Alberto se acomoda el verduguillo para que no le estorbe en su visión. Se santigua. Empuña con fuerza el fusil israelí Arad. Se asegura de que esté bien ubicada su pistola HK. Le da una orden a su escuadrón conformado por cuatro militares élite y se prepara para la acción. El cabo segundo de Infantería, quiteño y de 30 años, tiene información de que en una casa de reciclaje, ubicada en el sur de Durán, están dos terroristas.

Son aproximadamente las 22:00. Caminan con cautela para no alertar a los sospechosos. El sitio está oscuro. De pronto, dos individuos salen de un cuarto y los apuntan con revólveres. “¡Quietos!”, grita Alberto.

Uno de los delincuentes se tropieza y lo atrapan. El otro se aleja disparando por cuatro ocasiones. Una bala roza el casco de Alberto. En este lugar encuentran armamento, municiones y dinero.

Así es una jornada normal para el uniformado capitalino durante las intervenciones militares que realizan en el estado de excepción declarado el 9 de enero por el presidente de la República, Daniel Noboa, ante la crisis de inseguridad que sufre el país.

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Quienes están a cargo de velar por la seguridad de los ecuatorianos son del bloque de seguridad creado a finales de 2023, en una alianza estratégica entre el Ejército y la Policía para el intercambio de información de inteligencia, la planificación táctica y operativa.

Los más ‘bravos’ del Ejército

Alberto pertenece al Comando Especial Contra Terrorismo (Cecot), el cual reúne a los militares más ‘bravos’ de las tres fuerzas del Ejército ecuatoriano (terrestre, naval y aérea). Son equipos tácticos que están en primera línea y se encargan de limpiar el área para que ingresen los otros escuadrones militares y policiales. Los escenarios en los que intervienen son las cárceles y los barrios más conflictivos donde hay presencia de bandas terroristas.

Por la alta peligrosidad, los aproximadamente 200 miembros de esta fuerza élite han llamado a sus acciones como “operaciones ligadas a la muerte”. Hace dos semanas en Durán, cantón de la provincia del Guayas, mientras el equipo de Alberto realizaba patrullajes con los vehículos blindados Ural, se percataron de que un motociclista quiso evadir el control, pero lo retuvieron.

Mientras le sacaban información para revisar si tenía antecedentes penales, el quiteño se percató de que el sospechoso miraba a una calle una y otra vez. Llamó a dos de sus compañeros y corrieron al sitio, donde descubrieron una camioneta con tres sujetos armados con metralletas en su interior que tenían a un hombre secuestrado. El motociclista habría sido el campanero de la banda.

Según la información del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, desde el 9 de enero al 2 de febrero de 2024 se han realizado 66.162 operativos a escala nacional, en los cuales han detenido a 5.434 personas, 237 de ellas por terrorismo (ver infografía).

La ministra de Gobierno, Mónica Palencia, aseguró en un medio de comunicación nacional que las muertes violentas en Ecuador se redujeron, tras la declaratoria del conflicto armado interno.

Para la autoridad, el despliegue de militares en las zonas más conflictivas como Esmeraldas y Guayas ha logrado que disminuyan los crímenes. En la primera localidad, por ejemplo, desde el 13 hasta el 29 de enero de 2024 no se registraron asesinatos.

Fito y una decepción

Una de las anécdotas que más recuerda Alberto es cuando tuvo de cerca al presunto líder de Los Choneros, Adolfo Macías Villamar, alias Fito, durante su traslado de la Cárcel Regional hacia La Roca, en Guayaquil.

Sin embargo, el militar —disgustado– señala que no sirvió de nada el megaoperativo si a las pocas semanas un juez lo devolvió a la Penitenciaría, para él una fortaleza. Tenían garitas blindadas construidas encima de las celdas con vigilantes que los recibieron a tiros. El ‘combate’ duró más de dos horas. Al final, la situación fue controlada.

El 29 de enero, el quiteño fue parte del escuadrón que encontró una caleta en el pabellón 10, denominado ‘Mafia Duende’, de la Penitenciaría. De este sacaron un fusil, tres escopetas, 30 tacos de dinamita, una granada fragmentaria y municiones.

En estos días, Alberto y su equipo se encuentran en la cárcel El Rodeo, en Portoviejo, haciendo requisas y trasladando a reos de alta peligrosidad a otros pabellones.

Pastel y videollamadas

El Cecot no tiene horario para sus operaciones. Están constantemente viajando y en los momentos que tienen libres entrenan maniobras tácticas. Sin embargo, no todo es bala y terrorismo. En ocasiones se dan un tiempo para jugar naipes, o se mantienen en forma jugando fútbol o vóley, o se la pasan contando anécdotas de cuando eran jóvenes. Alberto creció al sur de la capital. Su hermano mayor también es militar y él fue su referente para entrar en este mundo.

El pasado martes 30 de enero, esta unidad celebró a todos los comandos que cumplieron años en ese mes, entre ellos Alberto, quien llegó a las tres décadas de vida. Cuatro modestos pasteles cubiertos de crema con tres frutillas en cada uno, más cuatro botellas de gaseosa de tres litros, fueron suficientes. Luego vinieron los tradicionales latigazos. El festejo fue corto, debido a que se desplazaron hacia Portoviejo para continuar con los operativos.

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Alberto extraña a su familia. Lleva más de dos meses sin ver a sus seres queridos, aunque cuando tiene tiempo hace videollamadas con su esposa y dos hijos, a quienes les cuenta, sin mucho detalle, las misiones que debe cumplir.

“Siempre con Dios por delante y la patria en nuestro corazón”, recita este militar, que ha decidido poner su vida por delante para cuidar a sus compatriotas. La guerra es por ellos y su familia, afirma.

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