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Las capturas de delincuentes ligados a mafias como Tiguerones o a Colón Pico demuestran una devoción enfermiza.Archivo

Fervor criminal en Quito: Devoción a grupos como Los Tiguerones o Mafia Colón Pico

La captura de tres criminales reveló códigos que siguen para formar parte de las mafias. Hubo quienes se tatuaron la cara de Fabricio Colón Pico

La alarmante expansión en Quito de las bandas más peligrosas del país no tiene freno. En la capital ahora es mucho más frecuente escuchar el nombre de agrupaciones terroristas que antes de la declaratoria de guerra emitida por el presidente Daniel Noboa en 2024.

La Policía ha capturado a delincuentes vinculados a estas organizaciones delictivas. Pero fue la captura de tres presuntos antisociales lo que llamó mucho más la atención, por las evidencias halladas: se trataba de tipos ligados a la banda Los Tiguerones, cuya presencia mayoritaria se registra en Esmeraldas.

Los sujetos fueron identificados como Wagner Abraham Gaspar Angulo, con antecedentes penales por robo y receptación (la última vez que fue procesado en Esmeraldas fue en 2019); Moisés Joel Sánchez Bolaños, con antecedentes por robo y en 2021 procesado en Santo Domingo de los Tsáchilas; y Juan Carlos Calderón Velepucha, quien ha cometido todos sus delitos en Quito y es quien tiene un mayor historial judicial: tenencia, robo, porte de armas, estafa y receptación.

A estos tipos los aprehendieron el 5 de junio de este año, luego de robar, a mano armada, a un hombre en el sur de Quito la noche del 4 de junio. Se le llevaron su vehículo, el cual fue identificado en El Batán, norte de la urbe.

Los sospechosos abandonaron el automotor cuando vieron que la policía los perseguía. En ese momento, entraron a la casa que arrendaban y fueron capturados con evidencias alarmantes: tres machetes, dos armas de fuego, celulares y dos documentos escritos a mano.

El manifiesto criminal de Los Tiguerones

Este manifiesto tiene las reglas dentro de Los Tiguerones.Cortesía

Y justamente el contenido de esas misivas fue lo que alarmó a los investigadores. El oficial explicó que se trataba de un manifiesto con los parámetros delincuenciales que caracteriza a Los Tiguerones y sobre cómo son usados para el reclutamiento de más criminales.

Este manifiesto está dividido en cuatro temáticas que rigen a estos terroristas. El primero es una oración a la serenidad dedicada a Dios y las ‘cualidades’ que deben tener los delincuentes que forman parte de la organización: fuerza, valor y sabiduría.

En el segundo parámetro se explican los reglamentos, como no dejar a un delincuente en situaciones difíciles y mantener la mente fría ante esas circunstancias. Así también, respetar a los demás antisociales.

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Lealtad a Negro Willy, líder de Los Tiguerones

Los tres criminales, miembros de Los Tiguerones, fueron capturados en El Batán, norte de Quito.Cortesía

El tercer punto que abordan los miembros de Los Tiguerones se refiere a las frases que usan y que han metido miedo a la población, como “siempre activos”. También ha surgido una arenga: “¿Cómo está esa moral?”, se pregunta, y la respuesta esperada es: “Alta, altísima, a mil metros de altura”.

Sin embargo, esto no es lo más alarmante, sino el cuarto punto del manifiesto delincuencial. En este exponen los parámetros a seguir para ingresar a Los Tiguerones y lo que pasa si abandonan a esta mafia.

Según estos sujetos, quien desee entrar deberá pasar por seis meses de prueba para ganarse su ‘placa’ o tatuaje. Eso les permitirá ser un ‘tigre’ de raza. Con eso, los nuevos deberán respetar y escuchar a todos los líderes de la organización.

Además, les advierten que si se salen de Los Tiguerones, los desertores se convertirán en objetivos ‘militares’ y serán asesinados. Por último, enfatizan que se le debe obediencia absoluta a su líder máximo, el criminal Willian Joffre Alcívar, conocido como Negro Willy, actualmente detenido en España.

Andrés García, destacado psicólogo clínico, forense y criminólogo capitalino, analizó la alarmante misiva, destacando diversos puntos. “Debemos tener en cuenta que estos sujetos incorporan un discurso que amalgama fe religiosa (solicitar serenidad, sabiduría, fortaleza) con su proyecto criminal. La invocación a Dios funciona como justificación moral: se colocan bajo un supuesto amparo divino que legitima su accionar. Resaltan un código de camaradería rígido, propio de grupos cerrados que refuerzan lealtades y castigan la ‘deslealtad’”.

