El féretro en el que reposaban los restos del candidato presidencial Fernando Villavicencio fue sepultado en un ambiente de llanto y cánticos amazónicos, la noche del viernes 11 de agosto, en el cementerio de Monteolivo, en el norte de Quito.

Don Villa, como lo llamaban sus seguidores, fue asesinado por sicarios colombianos en un ataque brutal, dos días antes, luego de que saliera de su último mitin, en un colegio del norte capitalino.

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El acto fúnebre fue emotivo y contó con la custodia de un fuerte contingente de policías de unidades especiales.

Su hija, Tamia Villavicencio, llevó un tambor de marco e hizo una especie de ritual. Mientras golpeaba el instrumento, improvisaba un cántico: “Y siempre me miras, mi papito amado... y en tus ojos me veré para siempre, para siempre, mi papito”.

La joven también colocó tres bandas presidenciales encima del ataúd, que llevaba una bandera de Ecuador y su fotografía. Ella pidió que la muerte de su padre no sea en vano y “que sea una semilla de luz, de empoderamiento, para que todos nos unamos como patria”.

Luego, la madre del presidenciable cogió una pala y ayudó a los trabajadores del cementerio a enterrar el féretro de su hijo. Mientras lo hacía, recordaba cómo le enseñó a Villavicencio a ganarse el pan de cada día, labrando la tierra. “Te prometo que cumpliré con tu legado y espero que mi familia también lo haga”.

Otras personas lanzaban flores y recordaban las anécdotas que vivieron con el aspirante a la Presidencia. Luis Fernández, un amigo que lo acompañó durante la campaña, dijo que lo consideraba casi un hermano. “Las muestras de cariño del pueblo con Fernando eran únicas. A cualquier lugar que iba era recibido apoteósicamente”, comentó.

Fernández añadió que las cualidades que destacaban al candidato eran honestidad, transparencia y lealtad. “Era la voz del pueblo, un hombre que luchaba contra la corrupción”.

‘Pito’ en el velorio

Durante la velación del cuerpo, hubo incidentes y malentendidos entre los familiares de Villavicencio, quienes no pudieron rendirle un homenaje como hubieran querido. Los guardias del camposanto donde era velado tenían una lista con los nombres autorizados para el ingreso y en esa no constaban su hermana, sus tíos y algunos de sus sobrinos.

Ellos intentaron entrar y se armó un incidente en las afueras. La Policía utilizó gas pimienta para desalojar a la gente y calmar los ánimos. Al parecer, el problema había surgido por un malentendido entre la esposa del presidenciable y otros allegados.

Al final, diez personas pudieron pasar tras mediar con los uniformados. Por la noche, durante el entierro, limaron asperezas y despidieron a Villavicencio con aplausos, al grito de: “¡Viva Fernando!”.

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