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Las huellas que dejó la banda del terror en Quito
Un exintegrante del grupo, liderado por Juan Fernando Hermosa, y un excomisario de ese entonces cuentan los hechos que marcaron a Quito en los 90.
En un mes se cumplen 30 años del primer crimen de un taxista en manos de la Banda del Terror, encabezada por Juan Fernando Hermosa, en Quito. A ese asesinato se sumaron otros 22 casos que asolaron a los capitalinos a inicios de los noventa.
Después de ese tiempo, esas huellas de violencia siguen latentes. Dos personas que estuvieron inmersas en la historia de Hermosa, que en ese tiempo tenía 16 años, las recuerdan en EXTRA.
Uno es Milton Vidal -1,65 de estatura, cabello ondulado y bigote entrecano-, quien fue uno de los fundadores de esa banda. Parado en el pabellón B del expenal García Moreno, donde se filma un documental sobre su vida, da pistas de lo que pasó en ese entonces.
Oriundo de Loja, este hombre rememora que llegó a Quito cuando tenía aproximadamente 17 años. “Ya no quise estar con mis papás. Me rebelé y me salí de la casa. Creo que ese fue el peor error”. En la capital consiguió un trabajo en un taller y con el dinero pagaba el arriendo de un cuarto por Guajaló, en el sur.
Luego perdió el empleo y con el tiempo conseguir uno nuevo le fue difícil. Empezó a delinquir. “Aprendí a abrir carros para llevarme las cosas. Fui un accesorista”.
Lo detuvieron varias veces y en ese trajín fue conociendo a los demás miembros de la banda. Es ahí cuando Vidal lanza una ‘bomba’: Hermosa no fue el que reunió a los demás muchachos. Contrario a lo que se pensaba, el pastor dice que el Chico del Terror fue quien se apegó al grupo.
La intención no era matar
Vidal recorre el pabellón oscuro y abandonado explicando que con Hermosa estuvieron un año conociéndose. “No es que fuimos a robar a la primera que nos vimos”. Ahí se dio cuenta de que ese muchacho era violento. Sí hubo peleas en la banda, pero jamás pasó a mayores consecuencias. Algo que no sucedió con las víctimas a finales de 1991 e inicios de 1992.
El pastor dice que él y sus compañeros no planificaban los golpes. Lo que hacían era ir a robar, pero jamás tuvieron la intención de matar, con excepción de Hermosa. “Siempre abogamos para que él no lo hiciera”, añade.
Pese a no dar mayores detalles, él asegura que estuvo presente en los primeros asesinatos, como el que se inició con la cadena de muertes. “Fue algo conmovedor”.
Sucedió el 22 de noviembre del 91, cuando tomaron un taxi en la 10 de Agosto, norte de Quito. Según los archivos de la época, Hermosa le dio un tiro en la cabeza y lo mató. Abandonaron el cuerpo en Los Chillos y un día más tarde fue localizado.
Luego se conocería que Hermosa mató a un estilista gay tras una discusión y poco a poco los crímenes de personas homosexuales, de taxistas así como camioneros, llamó la atención de las autoridades.
Cuatro meses después, los miembros de la Banda del Terror fueron capturados, según Vidal, porque entre ellos apareció un soplón. Además, por la colaboración de otros ladrones que ya los conocían.
Sin arrepentimiento
El caso se hizo mediático porque Hermosa se llevó toda la atención. “Era fastidioso ver las cámaras, que tomaran fotos y que nos preguntaran. Yo solo quería irme de ahí”, cuenta Vidal. Él estima que los interrogatorios duraron un mes hasta que el Chico del Terror admitió que era autor material de las muertes.
Entre quienes les tomaron las versiones estaba el abogado Édison Burbano, quien en ese año era comisario nacional y tenía el cargo de juez instructor, parecido al de un fiscal, pero con más atribuciones jurídicas. “Los interrogué al señor Hermosa y a los demás jóvenes. Con el tiempo se conoció lo que había ocurrido”.
En cada interrogatorio, Burbano notó una diferencia abismal entre Hermosa y los demás implicados. “Él no era una persona normal. Se le notaba su agresividad”.
Algo que también llamó la atención fue que no había una ‘gota’ de arrepentimiento. Esto, contrario a sus compañeros, quienes, según el abogado, sí lo estaban. “Ellos pedían perdón a la sociedad y a Dios. Incluso lloraban”.
Burbano dice que nunca se determinó quién fue el autor intelectual de esos crímenes. Por eso, surgieron muchas teorías, entre las que se destacó una. El excomisario explica que en ese tiempo se habló de que se trató de una venganza.
Supuestamente un oficial policial los contrató para que se vengaran de los taxistas, en represalia a uno que había violado a su hija. Pero con las investigaciones se definió que todo ocurrió a raíz del cometimiento de robos.
“Lo que hacían era llevarse los taxis para cometer otros delitos. Como les gustaban las drogas, el alcohol y las mujeres debían satisfacer esas ‘necesidades’”.
Con eso esclarecido, Burbano envió el caso de Hermosa al Tribunal de Menores porque era todavía un adolescente. Lo recluyeron en el Virgilio Guerrero, del norte de Quito, para que cumpliera cuatro años. Al resto, entre quienes estaba Vidal, los mandó al Centro de Detención Provisional (CDP), que funcionaba junto al expenal García Moreno.
Una huella positiva
El pastor cuenta que a él lo acusaron de cómplice en la mayoría de procesos en los que estuvo implicado Hermosa. “Si sumamos, yo debía estar preso siquiera unos 50 años”. Pero solamente le dieron 12. Del CDP tuvo que ir al expenal, donde empezó el infierno. Vendía droga para sobrevivir y entre el resto de la banda se cuidaban.
Durante tres años estuvo en ese mundo hasta que llegaron misioneros religiosos. “Me hablaban de la palabra de Dios y dijeron que siempre hay una oportunidad”. Con el tiempo, eso fue calando en su vida hasta que pudo salir después de pasar siete años preso. Por eso asegura que está completamente reformado.
“Yo creo que su cambio es positivo y sincero. Esto hizo que decidamos plasmar su historia en un documental”, precisa Álex Jácome, de JM Films y director del proyecto titulado Perseguido, entre el cielo y el infierno.
El objetivo no solo es dar a conocer nuevos detalles de Vidal, Hermosa y la Banda del Terror, sino también lo positivo que nació tras purgar una condena.
Para Burbano así como para el pastor, este episodio violento los marcó de formas diferentes. El jurisconsulto se dio cuenta de que ese tipo de malos ejemplos solo lo hicieron reafirmar que se debe vivir enmarcado en la racionalidad.
Para Vidal, en cambio, fue una lección que le dio la oportunidad de conocer a Dios y que lo sacó del infierno en el que estuvo.
Alexandra Mantilla, especialista en realizar perfiles criminales, detalla que Juan Fernando Hermosa era un psicópata en potencia. “Recordemos que esto no es una enfermedad sino una forma de ser”.
Por ello, se le notaba su manera de comportarse: era alguien con actitud fría y calculadora. También se evidenciaba que era mentiroso al punto de crear historias en las que involucraba a gente inocente ligada a la Policía.
Con estos antecedentes, para la especialista hay una teoría: Hermosa no murió. “Para mí, él sigue vivo. Y todo debido a su misma personalidad”. Mantilla cree que el Chico del Terror elaboró un plan que le permitió perderse del radar público y de las autoridades de justicia.