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Victoria Floril suele acudir ante el Cristo cuando no hay concurrencia, pero en Semana Santa participa en diferentes actos.Alex Lima

Cristo del Consuelo, la tabla de salvación

Devotos depositan su confianza con oraciones.  En templo guayaquileño se realiza la mayor concentración de fe en Viernes Santo.

“... Llévame adonde los hombres necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría, simplemente por no saber de Ti...”, es el coro que se extendía en cada rincón del tradicional Santuario del Cristo del Consuelo, en el oeste de Guayaquil, mientras decenas de creyentes se arrodillaban ante esta imagen, elaborada en 1960, y que se convirtió en el refugio, en la tabla de salvación para millares de creyentes.

En el inicio de la Semana Mayor, mientras devotos aguardaban el oficio presidido por el vicario parroquial, padre Alfonso Reyes, había un ir y venir de fieles que llegaban a postrarse ante la representación de Jesús Crucificado, una de las figuras más admiradas en el Puerto Principal.

Entre aquellos fervientes feligreses estuvo Carmen Victoria Floril, quien miró con serenidad la efigie, musitó con los ojos cerrados y luego, inclinada, se persignó. “Tengo tanto que agradecerle”, indicó.

Recuperar su salud es una de las razones por las cuales doña Victoria agradecía a Dios en esta advocación de la que es seguidora desde los tres años, cuando acudía de la mano de su padre Segundo Agustín Floril Tobar.

Feligreses se volcaron a participar de los actos de Domingo de Ramos.Alex Lima

Ella asegura que el Cristo del Consuelo la salvó en la pandemia de la Covid-19. “Estuve mal, al borde de la muerte, me contagié en 2020 y por la fe que tengo en Cristo y en la virgen me sané. No tuve médico de cabecera, solo con Dios y remedios naturales”, narró la moradora del barrio que lleva el nombre de la parroquia, donde nació uno de los recorridos más multitudinarios de la ciudad.

Su hija también ha sido beneficiada con favores. No podía ser mamá porque tenía poliquistes y le iban a operar los ovarios. Doña Victoria pidió el auxilio divino, con mucha fe, y ahora es abuela de dos nietos.

Pero en su cadena de favores también contó haber sido beneficiada con un milagro para su primer nieto, quien sufría de convulsiones. Con su hija Johana Maldonado acudieron a suplicar por el niño y “a los dos años se recuperó”.

Para Elvira Salazar, su hijo es muestra de que el Cristo del Consuelo atiende los ruegos.Alex Lima

TRES MILAGROS

Otra de las creyentes del milagroso Cristo del Consuelo, Elvira Salazar, también acudió con su “milagro”: su hijo Guillermo, de 8 años. “Mi niño es autista y le he pedido tanto por él que mírelo, ni se le nota su condición. Está en escuela regular y va al cuarto de básica”, dijo complacida.

Pero no solo ha sido favorecida con su hijo. Hace unos once años llegó a pedirle por una tía, a la que los médicos le daban seis meses de vida por una grave enfermedad. Su pariente vivió siete años.

Otro milagro por el cual se ha convencido de que Dios sí escucha los ruegos ocurrió con un ahijado al que le habían detectado una dolencia cardíaca. “Lo traje y le dije: ‘mijito, agárrate, dile que te cure’”, rememoró.

El niño no requirió de cirugía. Por todo eso, “al Cristo le tengo una fe grandísima”, aseguró.

Ambas mujeres, como otras decenas de asistentes, participaron de la misa en la que se recordó los momentos de la Pasión de Jesús, el domingo 10 de abril de 2022, y al finalizar salieron regocijadas porque dentro del templo encuentran el alivio.

En el inicio de la Semana Santa, muchos devotos participaron de los actos litúrgicos.Alex Lima

Primer milagro en caminata

Las bondades divinas obtenidas por medio del Cristo del Consuelo, hecho por un artesano cuencano, surgieron desde la primera caminata que se hizo con esta imagen en Guayaquil.

Fue el 15 de abril de 1960, cuando sacaron la efigie de 1,70 metros para el recorrido penitencial en este templo y entre quienes se aprestaban a cargarla estaba un señor con muletas. Conforme hizo el recorrido, el hombre pudo caminar sin necesidad del apoyo.