Exclusivo
Actualidad
La esperanza de los niños haitianos
Ellos y su madre, quien padece de esquizofrenia, fueron rescatados de la calle por Héctor Chalá, pero él se quedó sin empleo y necesita ayuda.
Son las 10:00. Cuatro niños juegan en las calles recién adoquinadas del sector La Cordillera, en el norte de la capital. Esperan que Jeannite, su madre, se levante para darles el desayuno. Ella sufre de esquizofrenia aguda.
La mujer es oriunda de Haití y desde hace ocho años, ella y sus pequeños residen en la casa de Héctor Chalá, el ‘ángel guardián’ que decidió salvar sus vidas.
Él solicita ayuda para que la señora se sane porque su condición se ha deteriorado. Le duele verla en esa cama postrada. Le entristece que sus hijos la miren así. Anhela que ella regrese a su país con los pequeños y puedan rehacer sus vidas.
Por el momento, Chalá siente que no puede sostenerlos, pero hace lo posible para hacerlo. Se quedó sin empleo (era guardia de seguridad) durante el confinamiento por el coronavirus, el año pasado.
Ahora, los pocos ‘cachuelos’ que hace le sirven para mantener a su familia y a los hijos de la extranjera, pero no le alcanza para el medicamento de ella. Las tres pastillas que debe tomar Jeannite sobrepasan los 25 dólares. Y a falta de estas su estado de salud ha empeorado.
Se comporta de manera extraña y peligrosa, según Chalá. En una ocasión -relata- se orinó en el arroz del almuerzo. También recuerda que cuando llegaban visitas a la casa, la haitiana solía salir desnuda.
Por eso, el buen samaritano construyó una ‘mediagüita’ detrás de su vivienda para que viva solo Jeannite. Él ni su esposa, Martha Espinoza, pueden acercarse. Son sus propios hijos que le llevan la comida a la cama y le guían para que haga sus necesidades.
Espinoza dice que han ido a algunos centros psiquiátricos para que le ayuden con la medicación, sin embargo, les piden que lleven a la paciente para que sea valorada. En otras casas de salud les dicen que no hay desde el año pasado.
No siempre fue así
Chalá cuenta que conoció a Jeannite hace 10 años, cuando él tenía una licorería cerca de unas canchas de ecuavóley en la que solían jugar haitianos. “Era bonita, se arreglaba. Era alegre y se llevaba con todos los vecinos”.
Sin embargo, en 2013, la mujer se quedó sin trabajo y no podía mantener a sus hijos. Los vecinos y Chalá la ayudaban con dinero hasta que un día, mientras caminaba por el sector, la vio llorando en la vereda. Le contó que la Dinapen (Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes) le había quitado sus hijos porque no tenía las condiciones ni la salud mental para mantenerlos.
Entonces, Chalá gestionó la custodia de los niños en la casa hogar donde estaban y se quedó con ellos. Meses después recogieron a la mujer de la calle.
Muchas veces, moradores y la Policía del sector suelen donar alimentos o ropa para los niños. Pero no es suficiente.