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Fenómeno de El Niño: Sectores más vulnerables de Guayaquil se preparan para lo peor
Alerta del comité que estudia el fenómeno se mantiene en naranja. Especialistas consideran al noroeste de Guayaquil como la zona más vulnerable. Es probable que se duplique o triplique la cantidad de lluvias
Los reportes de las lluvias que afectaron no solo a Guayaquil sino varias ciudades de Ecuador en 1983, uno de los episodios más fuerte del fenómeno de El Niño que ha experimentado la población, siguen en la memoria de quienes vivieron los efectos de su llegada hace más de tres décadas.
“Las fuertes lluvias terminarán en marzo”, “El barrio Cristo del Consuelo está invivible” y “Tres ríos más se desbordan”, fueron algunos de los titulares de EXTRA en los meses en los que El Niño no dio tregua (enero, febrero y marzo), y que según análisis de Instituto Oceanográfico de la Armada (Inocar), se repetirá desde la siguiente semana.
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El Comité Nacional para el Estudio Regional del Fenómeno de El Niño (Erfen) confirmó este lunes que las primeras lluvias asociadas a este evento empezarán a mediados de este mes y que el período máximo se esperaría en el trimestre de diciembre, enero y febrero.
Pero, ¿a qué se debe la alerta de la población ante El Niño? Según el ingeniero Franklin Ormaza, de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), este es un proceso oceanográfico y meteorológico que ocurre en la zona central de Océano Pacífico, es decir, desde las costas ecuatorianas aproximadamente 8.000 kilómetros hacia el mar. “El desarrollo de El Niño ocurre en esa zona”, afirma.
Para advertir que en este 2023 ‘llegará’ el fenómeno debieron suceder algunas variables como el calentamiento de las aguas.
“La temperatura en la superficie marina se mantuvo elevada por al menos tres meses, es la primera variante. La segunda es la dirección de los vientos: normalmente estos van de este a oeste, pero han predominado en el sentido contrario (de oeste a este), dejando la certeza de que El Niño causará consecuencias en el territorio nacional”.
El cambio en las variables solo define su intensidad, en lo demás no tiene ningún efecto, indica.
El ingeniero Carlos Naranjo, analista regional del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), por su parte, describe que el fenómeno tiene tres etapas y que todo su proceso dura entre 9 y 16 meses. “El Niño consta de tres partes: el desarrollo, la maduración y la declinación”, explica.
Cambios en el 'parto'
Pero, no siempre todo lo que se ‘gesta’ en el Pacífico llega hasta las costas. En 2015, El Niño ‘Godzilla’, como se lo conoció en la comunidad científica debido a la posible intensidad que presentaba, no tocó tierra con toda la fuerza que se esperaba. “La temperatura de la superficie marina llegó a estar en 30 grados. Creo que no estuviéramos ahora, en caso de que este hubiera alcanzado su potencial en la zona costera. Era terrible”, dice el experto.
Él afirma que las consecuencias hubieran sido devastadoras, ya que durante el tiempo que El Niño afecta el nivel del mar aumenta en 50 centímetros por la cantidad de lluvias que se dan. Para este 2023, lo probable, según Ormaza, es que se duplique o triplique la cantidad de lluvias invernales.
Naranjo cree que el peor escenario para Guayaquil es que llueva a diario y que el agua se mantenga estancada por días. “Hay que tomar en cuenta las mareas. Tienen un papel importante en el nivel de inundación, así como sucedió el 22 de marzo de este año”.
El especialista de Espol advierte algo más. “Los suelos están saturados, los ríos están llenos, hemos depredado los terrenos, hemos deforestado las zonas de bosque para construir. Hay, en promedio, 7 millones más de personas que en 1997 y, en conclusión, no habrá capacidad de respuesta de la naturaleza ante cualquier magnitud de lluvias. Cuando no se está preparado, hasta una ligera lluvia causa caos”.
Prevenidos y conectados
Los habitantes de la cooperativa Santiaguito Roldós, al sur de Guayaquil, parecen haberse alineado a los pensamientos del experto, pues sus residentes afirman que hace tres meses están tomando sus prevenciones: capacitaciones, preparación de un albergue, un chat comunitario y la asistencia de un grupo médico.
David Mestanza, líder barrial, cuenta que sus vecinos y la comunidad han tomado muy en serio el asunto. Él y otros moradores se han capacitado con el Cuerpo de Bomberos, cuyos miembros les enseñaron primeros auxilios.
En ocasiones, no todos pueden asistir a los talleres (por sus ocupaciones), por eso, David los toma y luego replica lo aprendido. Asimismo, el dirigente, de 36 años, sostiene que la casa comunal de la cooperativa está siendo adecuada para que sea un albergue.
“La edificación tiene capacidad para 15 familias pequeñas. Allí podrán llegar personas cuyas casas sufrieron algún estrago”, indica.
Mestanza revela que desde la pandemia de la COVID-19 cuentan con un chat comunitario, en el que los moradores informan cualquier eventualidad que notan: si ven alguna alcantarilla tapada, un cable eléctrico suelto, que esté en la vereda o calle, etcétera, e inmediatamente proceden a comunicarlo a la respectiva institución pública para que solucione el problema.
Medicos en acción
En la casa comunal también realizan charlas médicas, desarrolladas por Julio Guato, médico y presidente del Comité Ciudadano de Salud de la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón).
“Estamos pidiendo un preinvernal, es decir, control de vectoriales, que visiten casa a casa fumigando y llevando charlas de prevención de salud, porque si viene el fenómeno podrían darse muchos casos de dengue, enfermedades tropicales, hablar sobre los efectos de la automedicación, entre otros temas”, señala el doctor.
También tienen su contingente médico: enfermera, odontólogo, obstetriz, médico general, un técnico en atención primaria de salud y un psicólogo. “Son profesionales en territorio, de nuestra parroquia, pues ellos conocen la realidad”, concluye Guato.
Sectores más vulnerables
Las áreas que serían las más afectadas por las lluvias, conocidos por su riesgo a inundaciones como Urdesa, Guayacanes o Los Vergeles, Ormaza recomienda trabajar más en comunidad. “No esperemos a que el Estado nos haga todo. Hagámoslo nosotros, preparémonos y contribuyamos”.
No obstante, a estos sectores se suman los nuevos asentamientos en la zona del noroeste porteño, como Monte Sinaí, Ciudad de Dios, San Ignacio de Loyola y demás cooperativas aledañas, según Naranjo. “Los terrenos son inestables y vulnerables al haber sido deforestados. El suelo está susceptible, sobre todo, a inundaciones”.
“Hay que mencionar que el parque Samanes fue construido sobre un terreno que constituía un humedal (áreas que permanecen en condiciones de inundación o con suelo saturado con agua durante períodos considerables de tiempo) y, por ende, los que residan cerca verán las posibles consecuencias de esta decisión”, finaliza Ormaza.
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