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Confusión mortal puso una pausa a 62 años de música
Iban tras un joven, pero en la ‘cacería’ asesinaron al pianista y al bajista de la orquesta Blue Star. Los músicos cumplían una presentación en la casa de la suegra del vocalista de la banda. Uno de los criminales se dio cuenta del error.
La muerte de dos integrantes de la orquesta Blue Star, de Santa Elena, ha transformado la alegría que caracterizaba a esta agrupación musical en llanto y los acordes con los que ponía a su público a cantar y bailar no han vuelto a sonar. Han pasado 10 días del asesinato de Carlos Javier Eusebio Suárez y del mayor de sus hijos, Andy Javier Eusebio Guale, y sus familiares aún no asimilan que ellos no volverán. Su inesperada partida los tiene destrozados.
La madrugada del jueves 26 de enero, la presentación artística en el cumpleaños de un pariente de uno de los integrantes de la orquesta, se tiñó de sangre. Dos sujetos, quienes llegaron a bordo de un vehículo, entraron a la casa y arremetieron a tiros contra cuatro de los 12 músicos de esta orquesta peninsular formada hace 62 años.
Otras dos personas, una niña de dos años y su padre, quienes se encontraban en la fiesta, también resultaron afectados por los disparos.
Tres muertos y tres heridos fue el saldo funesto de este suceso que enluta no solo a una familia, sino a la música ecuatoriana. Los criminales, al parecer, buscaban a una persona, y “por confusión” entraron al domicilio donde los artistas cumplieron su última presentación. El dolor que atraviesan ha hecho que no tengan fecha para volver a los escenarios.
“Era el cumpleaños de la suegra de mi sobrino, uno de los vocalistas. A este evento no fueron todos los integrantes, porque era algo pequeño, fue una cortesía. Ya habían interpretado varias canciones y estaban descansando, iban a volver a cantar en unos minutos”, explica Hilda Eusebio, hermana y tía de las víctimas.
Cuenta que sus familiares llegaron al festejo, en el barrio 24 de Mayo, centro del cantón La Libertad, alrededor de las 21:00 y que el hecho violento se produjo a las 00:45 cuando estaban sentados, listos para servirse la comida que brindaban.
Los malandrines, al parecer, perseguían a un joven que se movilizaba en una motocicleta y quien se habría escabullido en una casa del sector. “En el exterior había varias motos estacionadas. Seguro pensaron que el chico que buscaban entró al domicilio donde se desarrollaba la fiesta. Dispararon a todos lados, a quien le cayera, sin importarles que había niños. Mi hermano Carlos estaba sentado cerca de la puerta, el balazo le cayó en la cabeza, su hijo vio cómo mataban a su padre. Él primo le dijo ‘Andy, corre’, pero uno de los individuos lo siguió y le dio varios tiros. Cuando iban a dispararle a mi otro sobrino, uno de los delincuentes le dice a su compinche ‘nos hemos equivocado, aquí no hay un taller... déjalo a ese man y vámonos”, relata.
Sostiene que, de acuerdo a versiones de testigos, los criminales buscaban una casa con un taller, pero que al ir al patio se dieron cuenta de que no era la vivienda ni las personas que querían ‘pescar’ para matar y se fueron.
“No saben qué dolor nos están haciendo vivir. Su equivocación le quitó la vida a mi hermano, él era el pianista, compositor y arreglista del grupo. Su hijo Andy seguía sus pasos y su gusto por la música. Hace un año comenzó a tocar el bajo. Era tan pegado a su padre que lo acompañaba a todos lados”, recuerda entre lágrimas.
El llanto de doña Cruz Suárez, madre de Carlos y abuela de Andy, interrumpe el relato de su hija. La señora, de 78 años, sentada en uno de los muebles de su domicilio, ubicado en el barrio Abdón Calderón, contempla fijamente las fotografías de su hijo y nieto. Sus lágrimas estremecen a sus seres queridos.
“Mi madre no ha asimilado que Carlos y Andy no volverán. Ella no encuentra consuelo, llora todo el día. Esta tragedia nos ha golpeado como familia, no sabemos qué va a pasar con la orquesta, por ahora todo se ha paralizado, incluso dos sobrinos también fueron alcanzados por los disparos, gracias a Dios ya están fuera de peligro”, comenta Daysi Eusebio, otra de las hermanas de Carlos.
Rememora que la banda fue creada por su padre y tíos, y que cuando ellos fallecieron sus hermanos, quienes comparten el gusto por la música, se hicieron cargo de la orquesta y no dejaron que el legado musical termine, porque incluso ahora sus hijos forman parte de Blue Star.
“A la muerte de mi padre, mi hermano mayor, Washington, se hizo cargo de la orquesta. Todos somos personas honradas, humildes, no nos metemos con nadie, todos los instrumentos los han comprado con el sudor de su frente. Quienes conforman la agrupación están tristes, ninguno tiene el valor para seguir. Carlos era el más carismático, su forma de ser lo hacía el alma de la orquesta. A su velorio y sepelio llegaron músicos de otras partes, muchos lo conocían porque él hacía las partituras para otras orquestas, así se ganaba la vida”, expresa Daysi.
A Amalia Guale, esposa de Carlos y madre de Andy, el dolor por la muerte de sus seres queridos la tiene en shock. “Mi esposo y mi hijo eran personas correctas, su única afición era la música. Carloncho, así llamaba de cariño a su cónyuge, no se levantaba ni para comer cuando estaba componiendo”, manifiesta.
Generación de músicos
Washington Eusebio, además de ser hermano y tío de Carlos y Andy, respectivamente, es el director y saxofonista de la orquesta. Él explica cómo inició la pasión de su familia por la música y cómo este gusto ha trascendido a generaciones, al punto de que ahora sus hijos y sobrinos viven de los escenarios.
“Ya vamos por la tercera generación de artistas. Primero fueron mi padre y sus hermanos, luego mis ñaños y yo, ahora son mis hijos y sobrinos. Nosotros no hemos tomado clases de música, lo nuestro es innato. Practicamos una y otra vez hasta que nos sale. Ensayábamos dos días antes de cada presentación”, detalla.
Señala que su abuelo fue guitarrista y que aunque no formó parte de una banda musical se presentaba en reuniones o eventos que se desarrollaban en su provincia.
“La orquesta se fundó por los años 60 con el nombre de Costa Rica. En 1992 le cambiamos el nombre, pasamos a llamarnos Estrellas Azules, pero por sugerencia del dueño de una disquera de Guayaquil le pusimos Blue Star, el nombre era más comercial y tenía más pegue con el público. Nos hemos presentado en Manabí, Los Ríos, Guayas y aquí en Santa Elena, nos codeamos con otras orquestas como Los Diamantes, Don Medardo y sus Players, Franklin Bands, Aguilar y su orquesta, cantamos covers o música inédita. La música no ha sido un trabajo, sino una pasión familiar, una devoción”. La misma pasión que mostraban Carlos Javier y su hijo Andy Javier el día que los asesinaron... el día que silenciaron la música.