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Hierbaluisa para el alma
En Guayaquil, un chef, su esposa y un 'pana' donan comida en los exteriores de hospitales.
Los viernes en la noche, un auto rojo se parquea cerca de la entrada principal del hospital de niños Roberto Gilbert, en el norte de Guayaquil. Una mujer y dos hombres bajan. El que va al volante abre la cajuela y saluda a los guardias. Cinco minutos después, un grupo de personas salen de la casa de salud y se encolumnan detrás del carro.
José Luis Orellana, el conductor, destapa una poma plástica que contiene dentro un líquido entre marrón y amarillo, y saluda amistosamente a los 10 ciudadanos parados ordenadamente.
“Este pequeño refrigerio se los manda Dios”, les dice al servirles agua de hierbaluisa caliente para calmar el frío.
Al mismo tiempo, la esposa de José Luis les entrega sánduches con mortadela y queso en unas funditas rojas. El otro acompañante, Esteban Cañizares, se encarga de darles servilletas.
Desde abril de 2020, en plena época crítica de la pandemia de COVID-19, la pareja decidió donar alimentos a quienes les tocaba dormir afuera de los hospitales para esperar noticias de sus familiares internados. Esteban se sumó en diciembre.
Por ese mes, José Luis se quedó sin trabajo. Él es chef y laboraba para una entidad bancaria. A raíz de perder su ‘camello’, empezó a ofrecer almuerzos a sus excompañeros y a los empleados de otros bancos. Esa idea ha marchado bien y ahora brinda el servicio a varias empresas.
“Pero vi que la gente en la calle no tenía dinero y pensé que no les caería mal un bocadito. Luego fui receptando donaciones. Hasta nos daban colchones”, comenta.
Sus jornadas solidarias se extienden a otras casas de salud, como el hospital de la Sociedad de Lucha contra el Cáncer (Solca) y el Luis Vernaza.
Esta labor le ha permitido a José Luis generar amistades. “Había una familia de Salinas en el Vernaza y cuando se iban a la playa me traían pescaditos”, menciona.
Asimismo, vio casos tristes, como cuando una familia le pidió ayuda para conseguirle un tanque de oxígeno a la madre del hogar, pues agonizaba y su voluntad era ir con el último suspiro a su natal Progreso (parroquia guayaquileña) a morir.
Para hacer sus obras también ha tenido que ingeniárselas y evitar ser víctima de la inseguridad.
Hasta ahora el trío no ha sido víctima de robos, debido a que han obsequiado un lunch a uno que otro indigente en actitud sospechosa, principalmente cuando reparten ‘jama’ por la plaza San Francisco.
“La gente nos protege, nos cuida, y nosotros les damos lo que podemos”, explica José Luis, uno de los ‘ángeles’ de la noche porteña.