernamental a cargo del proceso de adopciones. Indira Urgilés, directora nacional de este tipo de procesos, indica que mientras se buscan familias que puedan adoptar a quienes lo requieren, también se trabajan procesos de autonomía dentro de las casas de acogida.
“El equipo técnico de las entidades de acogimiento debe preparar al adolescente en su transición para la vida autónoma, en sus competencias de autocuidado y relaciones interpersonales”, informa.
Acota que este proceso facilita el empoderamiento del menor en la toma de decisiones sobre su futuro y les promueve el conocimiento necesario y el acercamiento a la red de recursos y servicios para la emancipación, incluyendo acceso a salud, seguridad social, oportunidades educativas, profesionales y de empleo para gestionar emprendimientos productivos con el sistema de oportunidades de la comunidad.
En Ecuador, los solicitantes de adopción tienen expectativas para adoptar bebés, y más del 60 % de las niñas, niños y adolescentes que requieren adopción tienen edades mayores a los 10 años, informa Urgilés.
Por ello, el acompañamiento psicológico en las entidades de acogimiento es obligatorio. Estas deben contar con personal especializado que brinde atención a cada niña, niño o adolescente de acuerdo a sus necesidades particulares de manera permanente e individual, con diagnósticos y tratamientos integrales. “En este sentido, esta atención se da también a quienes tienen una declaratoria de adoptabilidad y no se ha logrado encontrar una familia”, explica Urgilés.
La funcionaria acota que la ciudadanía debe reflexionar al respecto y aplicar a la adopción de adolescentes, de grupos de hermanos y de quienes necesitan más protección, “pues ninguna atención psicológica podrá reemplazar el desarrollo que se logra en la familia”.