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Crónica
Marianella, la exprepago que evangeliza a sexoservidoras de la 18
Marianella Peña a los 10 años sufrió de cuatro abusos sexuales. A los 20 ejerció de ‘prepago’ en Guayaquil, oficio que casi le cuesta la vida y la llevó a la cárcel en Italia. Hoy evangeliza a sexoservidoras de la 18
Marianella Peña no esconde su pasado, al contrario lo cuenta como testimonio del amor, perdón y transformación en su vida. Suspira al entrar en ciertos detalles de su mundo pasado, pues afirma que hay episodios que su familia desconoce, pero está dispuesta a sacarlos del cofre.
Confiesa que antes de hablar para EXTRA una voz le decía: “No, ¿para qué lo vas a hacer?”. Pensaba escabullirse de la entrevista, pero recordó que lo sucedido no es para avergonzarse, sino para salvación de muchas mujeres que se dedican a la prostitución, quienes por este oficio destruyen sus hogares y vidas, asegura la mujer de 39 años.
Para ella es duro regresar a 1991, ya que reaparecen en su memoria las cuatro ocasiones en las que fue abusada sexualmente por familiares y vecinos, todos adultos. En la primera escena rememora a la niña de 10 años que fue lanzada a una cama por un pariente. “Él tenía 40 años y vivía cerca. Con la excusa de que alguien me llamaba a su teléfono convencional, me hizo entrar en su cuarto. Me echó sobre el colchón, bajó mi calzón y me mostró su pene. Dijo: ‘¿Qué prefieres?’ y tocó su miembro y su boca. Como yo no entendía lo que pasaba y estaba asustada, señalé la boca”. Él le mordió su parte íntima hasta sangrar.
Su padre se enteró del hecho y por poco mata al abusador. Pero eso no sería lo peor que soportó ese mismo año, ya que tres familiares mujeres tocaron sus partes íntimas, con el pretexto de bañarla. “Desde entonces tuve confusión sexual, empezaron a gustarme las chicas”, sostiene.
Actualmente, Marianella puede contarlo sin llorar porque asegura que Dios la libró del dolor y resentimiento. “El perdón lo recibí del Todopoderoso, no me lo puedo quedar, por eso lo doy a quienes me ofenden”.
El inicio de su perdición
Cuando ella tenía 18 años su papá falleció en un accidente de tránsito. Dos años después murió su madre (al parecer por dengue hemorrágico), por lo que le tocó hacerse cargo de sus dos hermanos menores de edad.
Ese mismo año empezó a convivir con un hombre, el padre de sus tres primeros hijos, quien le fue infiel. Vivían en el suroeste de la ciudad.
En 2001, cuando supo del engaño, Marianella hizo lo mismo y mientras estaba con él tenía encuentros sexuales con otros hombres. “Andaba con cuatro a la vez, aparte de mi marido. Así empecé a ser ‘prepago’, de manera oculta. Estaba ciega, pues tuve buenos trabajos, laboré en un banco y en el aeropuerto, pero vino a mí un deseo irrefrenable de estar con varios hombres”, manifiesta.
No fue la bella Italia...
“En el mundo de tinieblas en el que me hallaba llegué a estar con mi suegro. En 2007 nos fuimos de vacaciones a Italia, pues él tenía la ciudadanía italiana. Mi idea era conocer y regresar, pero la de él era prostituirme. Apenas llegamos dañó mis papeles y me puso a trabajar. No tenía a dónde ir ni contaba con nadie”. Durante los tres años que permaneció allá lloraba cada día.
Su ‘chulo’ le decía que si ‘camellaba’ más, pronto volvería a Ecuador, pero ella tenía miedo porque en Italia se había expandido el VIH.
“Una amiga me dijo que por noche se hacía mil euros; tenía que mandar plata a mis hijos, así que lo hice, pero me pasaron cosas terribles. Unos árabes me quisieron violar y un viejo billeteado me contrató para cumplir una de sus fantasías: tener sexo en una vía de trenes. Escuché una voz que decía: ‘corre’. Me asusté y me fui, días después supe que él tenía sida. Dios me cuidó esa vez y también cuando mi ex me quiso matar en dos ocasiones: en una me atropelló y en otra me amenazó con un cuchillo. Me golpeaba y encerraba, pero gracias al Señor logré escapar”, declara.
Milagro en ‘cana’
El dinero que lograba reunir se lo enviaba a su hermano, quien cuidaba de sus hijos. Un día cuando estaba en la calle, la Policía la detuvo por no portar documentos, en 2010.
Mientras estuvo en una prisión de Roma algunas reclusas la perseguían para violarla. Una de las internas, antes de salir de la cárcel, le regaló su Biblia. “De repente se me vino la palabra ayuno, nunca lo había hecho, pero le dije a Dios que lo haría, pero que me regrese a Ecuador”.
