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Un silbato de plástico que le regalaron los vecinos lo acompaña en su oficio. Permanece en la calle desde las 06:00 hasta las 20:00.GUSTAVO GUAMÁN

Don Enrique, el vigilante de la calle De las Toronjas

Hace siete años, el señor instaló su caseta a pocas cuadras del Centro de Detención Provisional y espantó a los pillos y ‘drogos’.

Es el ‘ojo seco’ de la calle De las Toronjas. Desde una estrecha garita de metal Enrique Olmedo Caicedo García vigila cuatro cuadras. No tiene armas, pero sí un pito de plástico que hace sonar cuando sospecha que algún pillo merodea el sector.

Al ‘veci’ del barrio El Inca, en el norte de Quito, lo llaman Don Guardita, ya que hace aproximadamente siete años se convirtió en el custodio de esa vía en la que se sitúa el Centro de Detención Provisional (CDP) de El Inca.

Dice que fueron las mismas autoridades, que dirigían la prisión en ese entonces, quienes lo motivaron a levantar su puesto de vigilancia. “Era muy peligroso, mucho robo y gente drogándose”, describe.

Reunió 400 dólares y compró la caseta de metal, pero un día después de que se instalara en la calle, los municipales se la llevaron. “Bueno, yo sé que estaban haciendo su trabajo. Así que tuve que conseguir 450 dólares más para obtener el permiso”, acota.

La pandemia lo golpeó

Enrique nació hace 64 años en Sucúa, provincia de Morona Santiago, y trabajó en una hacienda de La Maná, cosechando naranja.

Tiene nueve hijos a los que tuvo que criar cuando su esposa lo abandonó. Luego ellos también lo dejaron al alcanzar la mayoría de edad, entonces Enrique tomó su ropa y se mudó a la capital en busca de un nuevo oficio.

Y lo encontró en esa calle del norte. Rentaba un cuarto en una casa con un gran árbol de aguacate y cada mañana se cuadraba sobre la De las Toronjas a cuidar los autos de los visitantes de la cárcel. “En esos tiempos era bueno. Había veces que llegaban esos autos con vidrios polarizados y me daban cinco dólares para que les cuidara el suyo”, recuerda.

Actualmente apenas saca para la comida. Necesita 5 ‘latas’ al día para el desayuno, el almuerzo y la merienda. Pero “con el chulla (único) carro que viene ahora” no gana ni para una de las tres ‘jamas’.

Los habitantes del lugar le brindan una empanada y un cafecito para ‘matar’ el hambre.GUSTAVO GUAMÁN

Esos son los estragos que le dejó la pandemia y, últimamente, la crisis carcelaria. “Ya estaba mejorando la situación, pero con la fuga de cuatro (el fin de semana pasado) de nuevo suspenden las visitas y esto queda vacío. Los vehículos de los agentes y guías no pagan nada”, se resigna.

Se ‘come la película’

Desde primera fila, Enrique ha visto y escuchado todo tipo de ‘espectáculos’ en El Inca. “Los presos pelean o ponen música chichera a todo volumen. A veces llega la amante a visitar y cuando sale la esposa le está esperando y se van a los golpes. A mí me ha tocado separarles”, cuenta.

Antes, los familiares de los privados de la libertad se amanecían en la vereda del CDP para ingresar a visitarlos. “Era muy triste, dormían sobre plásticos y cartones, hasta los niños. Había gente que les cobraba 20 dólares por guardarles el puesto”, rememora.

Ahora todo es diferente. Les colocan un sello para que vuelvan al día siguiente y no pernocten en la calle. “Es más tranquilo así”.

Pese a que la presencia de la cárcel genera una sensación de inseguridad en el sector, los vecinos aseguran sentirse más seguros con Don Guardita. “Es muy educado, yo doy fe de que es una buena persona”, describió una joven que labora por ahí.  Al verla pasar, él se saca el sombrero y sonríe. Muchos lo estiman.

Es muy educado con los residentes. La gente de El Inca lo aprecia.GUSTAVO GUAMÁN

“Son muy buenos conmigo, un vecino me presta electricidad para la caseta y otro me regala una empanada o un cafecito”, cuenta.

Piensan que es extranjero

Enrique es alto, de ojos claros, cabello castaño y piel bronceada. Y por eso, la gente piensa que es colombiano o venezolano, él les muestra su cédula.

Sus hijos lo apoyan

Don Guardita dice que sus nueve hijos -entre ellos un par de gemelos- trabajan y le ayudan con un poco de dinero para cubrir sus gastos.