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A su criterio, el discurso está colmado de metáforas de ascenso, cumbre, viento, que invitan a cultivar una actitud inquebrantable y persistente. Establecen una postura de intolerancia absoluta hacia la deserción, equiparando la salida del grupo con una traición que debe ser castigada violentamente.

Según García, estos tipos destacan un esquema vertical: existe un líder (o ‘firma comandante’) cuyas órdenes son incuestionables. La disciplina se impone como norma irrefutable.

La fase de prueba o ‘de fuego’ de medio año para legitimar la ‘membresía’ fortalece el lazo de compromiso y selección rigurosa de adeptos. En suma, la carta revela una ideología sincrética (fusión de referencias religiosas con códigos de violencia y hermandad criminal).

Esa combinación de Dios, fuerza, lealtad absoluta y castigo al desertor configura un marco de creencias que justifican tanto la cohesión interna como el uso instrumental de la violencia.

La similitud de las bandas criminales con las sectas

Estas fueron las evidencias halladas en la detención de miembros de Los Tiguerones en Quito.Cortesía

Según García, la evidencia demuestra que este tipo de grupos criminales tienen ciertas similitudes con las sectas. “Se nota que hay un liderazgo carismático cuando se hace alusión al comandante ‘W’ como único jefe al que deben obedecer, lo cual remite a un líder con énfasis en la lealtad plena y su aura carismática. En sectas, ese líder absoluto concentra el poder simbólico y real”.

Además existe un proceso de iniciación prolongado, que se demuestra en el lapso de seis meses para ganarse la ‘placa’, algo similar a los periodos de iniciación o noviciado en sectas, en las que el adepto debe demostrar lealtad y sometimiento antes de la aceptación plena. “Hay un control de información interna. La exigencia de siempre escuchar a los que están al frente y la prohibición de cuestionar generan aislamiento ideológico. Los miembros deben interiorizar un discurso oficial sin acceso a visiones críticas, semejante al control de creencias sectarias”.

García también especifica que, como en una secta, Los Tiguerones aplican el aislamiento y polarización. Es decir, frases exclusivistas como “solo le copiamos a una sola firma”, “objetivo militar”, entre otras, crean una delimitación tajante entre adentro (nosotros) y afuera (enemigos o traidores).

Este dualismo es típico de cultos que postulan que el mundo exterior es hostil y que la salvación o identidad solo procede del grupo. Además, como en las sectas, hay rituales simbólicos.

Los códigos (como usar la palabra ‘placas’), los lemas (por ejemplo, “¿Cómo está esa moral? Alta, altísima”), además de citas religiosas adaptadas (como la oración de la serenidad) funcionan como ritos internos que refuerzan la camaradería y la sensación de pertenencia, análogos a ceremonias de iniciación sectaria.

Por último, la promesa de beneficios inmateriales. Aun cuando no se menciona explícitamente una recompensa económica, sí se alude a “fuerza” como alternativa a las drogas, o a “Dios, paz y libertad” como metas espirituales. Esa promesa de “salvación” psicológica libre de adicciones recuerda los reclamos de muchas sectas de ofrecer un sentido superior.

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El caso de la devoción a Fabricio Colón Pico

Los compinches de Fabricio Colón Pico se han tatuado su imagen.Archivo

El hallazgo de esta carta durante la operación militar devela una devoción que raya en lo extremo. Sin embargo, no es la primera vez que algo así sucede. El 22 de abril de 2024, Fabricio Colón Pico, reputado delincuente y presunto líder de Los Lobos, fue recapturado en una hacienda de Puerto Quito, cantón al noroccidente de Pichincha. En esa ocasión, él y otros cuatro antisociales, incluida una hermana, fueron aprehendidos.

Lo más alarmante de esta indagación no solo fue el ataque armado del que fueron víctimas los policías, sino las evidencias que hallaron sobre la conformación de un nuevo grupo armado: La Mafia Pico. Aquel indicio no fue localizado en papeles, como lo ocurrido con los tres miembros de Los Tiguerones, sino en la piel de dos de ellos: se habían tatuado el nombre y el rostro de Colón Pico.

Ana Minga, especialista en temas de seguridad, explica que los tatuajes son las llamadas ‘firmas’. “Tienen un impacto psicológico y emocional. Si se lo tatuaron, lo miran como líder, con una dependencia emocional y son sumisos a Colón Pico”, Agrega que muestran lealtad extrema, un aspecto que es peligroso porque son capaces de morir por el líder, pero también de matar por él.

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