Cuando cumplía la penitencia en su celda llegaron tres brujas satanistas colombianas. Ellas se desnudaban y se ponían en todas las posiciones incitándola a tener sexo. “Como no les ‘paré bola’ comenzaron con su hechicería, tenían naipes y cigarros. La de más rango me dijo: ‘Estás ayunando’. Por miedo me hice la ‘loca’, porque eran tres contra una. Ella decía que cuando no ve (lo que le revelan) las cartas es porque alguien ayuna”.
Como no le gustó ese ambiente fue al patio del penal. No había nadie y oyó una voz que le dijo: “Alístate, a las tres de la mañana te vas a tu país”. Pensó que por el ayuno estaba delirando, pero dos veces escuchó el mensaje celestial.
Se fue a empacar y estar pendiente de la hora. Las internas le preguntaban qué hacía y ella les respondió que todas saldrían en libertad y se irían a sus países. Ellas se rieron, pero a las 03:00 se cumplió lo revelado. Un uniformado llegó al calabozo y les comunicó sobre sus salidas. La bruja de rango le dijo: “Tú estabas ayunando”.
La verdadera libertad
Al dejar la prisión, Marianella prometió cambiar, pero no lo cumplió. Ya en Ecuador, ese mismo año, volvió a la misma vida. Sin embargo, Dios le mandó un mensaje cuando estaba en la calle. Un hombre se le acercó, ella sonrió y aplicó sus encantos para seducirlo, pero él tenía otra intención...
- Vengo de parte de Dios a darte una palabra. Él dice que es la última oportunidad que te da, te está llamando.
- No puedo, soy más diabla que el diablo. No creo que me perdone.
- Uno me ayuda con el alquiler, el otro con la comida, ¿de qué voy a vivir? (pensaba Marianella).
- No te preocupes por quién te va a mantener, ahora dependerás de Dios.
Luego de ese encuentro fueron a la casa de una prima y Marianella hizo una oración de arrepentimiento y fe, que provocó una manifestación demoníaca. Ella se golpeaba contra el piso mientras era liberada.
“Fue una guerra espiritual, Dios me estaba liberando de ese demonio que me manipulaba y llevaba a tener sexo con cualquier hombre. Con mi liberación empecé a ver lo que antes no podía, entendí que le hice mucho daño a mi familia, por eso pedí perdón a quienes lastimé, al padre de mis hijos, a las mujeres de algunos que fueron mis clientes”, relata aliviada.
Su familia está restaurada
A su esposo y padre de su último hijo, Eduardo Ulloa, lo conoció antes de estar en los caminos del Señor, él era su vecino en el suburbio. Afirma que bebía mucho y la maltrataba, por eso se separaron. Una vez lo vio en el templo, pensó que iba a molestarla, pero Dios lo llevó para rescatarlo y restaurar su hogar.
Asegura que el Creador le dijo, a través de un profeta, que eso sucedería y que tendrían descendencia. “Me puso de nuevo amor por mi esposo, él cambió completamente y ahora servimos juntos a Jesús, en la iglesia Renovación (sur de la urbe). Desde entonces volví a escuchar la voz de Dios, quien me habla aún en sueños”.
En pro de las prostitutas
Hace cinco años, Marianella predica en la calle 18, el popular barrio de tolerancia porteño, y reparte tratados (mensajes con la Palabra de Dios).
Testifica que es difícil salir de la prostitución, pero que no hay imposibles para el Señor. “Uno piensa que no se puede, pero eso es mentira del diablo, pues la Biblia dice que Cristo hace todo nuevo. Él escoge lo vil y lo menospreciado para avergonzar a los sabios. Hay gente que tiene full estudios, pero no sabe lo que es nacer de nuevo, es un cambio de vida”, señala.
Le entristece oír cuando alguien dice que una prostituta, sicario, adicto, se hace ‘hermanito’ luego de sus andanzas. “Eso es misericordia del cielo. Jesús no discrimina a nadie”, puntualiza.
Con su testimonio ha impactado las vidas de sus ‘excolegas’, unas 15 han salido del oficio, con dos está en contacto. Por una falla de su dispositivo perdió sus números, pero confía que Dios las mantiene firmes en su decisión de apartarse de la prostitución.
¡Sí es posible cambiar!
El ser humano es un individuo bio, psico, social y espiritual y desde la psicología no se puede negar la espiritualidad, manifiesta Eliana Rodríguez, psicóloga clínica, quien señala que la mente y el espíritu están interrelacionados, se afectan mutuamente y dependen el uno del otro.
“La sociedad piensa que ‘árbol torcido nunca se endereza’, pero no somos árboles, podemos cambiar. Las transformaciones pueden suceder cuando nos encontramos en una situación que nos toca profundamente y nos permite resignificar los valores y las creencias que antes nos constituían”, expresa la experta en salud mental, quien considera que Marianella debe tener acompañamiento psicológico, no para sanar, sino para sostener esos cambios.
Marianella Peña, evangelista