Exclusivo
Actualidad

Se camuflan. Las trabajadoras se pierden entre los transeúntes que caminan a diario en el centro de la urbe porteña.Miguel Canales

“La prostitución en el centro es un problema abandonado”

Según las meretrices del centro de la ciudad, tienen convenios con ciertos hoteles para ejercer su labor. Administradores dicen que se han ‘adaptado’.

Son las 10:45 y una pareja sube las escaleras del hostal. El recepcionista, sin intercambiar palabras con los ‘huéspedes’, toma un preservativo de una canasta, una toalla pequeña y una pastilla de jabón. Se los entrega, y la mujer le da un billete de 20 dólares. “Ya mismo me das (el cambio)”, susurra la chica con un tono confianzudo.

A ‘Hugo’ (nombre protegido) le cuesta reconocerlo. Dos minutos después, otra prostituta se acerca a su recepción y se repite el proceso: sin cruzar palabras le entrega el preservativo, el jabón y la toalla. Finalmente, confiesa que a pesar de que el establecimiento que administra es un hostal, en su interior se ejerce la prostitución.

Calcula que 10 trabajadoras sexuales que se pasean por las calles Colón, 10 de Agosto, Pío Montúfar y Quito, del centro de Guayaquil, llegan a diario a alquilar las habitaciones.

Se excusa y argumenta que él lo que hace es cobrar por el servicio sin preguntar qué van a hacer dentro o qué profesión tienen los huéspedes, como en cualquier hostal u hotel.

Aclara que a ellas les cobra exactamente lo mismo que a “cualquier persona”, o sea, 10 dólares la noche y 6 el instante. Sin embargo, Sonia, que espera a diario a sus clientes sentada sobre un banquito verde afuera del local, revela que entre ciertos hoteles de la zona y las meretrices hay una acuerdo tácito.

“Nos dejan (las habitaciones) en 2,50”, dice la adulta mayor, de 63 años, mientras se zampa un pedazo de sandía en la calle Colón. No solo el hostal de ‘Hugo’ las ‘apoya’, dice la señora de pelo canoso, y señala a otro local con el rótulo de “hotel” en la entrada.

‘Sergio’, que lo administra, lo niega y asegura que quienes les abren sus puertas a las prostitutas son algunos ‘vecinos’ que han adaptado habitaciones para el negocio sexual y es por eso que ellas continúan allí.

Sin embargo, ni comerciantes, ni moradores consultados por EXTRA conocen de residentes que se dediquen a esta actividad. Eso sí, tienen identificados a todos los hoteles que sirven al trabajo sexual. “Solo en la 6 de Marzo hay más de tres”, dice ‘Francisco’, quien tiene un local de venta de ropa en la zona.

Para el presidente de la Cámara de Turismo del Guayas, Holbach Muñetón, la prostitución en el centro de la urbe “es una problemática abandonada, que todos la han dejado ahí”. Él, en cambio, asegura que no todos los propietarios de hoteles y hostales del sector consienten la actividad, al contrario, esta les perjudica.

“Nosotros estamos trabajando por la reactivación turística del centro de la ciudad. Son zonas complicadas, incluso ha habido hoteles que han tenido que cerrar por amenazas, porque (los dueños) no las dejan entrar a trabajar”, recordó.

Luis Arévalo, quien administra un hotel en los alrededores del parque Chile, se queja de que lamentablemente es una situación que les ha afectado a quienes no tienen acuerdos con las trabajadoras sexuales.

“Nosotros no podemos controlar quién entra y quién no, pero nuestro establecimiento es turístico y no aprobamos esa labor”, aclara.

La prostitución fue un problema en aquella zona hasta que se instaló, en la calle Capitán Nájera, la Unidad de Policía Comunitaria (UPC), comenta Yolanda Mendieta.

Allí, cinco oficiales con 60 agentes a su cargo recorren el circuito. Pablo Gonzaba, quien trabaja en la UPC, comenta que el trabajo sexual en ese sector está controlado. “Más bien son los recicladores, que aunque no sean antisociales, generan la percepción de inseguridad”, comenta.

Yolanda coincide con el agente y reitera que, aunque hace años las chicas provocaban molestias a los habitantes, ahora los disturbios se han acabado. “Lo único que hay son borrachitos en la noche, pero es porque existen bares en los alrededores”, se queja Dora Balladares.

Billy Navarrete, secretario ejecutivo del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, mencionó que, a pesar de no haber una prohibición o norma que regule el trabajo sexual en las calles Guayaquil, esta actividad resulta incómoda para los habitantes, pero no por la presencia de las mujeres en sí, sino por lo que acarrea la actividad, como robos o expendio de droga.

“En otras ciudades hay el control a partir del registro de esta práctica del trabajo sexual. Lo que se aconseja es que haya cierta organización que pueda evitar daños a los vecinos. Hay que reubicarlas en zonas que estén libres para la práctica, que estén despobladas”, precisa.

Hay algunos habitantes a los que, a pensar de que ellas llevan más de cuatro décadas trabajando en el lugar, todavía les incomoda su presencia. Otros, revela ‘Juana’, se han adaptado tanto que hasta vieron oportunidades de hacer dinero con el negocio del sexo de paga.

Ella es administradora de un hostal en la 6 de Marzo y, enojada, dice que su negocio es llenar sus habitaciones y no puede adivinar el oficio de quienes ingresan al lugar. “Aquí no discriminamos a nadie”, reclama la rubia, mientras le pasa un preservativo a una joven que acaba de entrar con otro hombre.