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¡El ‘combazo’ despertó a toditos en Solanda!
Redacción Quito
Dos policías del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) tumbaron la puerta de metal con un mazo de acero y las luces de las casas del barrio de Solanda, en el sur capitalino, estallaron como luciérnagas.
Los uniformados ocultaban sus rostros con máscaras negras. Solamente se escuchaba su respiración acelerada mientras subían los cuatro pisos de la vivienda buscando al colombiano Iván Alarcón y a la ecuatoriana Leonor Sigüenza, sospechosos de pertenecer a una supuesta organización delictiva que asaltaba en centros comerciales del norte de Quito.
“¡No se muevan, quietos, policía!”, gritó uno de los agentes mientras los sospechosos miraban televisión, quienes de inmediato fueron reubicados en la sala del pequeño departamento. “No hice nada caballero”, suplicaba el extranjero, mientras los uniformados lo sometían en la terraza del inmueble. La mujer, en cambio, adujo que no tenía documentos para demostrar su identidad. “Tengo un problema en el oído”, indicaba Sigüenza a sus captores, que portaban pistolas, subametralladoras y se protegían con chalecos antibalas.
Cuando esto ocurría, la alarma comunitaria no dejaba de sonar. El lugar fue “asegurado”, tal y como lo solicitó el mayor Rolando Jácome, uno de los líderes del ‘golpe’, 30 minutos antes de que se concretara la operación Fortaleza 21.
“Haremos siete allanamientos. Con esto pretendemos desarticular a una organización delictiva que hemos seguido durante tres meses”, explicó el oficial a los miembros de la Brigada Anticriminal (Sidpro-BAC) y de otras unidades, en el patio de la Policía Judicial (PJ), del norte de Quito, a las 22:00 del martes.
Los líderes de los equipos portaban carpetas amarillas con los datos de las personas sospechosas, quienes fueron aprehendidas anteriormente por 36 ocasiones y cuyos procesos judiciales ascendían a los 76 en total.
En este caso, los gendarmes fueron tras la pista de ocho hombres y dos mujeres, quienes supuestamente delinquían en grandes centros comerciales.
Su lugar de “residencia y planificación” de los crímenes era el sur de la urbe, según Ramiro Ortega, director de la Sidpro-BAC.
Alarcón imploraba a su mujer que dejara de llorar. “Tú no tenés nada que ver mi amor”, consolaba el hombre a su angustiada pareja que sostenía un cojín en sus manos, con el cual se cubría el rostro. Sin embargo, los policías no la detuvieron y se llevaron a Iván junto a Leonor, que bajaban sus caras para que no los captaran las cámaras.
Ambos negaban que estuvieran involucrados en el delito de “asociación ilícita”, por el cual fueron aprehendidos para las investigaciones.
ORGANIZACIÓN
El operativo mostró que en la ‘Carita de Dios’ los criminales se organizan de dos maneras. Las bandas en la capital se estructuran de un modo horizontal o plano y también de forma piramidal.
En el primer caso, los miembros de los grupos delictivos cumplen diversos roles durante las actividades ilícitas y responden a un cabecilla. En el segundo, en cambio, la distribución de funciones es más detallada. Es decir, que existen uno o más líderes, además están acompañados de jefes financieros y de otras personas que ocupan ‘cargos’ más específicos.
Las autoridades detallaron que la agrupación ilegal operó, en la capital, de 3 a 5 años. Diego Fuentes, viceministro del Interior, indicó que los sospechosos hacían una visita previa a los puntos que asaltarían durante 5 a 7 días.
Los ‘choros’ se percataban si el lugar tenía escasa vigilancia, aseveró el funcionario ministerial. Cuando se hacía toda esta labor de ‘inteligencia’, los sospechosos escogían los martes y miércoles para ‘visitar’ de 3 a 5 locales.
LOS ROLES
Los diez sujetos fueron llevados hasta la PJ, tras cuatro horas de intervención policial. Cada uno estaba custodiado por un agente.
Todos fueron colocados uno junto al otro. Estaban esposados y con la ropa que lograron ponerse antes de ser detenidos.
Los implicados estaban liderados por Mauricio Escobar, de nacionalidad ecuatoriana, y se manejaban horizontalmente, precisó Ortega. Es por ello que durante los asaltos, cada uno tenía que cumplir un rol para “tener éxito en sus actividades ilícitas”.
Aparte del líder habían seis ejecutores del robo, un sujeto que recolectaba y vendía los objetos sustraídos a los ‘cachineros’ y dos individuos que hacían de ‘pantalla’ o campaneros, ellos hacían descuidar a sus víctimas durante el atraco.
(MAG)