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En guerra eterna con las enfermedades

Quito ha vivido al menos cuatro pestes antes del COVID-19. La esperanza de superar la actual pandemia es más alta que en siglos anteriores.

Hace un siglo una peste asoló el país. El epicentro de la gripe española fue Quito con 14.367 casos y 497 muertes, según los datos investigados por el doctor José María Terán, uno de los últimos médicos del viejo hospital San Juan de Dios. Se trataba de la que hoy se conoce como H1N1 y permaneció en la ciudad de 1918 a 1920.

Este hospital –que se abrió el 9 de marzo de 1565 y se ubicaba en las calles García Moreno y Rocafuerte– atendió a los pacientes con afecciones respiratorias que ya no pudieron ser recibidos en el antiguo Hospital Militar y la maternidad, pues estaban desbordados.

Ahora funciona el Museo de la Ciudad, tiene la mampostería reparada, paredes pintadas y pisos relucientes. En esa época el escenario era distinto: catres en el piso, olores fuertes y personas que básicamente llegaban a morir. “La mayoría no salía, pues si no tenían nada aquí se contagiaban”, relata Carolina Navas, jefe de museología educativa del Museo de la Ciudad.

En los antiguos registros médicos se evidenció que los pacientes tenían síntomas parecidos a los del COVID-19, como falta de oxígeno, fiebre, tos, dolores
musculares.

Hasta entrado el siglo XX, el lugar era atendido por religiosos y religiosas que ayudaban a los pobres a bien morir. Sobre todo porque los alcances médicos no eran lo que existen actualmente, ni había las condiciones higiénicas para controlar enfermedades.

De eso solo han quedado las paredes de aproximadamente un metro de ancho con varias capas de cal, una sustancia blanquecina que servía para eliminar compuestos orgánicos persistentes. “Antes mandaban a cubrir los cadáveres con cal, también se colocaba en el piso y las paredes”, cuenta.

Antes de la gripe española hubo otras pestes como la de la viruela en el siglo XVIII, que duró entre cinco y diez años, la tuberculosis entre los siglos XIX y XX; así como la tifoidea y la sífilis que fueron intermitentes.

Hasta el siglo XX, los y las enfermeras atendían a los pacientes con conocimientos empíricos.Cortesía

NOS SEGUIMOS ENFERMANDO

Terán señala que la llamada gripe española infectó a los dos tercios de una población de aproximadamente 60.000 habitantes. Por tanto, 40.000 personas habrían sufrido la enfermedad, superando largamente los informes oficiales.

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En aquella época los barrios populares fueron los más azotados, los que menos acceso tenían a servicios básicos y vivían en hacinamiento y pobreza. “La densidad poblacional es determinante cuando de virus se habla. Se propagan más rápidamente”, explica Alberto Narváez, experto en control de enfermedades.

Aun entrado el siglo XX, los barrios periféricos y con mayores índices de hacinamiento y pobreza registraron más muertes. La herencia de la Colonia hizo que la ciudad se extendiera desde el Centro Histórico. Según Carolina Navas, barrios como San Roque, San Sebastián, San Blas, Pomasqui, La Magdalena, San Antonio, Zámbiza y Cotocollao.

En la pandemia de COVID-19 algunos de estos lugares coinciden en la concentración de casos, aunque se han sumado parroquias como Chillogallo, Belisario Quevedo, Calderón, Chimbacalle.

Alberto Narváez afirma que los sectores con más casos y muertes son en los que precisamente se han evidenciado aglomeraciones y ventas informales. En 1920, las historias clínicas muestran que las personas más afectadas fueron quienes tenían oficios de servicio como: lavanderas, cocineras, planchadoras, sirvientas, agricultoras y jornaleras.

“El impacto de las alteraciones de la salud de estas mujeres, generalmente madres de familia y responsables de la vida de sus hogares, debe haber sido altamente significativo, como sucede aún en la actualidad cuando una madre se enferma”, explica José Terán.

En aquella época, las condiciones de pobreza de la población y la mínima infraestructura sanitaria del país y de Quito, más el frío de los meses de diciembre y enero, encontraron el medio propicio para la proliferación del virus.

Narváez agrega que estas enfermedades de vía aérea tienen diferentes comportamientos según el clima. “Por ejemplo, el verano que vivimos los últimos meses en la ciudad contribuyó a no propagar el virus. Con el invierno que va llegando veremos si aumentan exponencialmente los casos”, dice.

DESDE EL EXTRANJERO

Hace un siglo, la peste llegó a la capital desde Guayaquil, transportada por soldados de dos batallones que viajaron en tren. En febrero de 2020, se registró el primer caso oficial en una mujer que ingresó al país en un vuelo desde España.

Según la investigación de Terán, al término de la segunda guerra mundial, en 1918, aparece una mortal epidemia causada por el virus de influenza que al parecer surgió en granjas y luego se presentó en cuarteles de Estados Unidos. Aunque todavía se discute el origen de esta pandemia. “Algunos historiadores sostienen que se generó en China por los brotes de gripe de 1916, y transportada por trabajadores migrantes chinos a Francia y luego a Estados Unidos”, relata.

Los enfermos se atendían en una especie de agujeros en las paredes del hospital San Juan de Dios.ÁNGELA CHAMBA

MÁS ESPERANZA

A pesar de los avances en la medicina, los virus siguen causando estragos en los seres humanos. “Es otro aspecto que compartimos con esa época. Todavía no hay antídotos”, precisa Alberto Narváez.

Pero hay esperanza. En esa época no se establecieron medidas sanitarias, no hubo distanciamiento social ni uso de mascarillas ni confinamiento.

El medioambiente, el acceso a servicios básicos y la educación son determinantes en la salud de la población. Los sectores más pobres registran más muertos”José Terán. Médico - exinterno del Hospital San Juan de Dios

“Definitivamente el uso de tapabocas es lo que ha contenido el contagio”, comenta Narváez.

El experto concluye que la esperanza de vida en esta pandemia es más alta que en las anteriores enfermedades que azotaron el país, a pesar de que el sistema de salud no haya tenido una respuesta óptima a la emergencia.

Existe también una probabilidad de que lo que ahora es una tragedia para la población mundial, en unos años sea un tipo de gripe estacional. Como habría sucedido hace 100 años.

“Por ahora pensar en una inmunidad de rebaño es cruel. Deberían morir al menos 100.000 personas”, concluye Narváez.

Un siglo después los enfermos tienen acceso a unidades de cuidados intensivos.GUSTAVO GUAMAN

LOS NIÑOS Y LAS PANDEMIAS

Según los registros del hospital San Juan de Dios, revisados por el médico José Terán, en el siglo XX hubo un número significativo de niñas y adolescentes que ingresaron con diagnóstico gripe neumónica y gastrointestinal. Sumaron 2.780 ingresos con síntomas respiratorios.  “Quizá en ese tiempo fueron los más afectados porque no había vacunas”, explica por su parte Alberto Narváez.

Es por ello que ahora son los niños la población menos afectada por el COVID-19. “Las vacunas les han creado anticuerpos que podrían contrarrestar este virus también”, agrega. Según Terán, la morbilidad por gripe en el Dispensario Infantil del Hospital San Juan de Dios afectó a una numerosa población, especialmente a menores de 6 años de edad y seguramente sus familias.