Exclusivo
Actualidad

Cevallos llegó al Comité del Pueblo con su guitarra. Dar clases de música fue la forma de acercarse, hoy muchos vecinos lo estiman.RENÉ FRAGA

Galo Cevallos, un músico con puro 'ñeque'

El hombre asegura que su guitarra le abrió las puertas para dar una mano en el Comité del Pueblo, en Quito. Hoy reparte alimentos y motiva a quienes necesitan

Galo Cevallos no tardó mucho en entender cuál era su destino. Tenía un trabajo bien remunerado y una carrera musical en ascenso, pero decidió dejarlo todo.

Apoyar a personas en situación de vulnerabilidad se convertiría en su más grande motivación. “No me arrepiento. Las buenas obras regresan”.

Ocurrió hace unas cuatro décadas. En aquellos días su guitarra fue el “arma” con la que el vecino, de 60 años, le hizo frente a la compleja situación del Comité del Pueblo, un barrio en el norte de Quito.

Allí daba talleres de música a los miembros de la parroquia San José Obrero, dirigida por un sacerdote escocés, que luego lo alentaría para seguir con la misión.

Es un buen vecino. No solo ayuda con la comida a las familias que necesitan, también da charlas”. Alberto Pichogagón

Todo comenzó como un proyecto social que, en 2008, se convirtió en la fundación Ñeque y más ñeque. “Había mucha droga, mucha inseguridad. Sabía que para llegar a esos sitios se necesitaba ñeque, que significa fuerza”, describe.

Incluso ahora, la realidad de los vecinos del lugar lo motiva, sobre todo cuando asimila que su obra es capaz de cambiar el destino de una persona.

Las historias

Una de las anécdotas más bonitas que recuerda es la de dos hermanos huérfanos, a quienes guio cuando eran niños.

Años más tarde, y durante los meses más duros de la pandemia, los muchachos -ya convertidos en adultos- tocaron a su puerta. “Eran profesionales, tenían buenos trabajos. Estaba un poco enfermo y me ayudaron con medicinas. Ver que lograron salir adelante me conmovió hasta las lágrimas”, explica el hombre.

Pero la historia de esos ‘ñaños’ no es la única. Cada mes, el ‘veci’ recorre varios puntos del Comité del Pueblo, algunas veces acompañado de su esposa y sus dos hijas, para entregar víveres de primera necesidad a familias en situación de pobreza. Segundo Arce, un habitante del sector, recibe contento la bolsita que Cevallos le comparte con 18 alimentos (arroz, azúcar, sal, aceite, atún, granos secos...).

Muchas personas le agradecen por el gesto que ha tenido el hombre durante la pandemia.RENÉ FRAGA

Arce narra que el ‘veci’ lo ayuda desde que se inició la pandemia. En esos días, Cevallos armaba, al menos, un centenar de kits de alimentos al mes. “Recibía ayuda del extranjero, pero ahora ya no hay tanta. Hago lo que puedo, unos 50 (kits) al mes”, acota.

Me ayuda desde que comenzó la pandemia. Vivo aquí con mi pareja. La comida nos sirve mucho”. Segundo Arce

Hecho de valor

Antes de la crisis sanitaria, el vecino también mantenía un comedor para niños. Al terminar el almuerzo, los ayudaba con las tareas y compartía con ellos charlas sobre valores, como la solidaridad y el respeto. “Una vez al mes me reunía con sus padres. Creo que esto es importante, porque si estos niños logran salir, ayudan a sus familias”, añade.

Pero abrirse un espacio en un sector tan conflictivo fue difícil. Apenas había comenzado la fundación, cuando una mañana llegaba con una bolsa de pan y otra de queso para brindar un sánduche a los infantes. “De repente, sentí algo que me presionaba en la espalda. Era un hombre con un revólver. No le hice caso, sabía que me podía disparar, pero entré como si nada”, rememora.

Empezó a impartir las órdenes del día y a preguntar a los pupilos si habían hecho las tareas hasta que dejó de sentir el arma.

A pocos metros vio al sujeto. “Les dijo: niños, háganle caso. Mi vida es un infierno. Salí de la cárcel y si no quieren esta vida, escuchen a su maestro”, agrega. En otra ocasión sí le robaron. “Lo triste es que fueron los padres de unos niños de la fundación”, dice.

Un camino distinto

Junto con su hija Ana, el vecino arma las bolsas de alimentos para familias vulnerables.RENÉ FRAGA

Hoy se cuida un poco más. Sabe que en casa sus hijas Ana y Martina lo esperan. Cuenta que en su hogar no hay lujos, pero no conoce otra forma de vida que ayudar al prójimo.

El vecino siente que Dios no solo le ha dado una mano con el sustento, pues como él, sus dos niñas de 16 y 11 años son virtuosas en la música. Lo acompañan a tocar en el grupo de la iglesia y le colaboran con la elaboración de las fundas de alimentos. Ana toca el chelo y Martina, el piano. Cuando Cevallos las escucha siente que lo tiene todo. 

El talento

El ‘veci’ aprendió a tocar la quena durante unas vacaciones. Creó un grupo folclórico y recorrió Europa con su música.