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Cununyacu: las piscinas del olvido
Los vecinos y comerciantes del sector aseguran que el cierre trajo inseguridad. Las ventas de los negocios han caído. El Municipio dice que necesita billete para abrirlas. ¡Qué lío!
Quienes llegan con ganas de darse un chapuzón al complejo turístico de Cununyacu, en el nororiente de Quito, se dan ‘con la piedra en los dientes’, pues las puertas están cerradas hace dos años.
Esto ha provocado -según moradores- que la inseguridad aumente y que los negocios se vayan a pique. “Desde la pandemia no abren. Estamos en la incertidumbre”, lamenta Alexandra Cóndor, quien atiende un local de víveres.
Ella puso su negocio hace unos meses, donde funcionaba un local de comidas. “Sé que la persona tuvo que cerrar porque no había clientes”, relata.
Cóndor tiene la esperanza de que los alimentos sean un negocio más productivo, aunque lo único que ha visto es desolación y asaltos. “Hace poco nos asaltaron, se entraron al local”, cuenta la vecina.
Desde hace dos años las hierbas han crecido sin control, lo que ha permitido, además, a los pillos esconderse para atacar a sus víctimas, según los moradores.
Este complejo está bajo la jurisdicción del Municipio capitalino.
Sin paseo
En el último feriado, el de carnaval, decenas de personas llegaron hasta el complejo turístico para disfrutar de las piscinas, pero tuvieron que regresarse.
Uno de ellos fue Fausto Ramos, taxista que no pudo viajar a la playa. “Decidimos quedarnos en Quito con mi familia por la crisis, pero nos llevamos un mal rato”, comenta.
Se asomó por la puerta de acceso al complejo que está llena de grafitis y solo vio maleza y basura. “Esto debería arreglarse. Todos pagamos impuestos y es un espacio público que tenemos derecho a usar”, agrega.
Pero esto no solo es un problema para los bañistas, también para los negocios en general, pues la recuperación económica luego de la pandemia no llega. “Lo peor es que la gente que viene buscando la piscina se ‘pega’ con nosotros”, dice Alexandra.
A la moradora le han increpado incluso con groserías por el motivo del cierre. “Solo les respondo que no es mío, sino del Municipio”, agrega.
Los robos
Patricia Tamayo tampoco puede estar tranquila en su tienda, ya que hace seis meses entraron al negocio para llevarse lo que había en la caja.
“Ni la farmacia se ha salvado. Los ladrones se aprovechan porque no hay gente (bañistas)”, relata.
En la zona también existen conjuntos de viviendas privados, por lo que pedir auxilio resulta insuficiente. “Tienen sus guardias, pero también están lejos. Tampoco nos pueden ayudar”, explica Patricia.
Un ‘melón’ para arreglarlo
Pablo Játiva, administrador de la Zona Tumbaco, a cargo de este complejo, indica que se necesita “por lo menos un millón de dólares para reabrirlo”, debido al grado de deterioro en el que se halla.
“Ya necesitaba intervenciones antes de la pandemia y ahora todo está agravado”, explica.
El balneario no recibió mantenimiento durante los meses que duró el confinamiento. Al mal estado de las piscinas, sistemas hidráulicos y áreas verdes se suman los taludes que amenazan con caer, sobre todo por la época lluviosa.
Según el funcionario, la Administración Zonal presentó un informe el 13 de diciembre pasado con la situación del sitio. “Allí propusimos también un nuevo modelo de gestión”, asegura Játiva.
Dicho modelo estaría enfocado a la reinversión de las ganancias que produce el complejo recreativo para generar autosustentabilidad.