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Las rutas del Trole no cambian luego de la apertura de la nueva terminal.Karina Defas

¡Acoplándose al ‘cambio de casa’!

Los usuarios de la nueva estación del Trole, en El Labrador, todavía se ‘pierden’ al momento de tomar un bus. El traspaso de actividades desde La Y es parte de la construcción del Metro.

Frank Ortiz hurgaba en el bolsillo de su pantalón 25 centavos para pagar el ingreso a la nueva terminal del Trolebús, ubicada en El Labrador, en el norte de Quito.

Se dirigía a su trabajo en el centro de la capital y para llegar a la estación tuvo que caminar desde la Diez de Agosto, por la avenida Isaac Albéniz.

“Sin exagerar, me demoré diez minutos en cruzar la calle porque existe una gran afluencia de vehículos”, contestó con el pasaje en su mano.

Ortiz iba a utilizar el servicio de transportación municipal por primera vez y, a su criterio, se debería ubicar pasos elevados en las avenidas principales para que los peatones puedan caminar sin inconvenientes.

Esto desde que las actividades de este sistema de transporte municipal se trasladaron a La Y, que será el nuevo punto que tendrá nexo con el Metro de Quito.

Los usuarios ahora tienen que dirigirse al sector del parque Bicentenario si desean viajar en este medio.

El funcionamiento comenzó el pasado 1 de junio, desde las 05:00, hora en la que se abre la jornada de los articulados y biarticulados. Luego de cinco días se observaba a los usuarios buscando un espacio en las filas para embarcarse en los automotores.

Otros, en cambio, caminaban apresurados y con cierto disimulo preguntaban el sitio exacto en el que debían esperar el siguiente vehículo de transporte.

Una de ellas fue Glenda Moreira, quien deseaba llegar al sector de El Bosque, en el occidente de la urbe. “Pregunté a un guardia de adentro de la estación y me dijo que afuera podía coger un bus”, comentó con cierta desazón.

Parada en la vereda, la mujer tuvo que tomar un taxi para dirigirse hacia su destino. Anteriormente, Morejón podía moverse tranquilamente en La Y, por la costumbre que eso suponía. Ahora se está acoplando a las transformaciones.

Para solventar este problema, adentro de la estación existen cabinas de información. Así lo confirmó Melanie Orellana, miembro del servicio de atención al usuario, quien detalló que se guía a las personas para que puedan tomar el transporte adecuado diariamente.

“Desde el día de la apertura, las personas ya tienen idea de cuáles son los embarques y desembarques”, comentó.

La mañana de ayer, los buses entraban y salían sin ningún inconveniente. Por la vía Isaac Albéniz se hace el ingreso de los carros pesados, así como la salida a los diferentes destinos.

Ernesto Galárraga, secretario general del Comité de Trabajadores de El Trole, no solo tenía tristeza por el cambio, sino que dijo que hay algunas observaciones en relación a la operatividad de los automotores. Una de ellas es que la nueva estación es algo estrecha para los vehículos biarticulados, según el representante.

Sin embargo, son cosas que con el paso del tiempo se tomarán en cuenta para desempeñar un mejor trabajo, acotó durante el cierre de la estación norte de La Y.

El último de los buses hizo su recorrido la medianoche del 31 de mayo, por lo que la antigua parada fue cerrada al público y espera ser rematada.

Pugna por un puesto en la calle

La mañana de ayer transcurría sin mayores contratiempos, hasta que una pelea alteró esa aparente tranquilidad. Dos hombres se agarraron a golpes frente a la entrada principal de la estación El Labrador.

El uno alzó sus puños para defenderse del ataque de la correa con la que lo atacaba su oponente. La gente se acercó para calmar los ánimos y la bronca se frenó.

Nadie suponía lo que ocurría hasta que Alexis Guerra contó lo ocurrido.

Él vende audífonos de manera ambulante y el pleito se dio con otro vendedor informal. “El señor vino y con insultos me dijo que me retirara. Esto porque era el punto de venta de él”, dijo Guerra.

Por su parte, John Jairo Redondo ciertamente estaba molesto por la intrusión de la competencia. El hombre es oriundo de Colombia y hace dos años comercializa cigarrillos. “Y como soy extranjero, ellos quieren adueñarse de la calle”, comentó.

Sin embargo, en lo único que coincidían ambas historias es que anteriormente vendían sus productos afuera de la estación La Y. Ahora buscan su espacio en los alrededores de la nueva gran parada, pero no se puede comerciar de manera informal.

Para evitarlo se montó un patrullaje con agentes de policías metropolitanos. Ellos se encargan de movilizar a los comerciantes que se apostan en algún lugar cercano.

En la antigua estación, el movimiento se hizo escaso la noche en que terminaron las operaciones del Trole. Esa fecha, una hilera de humo salía de las brasas hirvientes. Las carnes se doraban y el aroma invadía la acera que está afuera.

El movimiento de clientes alrededor de aquel puesto era escaso. Ese pequeño negocio pertenece a Elizabeth Guamán, quien a pesar del bajón en la venta no dejaba el entusiasmo, aunque era evidente su preocupación, porque con el cierre de las operaciones del servicio de transporte municipal tendría que buscar otro sector para vender.

“La verdad nos encontramos en un abismo, porque de ese modo nos quitan prácticamente nuestro trabajo”, comentó la mujer, sin descuidar a los pocos compradores.

Antes del traspaso, la gente ‘inundaba’ el sitio y el de otros comerciantes que laboraban, principalmente en la noche, afuera de la gran infraestructura.

En el caso de Guamán, ella todos los días llegaba a las 17:00 y su jornada se alargaba hasta la medianoche. “He estado aquí por doce años. Quise sacar los permisos para tener mi puesto en regla, pero no se ha podido”, aseveró.

La misma preocupación la tenía Pablo Núñez, conductor de taxi de la zona. “Estamos trabajando desde 1997. Con toda nuestra labor hemos mantenido a nuestros hijos y todas las familias”, precisó el angustiado hombre.

Asimismo, sus tareas iniciaban en horario nocturno. Llega a las 21:00 y por la naturaleza de su profesión se queda hasta las 02:00. Sin embargo, sus clientes muchas veces aparecen pasada esa hora y puede alargarse la jornada.

“La preocupación general de los compañeros es saber qué medidas se van a tomar para nosotros”, manifestó Núñez. Esto por sus clientes y porque su servicio es indispensable, debido a que también hacen rutas cuando los buses dejan de operar.

Ahora, afuera de la nueva edificación es casi imposible detener un taxi para recoger clientes. Apenas alguien se estaciona, los pitos inundan la vía. (MAG)