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Guayaquil: ¡Familias y amigos tienen miedo de reunirse!
El ‘vacile’ de las familias parece haber llegado a su fin. En reuniones pasan preocupados y ‘pilas’ ante cualquier moto o auto sospechoso.
Margarita Dáger se 'comía las uñas'. Andaba ‘mosca’ mirando de un lado a otro por si alguien se les quisiera acercar por atrás y asaltar al grupo de nueve personas que disfrutaban la fiesta de una familiar que cumplía 12 años, en el portal de su casa, en Cuenca y la 19, suburbio de Guayaquil.
A los adultos y pequeños les pidió que no usaran sus celulares afuera de la vivienda. Consideraba necesario la recomendación, pues ahora, “por la delincuencia, ni en una reunión familiar se puede estar tranquila”.
“Es mejor evitar, por eso ni plata tengo aquí. No queda de otra. No se puede disfrutar en paz”, manifestó preocupada. La estrategia les había funcionado hasta las 19:30 de ese sábado, pues ni un solo ‘pillo’ hizo la ‘fiesta’ con ellos.
Sin embargo, una semana antes, en la celebración de un sobrino de Gina Castro, en la 25 y Francisco de Marcos, sí les cayó la ‘piñata’ de la inseguridad.
Eran las 20:30 del sábado 27 de agosto cuando celebraban los 14 de Marcelo (nombre protegido), con apenas 20 invitados más, al momento en el que dos tipos ingresaron a la casa a amedrentarlos para robar, mientras una supuesta cómplice los esperaba en la esquina de la 25 en una motocicleta.
“Se acercaron a la puerta dos hombres apuntando con un arma. Mi hija, que estaba fuera, entró corriendo y uno de los hombres pasó con ella”, explicó. Gina reconoce que aquel día cometieron un error: dejar la puerta abierta.
“Luego, uno se quedó parado en la puerta y el otro se llevó cuatro teléfonos. Incluso quisieron dispararnos, pero se le quedó trabada la pistola”, dice.
“Fue horrible. Todos gritaban de la desesperación e incluso otro niño más (de 4 años) gritaba del miedo y preguntaba por su tablet, porque pensaba que también se le habían llevado”, recuerda.
Gina dice que luego del susto llamaron al 911 para solicitar policías, ya que “contadas son las veces que pasan”. Estas unidades llegaron 10 minutos después y lo que más le sorprendió a ella y su familia fue la respuesta de los uniformados.
“Nos dijeron ‘ah, sí vimos que pasaron tres en una moto’ y les preguntamos que por qué no los pararon y ellos contestaron que ‘no eran adivinos’”. Minutos después, los policías les enseñaron una foto para corroborar si eran los mismos que ellos pensaban. Y, sí, los rostros coincidían.
“Si ya los conocen, ¿por qué no los detienen?”, sentencia.
Mientras tanto, le quedó de lección para próximas ocasiones que las reuniones familiares se deben hacer “como en una cárcel”: encerrados.
Pero no solo el suroeste sufre del mal del miedo: en Sauces 1, al pie de la avenida Agustín Freire Icaza, cuatro ‘panas’ sentados alrededor de una mesa y tomando chocolate caliente y té también estaban ‘once’ ante cualquier sospechoso.
“Solo estamos conversando, pero no sabemos cuándo nos dañan el momento ameno que cualquiera puede tener”, expresa Juan Orrala, uno de ellos. Aunque ellos seguirán reuniéndose, solo piden resguardo para todo el país.