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Darwin, el niño que ‘sueña’ con los pies
Darwin crece en una familia con pocos recursos económicos, por lo que aún no han adquirido ni los uniformes ni la lista de útiles que requiere para continuar con sus estudios. Aunque ya tiene cupo en una escuela pública.
Un cuarto de unos cuatro por cuatro metros es suficiente para que Darwin, de 8 años, salte, dibuje, escriba, ría sin que su discapacidad física del 87 % le sea impedimento. Él perdió la movilidad de sus brazos a causa de la poliomielitis: enfermedad que afecta a los nervios.
La mayor parte del día -cuando no va a la escuela- la pasa sobre una vieja cama apoyada en bloques de cemento. Dice que su mayor sueño es ser profesor, pues los que ha tenido han sido buenos con él y de ellos ha aprendido mucho. “Yo quiero enseñar a otros niños”, dice entre risueño y receloso.
Su madre, Marcia Tipantuña, prepara el almuerzo en unas pequeñas ollas: arroz con majado de verde y carne estofada. Comparte su tiempo en los quehaceres de la casa y el cuidado del niño. “A pesar de que es bastante independiente, tengo que estar con él”, relata.
Ella, de 29 años, oriunda del cantón Pujilí, en la provincia de Cotopaxi, llegó a Sangolquí, suroriente de Quito, hace cinco meses para probar suerte con su familia. Su esposo trabaja como albañil.
“Cuando era más joven ya viví en Quito, me gusta y mi hijo puede tener mejores oportunidades”, agrega.
Marcia no quiere tener más hijos, pues se ha propuesto apoyar los sueños de Darwin. “Quiero que se eduque. He luchado siempre para que vaya a la escuela como cualquier otro niño”.
Esta familia tiene un nuevo integrante. Hace una semana encontraron a un gato bebé en la calle. Darwin no dudó ni un minuto en pedirle a su mamá que lo adoptaran porque “estaba muy pequeñito y solo”, cuenta Marcia.
Ahora es el compañero de juegos del pequeño y lo ha nombrado Manchas.
Tiempos dolorosos
Cuando el niño tenía un año tres meses presentó lo que parecía un resfriado con fiebre e irritabilidad, pero sorprendió que esa molestia que pudo ser normal en otros infantes, luego lo dejara inconsciente por algunos días.
Marcia se mira en el espejo roto del armario que está junto a la cama y recuerda que esos días lloró mucho. Pensaba que su único hijo iba a morir.
Luego de una semana, el pequeño recobró la conciencia y ella la fe. Le dieron el diagnóstico: Darwin tiene poliomielitis.
Esta es una enfermedad viral contagiosa que puede provocar lesiones a los nervios y causan parálisis, dificultad para respirar y, en algunos casos, la muerte. Los niños menores de cinco años suelen ser los más vulnerables.
Según la Organización Panamericana de la Salud, esta se propaga a través de la vía fecal-oral, es decir, cuando las heces de una persona infectada llegan a la boca de otra. Esto puede suceder a través de agua o comida contaminadas.
El entorno de Marcia es muy precario, su familia se ha dedicado a la agricultura y el acceso a la educación ha sido casi nula.
Darwin no murió, pero sus brazos dejaron de moverse de a poco. Si acaso -con algo de fuerza extra- logra empujar cosas. Permanecen pegados a su torso. En sus pequeños dedos se le han formado callos porque cuando se moviliza los arrastra. Pero eso para él no es ningún problema.
Los dedos de sus pies tienen las mismas funciones. Es capaz de manejar el teléfono de su mamá a la perfección. En la pantalla táctil abre aplicaciones -sobre todo de juegos y videos- para entretenerse. Aunque su mamá lo regaña cuando se ‘envicia’ en eso y no come rápido.
La hora de alimentarse tampoco le quita la sonrisa. Marcia le sirve un pequeño plato con el arroz, el verde y la carne. Ese es uno de sus platillos favoritos. Él toma la cuchara con los dedos de su pie derecho y saborea su almuerzo. Debe agachar un poco el torso, pues el plato está a la altura de sus caderas. “Es una preocupación menos porque come solo y ya no lo tengo que darle en la boca”, dice la madre.
Según un informe del Ministerio de Salud de septiembre de 2020, el último caso registrado de poliomielitis data de 1990 en Durán, provincia del Guayas. Sin embargo, Darwin es uno de los niños afectados por esta enfermedad, desde hace más de seis años.
Educación y salud
Marcia cuenta que ha trabajado como ayudante de cocina y que no tuvo acceso a la educación. Sabe lo básico para entender algunos trámites y para defenderse. No recuerda qué vacunas le pusieron a su pequeño. No le explicaron.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), la Sierra y la Amazonía tienen la cobertura más baja que el resto de las regiones en cuanto a la aplicación de vacunas contra la poliomielitis.
En un informe, el último realizado en 2018, se observó que los hijos de madres con educación básica tuvieron significativamente una menor cobertura de la vacuna (89,9 %), en comparación con los hijos de madres con educación media (92,8 %) y superior (93,1 %).
Marcia mantiene la esperanza de que su hijo recobre la movilidad de sus brazos, pues los médicos le han indicado que con terapia física podría recuperarse.
En Pujilí encontró tratamiento gratuito y ahora busca un nuevo centro para continuar con las terapias gratuitas. También inició su quinto año de básica esta semana.
Él es muy querido y recordado en su antigua escuela, tanto que el 23 de agosto pasado le festejaron su cumpleaños número ocho con un pastel. “Estoy contento porque voy a tener nuevos amigos”, dice Darwin mientras dibuja un sol, la luna y una montaña en un cuaderno.
Le gustan las matemáticas, las ciencias naturales y ‘presume’ al equipo de EXTRA que ya sabe sumar, restar y escribir su nombre, aunque todavía no puede leer muy bien los textos.
Marcia está segura de que en la capital el nivel de educación sea mayor que en la zona rural donde vivían. Algo que puede aligerar el camino a su sueño de ser docente.
Consecuencias
Se afecta el desarrollo infantil
Para Amanda Andino, psicóloga especialista en Derechos Humanos, tanto el niño como su madre deberían tener acompañamiento psicológico.
“Aunque pueda reemplazar la forma en la que realiza sus actividades sí puede haber afectación en la socialización”, dice.
Además, la falta de recursos puede disminuir las posibilidades de recuperación o de mejoría en este tipo de condiciones. Marcia cuenta que ese tipo de cuidados no han tenido.
“La atención integral y psicológica es indispensable para que el niño crezca en un ambiente normal y sin discriminación”, acota la especialista.
Por ahora, él se mantiene contento y juguetón.
Según Cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta el 2020, en el mundo cerca del 83 % de los niños menores de un año estaban vacunados contra la polio, en el caso de Ecuador, el porcentaje llegaba al 72 %.