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Comerciantes aseguran sentirse desprotegidos ante la delincuencia.extra

Guayaquil: No hay 'repuesto' para la paz

Comerciantes de la calle Ayacucho temen hablar de las bandas de extorsionadores que merodean el sitio. Aseguran que las ventas han disminuido. 

Rodeado de un ruido infernal, como si un tren acabara de chocarse, está José (nombre protegido). A su alrededor no hay más que piezas mecánicas desperdigadas. Sus manos están sucias.

“Son los gajes del oficio”, dice el hombre de unos 30 años, luego de limpiarse el sudor de la frente. Él no conoce otra vida que no sea la mecánica. Sus dedos, algo anchos y no tan largos, le han dificultado su labor. Sin embargo, lo más complicado de estos últimos meses ha sido la creciente ola de inseguridad.

Las extorsiones se desplazan por toda la calle Ayacucho, la columna vertebral del comercio de repuestos para autos en el suroeste de Guayaquil.

“Hasta aquí nunca nos han venido a ‘vacunar’, pero sabemos que hay una banda colombiana que se está dedicando a eso, además de otra banda venezolana que presta dinero”, manifiesta el mecánico.

Hablar no se le hace fácil. Hay preguntas cuya respuesta conoce, pero ante las que solamente se limita a asentir. No es el único. En esta vía larga son diversos los dueños y trabajadores de locales de repuestos que prefieren no decir nada por miedo a represalias. Desde la calle Tungurahua, el temor se extiende por 14 cuadras.

La mayoría menciona que las ‘vacunas’ inician más adelante, donde asesinaron a una joven hace algunas semanas por no querer pagar la ‘cuota’ a los delincuentes por su protección. “Estaba al lado de la chica. No conté cuántos disparos sonaron. Lo único es que llegaron los tipos a pedir el dinero, ellos se negaron y ahí empezó la balacera”.

En las primeras tres cuadras, los trabajadores de los locales aseguran que toda la actividad delictiva la sufren quienes están un poco más adelante, pero temen que esta se expanda cada vez más.

Los métodos de protección de estos comercios son similares. No hay un botón de pánico, tampoco una llamada a la Policía, sino una voz que comanda todo: “¡Cierren, cierren!”, advierte una persona de cualquiera de los negocios y todos, bajo esa orden, bajan las cortinas de metal, independientemente del cliente que tengan enfrente.

Los comerciantes, además, expresan que es raro ver patrullar a agentes en esa zona.

Silencio, el mejor aliado

Además de las ‘vacunas’, otro problema de la Ayacucho son los robos a los locales. A inicios de noviembre, uno de los compañeros de José, que tiene un negocio solo un par de establecimientos más adelante, fue víctima de un robo a mano armada a plena luz del día.

Pero la supuesta víctima comenta que no fue a él a quien le pasó, sino a otro. Luego, un silencio breve. Se acomoda las gafas y pregunta por posibles represalias.

Tiene miedo. Ese ha sido su mejor ‘amigo’ desde que la delincuencia ha estado azotando la calle donde gran parte de los habitantes de esta ciudad compran repuestos para sus autos.

“Las personas no vienen tanto en las tardes como antes, por miedo. Nuestras ventas han bajado y no hay mucho por hacer. Antes, cuando teníamos una UPC (Unidad de Policía Comunitaria) cerca, era sinónimo de protección, ahora no lo es. Si uno está parado al lado de un policía, pueden balearte”, explica una persona que ha cedido al ‘pinchazo’ criminal para preservar su negocio. Y su vida. 

"Sí hay patrullajes": Policía

El capacitador lúdico del distrito de la Policía, Jesús Cedeño, aseguró que sí hay patrullajes en la calle Ayacucho debido a la alta afluencia. Sin embargo, resalta que ningún uniformado puede ir solo y suelen hacerlo en grupos grandes.

“Siempre está el Grupo de Operaciones Motorizadas al servicio de los comerciantes. Puede que ellos se sientan inseguros por la percepción de seguridad que se está viviendo en el país”, concluyó Cedeño.