Irene Calero y Julio Sacoto esperaban ver su vivienda llena de girasoles para el día en el que se casara su primogénita, Valeria, médica de 28 años.

Y desde la tarde del jueves 25 de abril, la sala de su casa se llenó de girasoles, las flores favoritas de la joven. Están ahí, pero en un contexto triste. Sus conocidos y allegados los llevaron en memoria de Valeria, luego de que esta falleciera poco después de realizarse una liposucción y mamoplastia.

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“Valeria nos comentó hace casi un mes que quería operarse, pero esa decisión fue de un momento. Ella siempre dijo que no le gustaban las cirugías”, cuenta Irene. “Le dije que ella no lo necesitaba, que dejara de comer en las noches y que vaya a la piscina a ejercitarse, si ella había sido seleccionada de Ecuador de waterpolo, hacía crossfit hasta hace un tiempo y estaba completamente sana”, añade la madre.

Pero para Julio e Irene hay algo más importante según su credo: “Dice en la Palabra de Dios (la Biblia) que, por la desobediencia a sus padres, sus días serán cortados”. Esta frase, dicha por Julio, resonó al recordar que su hija era una “mujer muy obediente, luchadora, que no quería depender económicamente de sus padres. Era creyente en Dios y se dedicaba a predicar a quienes querían escuchar”. Sin embargo, desde hace un mes había cambiado de actitud y se fue en contra de su voluntad con respecto a la cirugía.

“Tal vez se dejó llevar por comentarios de que esto era una cirugía rápida y sin ningún peligro, pero no fue así. No tenemos ningún rencor o resentimiento con los médicos, pero sí queremos que la justicia terrenal se imponga y se esclarezca qué fue lo que sucedió, porque de la cirugía no sabemos nada”, aclara la cabeza de la familia Sacoto Calero.

Mientras, uno de sus tres hermanos, José (27 años), dice que cuando escuchó de la idea de su ñaña y le envió un video en el que ella estaba ejercitándose, como un mensaje sugestivo. “Nos falta Valerita. Ella, incluso, ayudaba a sostener el hogar”, revela Julio.

Su madre explica que, al tener dos trabajos (en un hospital de Durán y en otro ubicado en el centro de Guayaquil), Valeria podía asumir gastos que sus padres, debido al declive de su negocio, no podían manejar.

“Ella era la que pagaba la carrera de Medicina de Josué (el otro hermano) y me pidió que le buscara un curso para James (el hermano menor), que entrará a la universidad”, recuerda Irene con dulzura.

La noche del martes 23, Valeria le había dejado un mensaje de voz en WhatsApp a su mamá. En este, ella le contaba que a la mañana siguiente (a las 09:00) entraría al quirófano, por lo que “quería mi apoyo”. 

Esa noche, según Irene, no le contestó porque sabía que era tarde. Sin embargo, en la mañana el mensaje de su mamá deseándole que Dios esté con ella llegó al teléfono de la joven médica a las 08:00. En este, además le pidió que le enviara los detalles del consultorio. “Yo solo sabía que era en Torres del Norte (avenida Miguel H. Alcívar)”, dice la mujer.

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Su día transcurrió entre la incertidumbre de cómo había salido del quirófano su primogénita y el silencio de los familiares que habían acompañado a Valeria a la intervención. “Todo el día tuve un mal presentimiento. Estuve intranquila, sentía como que algo malo podía haber pasado. Mientras hacía tiempo, fui a la casa de una hermana”, comenta Calero.

En el momento del relato, su voz se quiebra y cierra sus ojos intentando tomar fuerza, pero al ver a su esposo y sus otros tres hijos lagrimear, Irene no se puede contener y llora.

“Estábamos por salir hacia casa y en ese momento escuché que mi esposo dio tres gritos diciendo ‘no’. Yo me acerqué a preguntar qué había pasado y él me respondió: ‘Mi hija se murió’. Yo solo le contesté que eso no podía ser verdad, que era una mentira, que mi hija no podía estar muerta”, dice entre lágrimas y un corto suspiro.

