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Ellas cuentan que uno de los implicados fue sorprendido robando dentro de una biblioteca.CARLOS KLINGER / EXTRA.

En Cuenca, con mano dura y bendita, religiosas enfrentan pillos

Misioneras de María Corredentora ahuyentaron a dos ladrones. Las elogian, pero no creen ser heroínas. Piden patrullajes alrededor de su congregación.

La gente admira su ñeque, pero ellas no creen ser heroínas por enfrentar a dos pillos. Las misioneras de María Corredentora agradecen con humildad los elogios: “Hicimos lo que cualquiera habría hecho”. Ellas lo toman con amabilidad, mientras se ríen un poco de esta fama que no esperaban tener.

Desde el 10 de septiembre pasado, día en que corretearon a un par de ladrones, sus conocidos las llaman y las mensajean para preguntarles cómo están. Se solidarizan con ellas y les indican que pueden darles una manita en lo que necesiten. Si están en la calle es igual. Les demuestran cariño a donde van.

Pero no es la primera vez que frenan a delincuentes. En la sede de su congregación, en el sur de Cuenca, en los últimos cinco años tres antisociales más que llegaron de ‘visita’ acabaron sometidos por las valientes religiosas.

El lugar está ubicado en la avenida de las Américas, en la cuadra conformada entre las intersecciones con la calle del Batán y la avenida 12 de Abril. Tiene puertas en ambos lados. Las monjas aún no saben por cuál se metieron los sujetos que pretendían robarles ese día.

La hermana Libia Jara, superiora general de la congregación, cuenta que dos compañeras descubrieron que uno estaba dentro de una biblioteca, en la residencia donde viven. Es una pequeña oficina, en el segundo piso, con una ventana que da hacia un callejón interior. Este conecta la casa con centros de estudios infantiles, una guardería y una capilla, que también conforman el terreno de la congregación.

¡A LO HOMBRE ARAÑA!

Lo que sospechan es que el individuo, a lo Spiderman, escaló por los ventanales de la planta baja, llegó a un techo que está a la entrada del domicilio y desde ahí se impulsó para ingresar por la ventana de la biblioteca. Tienen esa idea porque en uno de los pilares quedó la huella del zapato.

Un asaltante rompió una ventana para poder escapar por allí.CARLOS KLINGER / EXTRA.

En ese instante se encontraban 12 religiosas, quienes estaban reunidas en otro salón. “Una hermana salió para ver un material en la biblioteca, y de ahí venía el ladrón llevándose dos computadoras. Ella lo vio, gritó y todas fuimos de inmediato”, cuenta Libia.

Otra de ellas se unió para intentar neutralizar al malandrín, mientras que las demás se dispersaron hacia las otras edificaciones para que el sujeto no tenga chance de meterse a otro lado.

En pleno forcejeo, el hombre agredió a una, luego rompió el vidrio de la ventana y bajó ‘soplado’ por allí. Finalmente, pudo esquivarlas y salió de la congregación.

Durante el relajo hasta se le quedó un zapato atrapado entre los cristales rotos. Estaba tan ‘nerviosote’ que les lanzó la mochila con lo ‘choreado’ intentando que se retrasen en la persecución.

Para ese momento, ciudadanos que estaban a los alrededores supieron lo que pasaba y, ‘sin paro’, lo agarraron para que no escape.

El otro implicado estaba escondido en una habitación donde se guardan objetos litúrgicos. Y cuando las hermanas fueron a revisar si se sustrajeron más cosas, lo pillaron ahí metido.

Él, ni bien las vio, también quiso bajarse por una ventana. Sin embargo, las decididas mujeres lo agarraron de los brazos, haciendo que el cuerpo de la cintura para abajo le quede guindando. En ese rato, como caído del cielo, apareció uno de los policías que habían sido alertados del pleito, para ayudar a subir al sujeto.

Contra los dos mañositos se ejecutó un proceso abreviado. Ambos fueron sentenciados a 36 meses de privación de libertad por el delito de robo.

Aunque una de ellas fue agredida por el malandrín y sufrió heridas leves, se encuentra bien de salud.

BIEN ORGANIZADAS

Las hermanas tienen sentimientos contradictorios con esa resolución judicial. Les da tristeza que los involucrados hayan terminado presos de esa manera. Al mismo tiempo están claras en que tenían que defender lo suyo, que lo han conseguido con mucho esfuerzo y autogestión.

Actualmente, que han pasado ocho días de eso, recuerdan que en ese momento se dieron un buen susto, pero nunca dudaron de ‘frentear’ a los hampones.

“Les quitamos las computadoras que llevaban bajo los brazos y otras cosas como imágenes de Cristo, de la Virgen, un celular (...). Muchas corrieron a llamar a la Policía, otras fueron a cerrar el otro portón y las demás nos distribuimos por todos lados”, explica Libia.

Trabajaron en equipo. Y es que se han organizado ‘bonito’ en respuesta a los constantes rateros que pretenden sustraerles algo. Ya en otras ocasiones se les han llevado cosas. De la capilla se les robaron un Cristo grande, por ejemplo.

Piden que agentes policiales patrullen más seguido por la zona.CARLOS KLINGER / EXTRA.

Sus anécdotas espantando pillos se remontan a 16 años atrás. En una madrugada de 2006 detectaron a un facineroso, en una sala de computación donde se les daba clases a niños.

Una hermana lo agarró fuerte del brazo y él, para soltarse, con un desarmador la hirió en la mano. Después se tiró de la ventana y salió a la carrera, pero no pudo llevarse nada.

RESGUARDO Y APOYO

Las misioneras de María Corredentora están agradecidas con los buenos comentarios hacia ellas. Pero se sinceran en explicar que su valentía es, en realidad, una respuesta ciudadana más a la ola delictiva que arrasa el país.

“Yo no digo que somos heroínas, pero sí actuamos como cualquier persona actuaría frente a estas circunstancias, porque vemos la situación de inseguridad en la ciudad, en el país”, recalca Libia.

Un video donde se las observa fuera de la congregación, junto a policías que tenían contra el piso a los ladrones, se hizo viral en redes sociales.

Enfatiza que anhelan más patrullajes policiales. La avenida de las Américas está compuesta de locales comerciales y casas, como la avenida Guillermo Pareja Rolando, en Guayaquil. Las calles del Batán y la avenida 12 de Abril, a los costados de la congregación, son un tanto menos concurridas. Por estas características, el peligro aumenta en la noche, cuando muere el comercio.

Las hermanas no tienen guardias de seguridad en su predio. Es un servicio que, por ahora, no pueden pagar. Los recursos no les sobran. Les vendría bien una colaboración para eso.

“Con lo que pasó, la sociedad cuencana y el país se da cuenta de qué nos sucede a nosotras las religiosas. Porque pueden pensar que estamos exentas de cualquier peligro y resulta que no es así”, reflexiona.