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Ellas los hicieron padres y... ya no están
Es la primera vez, en más de medio siglo, que Humberto y Gregorio pasarán un Día del Padre sin sus esposas, fallecidas durante la pandemia.
Humberto Ochoa se levantó el lunes con la sola idea de cumplir la promesa que le hizo a su esposa Fanny Pacheco hace 55 años, y que no había hecho por falta de dinero: construir una parrilla para celebrar el Día del Padre.
Dos días después, la estructura de cemento y hierro quedó lista en el patio de la casa que ambos compartieron durante más de medio siglo, en Pedro Moncayo y Venezuela, en el centro sur de Guayaquil.
Fanny no la verá, pero Humberto necesitaba, este domingo, homenajear a la mujer que lo convirtió en padre y que celebró junto a él por 55 años seguidos el orgullo de procrear juntos a tres hijas. Ella murió a los 78 años, el 13 de abril pasado, en medio de la emergencia sanitaria.
Humberto, de 79, no conoce otra forma de celebrar el Día del Padre. No entiende otra vida sin Fanny, a quien conoció cuando era un niño, de quien luego se enamoró en la adolescencia y con quien soñó para esposa durante el año en el que estuvo en el cuartel.
En 55 años de matrimonio, jamás hubo un solo día en el que estuviesen separados hasta que empezó abril de 2020 y tuvieron que alejarse cuando ella enfermó. La deficiencia respiratoria que finalmente terminó quitándole la vida en medio de esta pesadilla, ni siquiera le permitió despedirse de ella.
Tiene un álbum con un centenar de fotos que inmortalizan su felicidad. Lo saca y lo revisa para demostrar que allí estuvo Fanny, en cada viaje, cada proyecto o celebración. Resaltan las gráficas de su boda, en blanco y negro.
Era 1964, cuando se casaron, tras dos años de noviazgo. Un año después, Fanny le dio la noticia de que en su vientre crecía Ivonne, su primogénita. Luego llegaron Carolina y Patricia. Humberto ya no recuerda cómo se lo dijo, pero no olvida la sensación de orgullo que lo invadió y la promesa que hizo.
“Ella me decía que quería una parrilla, pero siempre pasaba algo y no podíamos comprar el material. Este año, que al fin pude compararlo, ella no va a estar conmigo”, solloza frente a un altar que armó para su compañera de vida en la sala de su casa.
El dolor está intacto y a pesar de estar rodeado por el amor y el apoyo de sus hijas, se siente incompleto sin su compañera, sin sus regaños, sin sus atenciones. Ahora mismo la imagina organizando la casa, la comida y la bebida para la celebración. Sabe que para ser padre hace falta una madre, una mujer que ahora ya no está.
Gregorio Gonzabay, de 79 años, tampoco puede pensar en este Día del Padre sin que sus mejillas se empapen de lágrimas. Su historia y la de Humberto parecen calcadas por la pena. Estuvo casado con Luzmila Quimí durante 60 años y solo su muerte, ocurrida el pasado 3 de mayo, los separó.
Gregorio y Luzmila nacieron en el recinto Sitio Nuevo, del cantón Playas. Allí se enamoraron y se casaron cuando él tenía 20 y ella 19.
Era 1940 y la semilla del amor no tardó en germinar en el cuerpo de Luzmila. Gregorio se siente orgulloso cuando recuerda el día en que ella dio a luz a su primer hijo Benjamín.
Aún estaban en el recinto y recalca que allí no había hospitales ni centros médicos, que rara vez se escuchaba la palabra cesárea y que las comadronas eran quienes iban a las casas a atender a las parturientas.
Así se convirtió en padre de Benjamín, Mariana, Francisca, Felipe, Mariuxi, Marco y Elías; en una casa cargada de nerviosismo y del olor a caldo de pollo con el que su esposa recobraba energías durante los días posteriores al parto. En ese entonces, los días del Padre, de la Madre, la Navidad, el Año Nuevo y todas las celebraciones que ahora congregan a las familias, pasaban desapercibidas.
“Nosotros comprábamos una funda de panes y los comíamos con chocolate”, rememora nostálgico. Él también armó un altar para su esposa en la sala de su vivienda y le cuesta pronunciar palabras para describir su ausencia.
Si tuviera que escoger uno, de los 60 años en los que celebró la paternidad de los siete hijos que procreó con Luzmila, se queda con el año pasado. Reniega de la pandemia y del virus, porque está seguro que la muerte es lo único que le arrancaría a su amor de su lado. “Mis hijos me acompañan, pero no es lo mismo. Ella era mi compañera, quien estaba ahí conmigo todo el tiempo”, dice acongojado.
Luego de la muerte de Fanny y Luzmila, tanto los hijos de Humberto y de Gregorio no los han dejado solos. Patricia, de 42, es la menor de las hermanas Ochoa Panchana. Sabe que hoy será un día difícil para su papá, que desde que Fanny se fue él tiene que aprender a vivir de otra manera.
“Mi mamá era quien edificaba este hogar. Mi padre tenía en ella a su base y su apoyo. Nunca tuvimos lujos, pero no nos faltó nada. Fueron 55 años de un matrimonio, que con problemas, como en toda pareja, supo salir adelante”, dice orgullosa.
Lo mismo siente Marco (42), el sexto de los siete hijos del hogar Gonzabay Quimí. Confiesa que es difícil mirar a Gregorio sin Luzmila, porque ambos siempre fueron una sola persona. “Mis hermanos y yo siempre hemos estado unidos y yo creo que es herencia de esa misma fusión que hubo desde el principio entre papá y mamá”.
A pesar del dolor, tanto Humberto como Gregorio están satisfechos con el hogar que formaron y con los hijos que criaron junto a los amores de sus vidas. Temían que este día llegara, porque las mujeres que les regalaron la alegría de dar vida ya no están y es el primer Día del Padre, en más de medio siglo, que la silla junto a ellos estará vacía.