José había recibido una foto en la que se observaba el cuerpo de Valeria sin vida, con un tubo ingresando a su cuerpo a través de su boca, con sus aretes puestos y con un “Valeria se murió” acompañado de la ubicación en la que se encontraban. “Eso me lo envió una prima de las que habían estado con ella. Fue un mensaje tan duro, (no supero) que me lo hayan dicho como que no se trataba de la vida de mi hermana”, expresa José.

Enseguida acudieron al sitio donde se encontraba el cuerpo de Valeria. Allí supieron que no se trataba del mismo lugar donde fue operada, sino que la habían llevado hasta una clínica privada, ubicada en la avenida Francisco de Orellana, en la sexta etapa de la Alborada, para que reciba los primeros auxilios luego de una complicación.

Según partes de Fiscalía, se trataba de un desmayo y posterior descompensación, pero en la necropsia consta como tromboembolia, provocada por la presencia de un coágulo de sangre en el torrente.

Josué recuerda que “al llegar, en esa clínica nos dijeron que ella no tenía signos vitales cuando la trasladaron y que enseguida llamaron a la Policía. El médico, el doctor Manuel Iturralde, fue retenido y otra persona intentó fugarse, pero logramos detenerla para que aclare qué pasó”.

Lo que sucedió después solo fue dolor para la familia Sacoto Calero. Enseguida asentaron una denuncia por supuesta mala práctica médica porque, según sus indagaciones, el sitio donde fue operada Valeria no estaba registrado como un consultorio médico o quirófano, sino como un local de venta de insumos médicos.

La audiencia se efectuó la noche del jueves 25 y en esta se dictó arresto domiciliario para el médico. Mientras que el anastesiólogo, según partes de Fiscalía, habría huido al notar que Valeria estaba sin vida.

El abogado Jacobo Quintero-Touma, defensor del médico que operó a Sacoto el pasado 23 de abril, mencionó a EXTRA que para este tipo de investigaciones es relevante esperar los resultados de la autopsia, puesto que sin esto lo demás son solo “elucubraciones (hipótesis) personales”, que generalmente son influidas por el dolor de la pérdida.

De acuerdo con la autopsia de la Unidad de Medicina Legal, Sacoto falleció debido a un infarto agudo del miocardio, insuficiencia respiratoria y tromboembolia. “Como todo médico sabe (…) una tromboembolia es un hecho fortuito que se puede presentar durante una cirugía, antes o en días posteriores”, argumenta el jurista, y agrega que esta situación también se podría presentar en otras situaciones ajenas a cirugías, como hacer deporte por ejemplo. Por ello, enfatizó que “es un hecho no atribuible a mis clientes”. 

Por su parte, los padres de Sacoto sostienen que su hija era saludable y que en los exámenes previos a la operación todo estaba en orden.

El jurista precisa que la situación de la tromboembolia se presentó cuando ella estaba siendo dada de alta, aproximadamente dos horas después de la cirugía, instante en que fue llevada a la clínica privada.

“Hay que aclarar que no es que la clínica donde se hace la intervención no cuenta con equipos. Las clínicas del día no tienen terapia intensiva, porque no necesitan tenerla, son clínicas para cirugías ambulatorias. Entonces, las clínicas del día sí tienen los equipos, pero no se llama terapia intensiva”, subraya el especialista.

Según los registros judiciales, el médico Manuel Iturralde Segovia, cirujano que intervino a Valeria, tiene una investigación previa en el año 2021, por homicidio culposo por mala práctica profesional, mismo delito con el que la familia de Valeria lo denunció.

Sin embargo, su abogado Jacobo Quintero-Touma (foto) dijo “que una persona tenga investigaciones en la Fiscalía no quiere decir que sea culpable”. Comentó que es habitual que los doctores tengan muchos pacientes, por lo que “es posible que se presenten casos (judiciales) a lo largo de su vida profesional”. “Mi cliente nunca ha sido culpado por un caso”, finalizó. (DAA)

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