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Chullitas han desarrollado mejores 'cueros' con el pasar del tiempo
EXTRA lo lleva a un repaso histórico de las pintas de los quiteños. Además, expertos analizan el cambio anatómico. Ostentan mejores cuerpos.
La pinta de los quiteño sí ha tenido una evolución en el último siglo. No solamente con la vestimenta, sino con la apariencia física. Mujeres más ‘figuritas’ y hombres ‘fortachones’. Y los ‘cuerazos’ no son en vano. Lo explican expertos.
El historiador y profesor universitario Alfonso Ortiz dice que la anatomía del capitalino ha sufrido cambios en aspectos como en la estatura y en la expectativa de vida. “En tiempos de la colonia era de hasta 30 años, ahora se puede cruzar los 90”.
Para que se den estos cambios, Ortiz indica que fueron necesarios procesos de modernización en la alimentación, el mejoramiento en la salud pública y la globalización.
Francisca Cifuentes, máster en nutrición y dietética, explica que sí ha habido un giro en el biotipo del quiteño promedio. La experta comenta que en la actualidad los adolescentes son más altos y con mejor contextura que antes.
“Las chicas tienen mayor busto y su cuerpo agarra forma desde edades tempranas”, detalla. En los hombres, en cambio, la nutricionista menciona que tienen un culto al cuerpo, y lo vuelven más marcado y con mejor masa muscular que los chullitas del siglo XX.
Cifuentes señala que esto se debe a dos factores: la industrialización de la alimentación y el cambio del plato nutricional.
El primer aspecto se debe a la implementación de hormonas a los alimentos, como la carne. “Anteriormente, se comía pollo del campo a la olla, ahora estos vienen con hormonas y eso produce el crecimiento en los niños y las niñas”.
El otro aspecto es el cambio en el menú de los quiteños. Cifuentes afirma que al ser una ciudad andina, antes se acostumbraba a comer grandes cantidades de carbohidratos como los granos y la papa. “En la actualidad se ha implantado bastante proteína, lo que provoca crecimiento muscular”.
La moda
En la Carita de Dios se han asentado pueblos desde hace unos 8 mil años, según registros del Archivo Metropolitano de Historia.
Con el pasar del tiempo, el flow de los chullitas ha cambiado. Patricio Guerra, cronista de la ciudad, indica que la época en la que se podría notar un cambio radical es desde hace un siglo hasta ahora. Aunque ha habido choques culturales desde la conquista española.
Guerra añade que hace 100 años se popularizó la idea del chulla quiteño, un personaje quien, en cuestión de moda, era un modelo híbrido de gustos de las épocas coloniales y republicanas.
“Casi todos vestían igual, como ahora”. La diferencia está en la calidad y el precio de las prendas.
Fabián Amores, historiador y director del colectivo Mediarte, explica que en ese tiempo los hombres vestían sombreros de copa, un traje elegante llamado frac (se utilizaba en eventos nocturnos de la nobleza) y una camisa blanca.
Las mujeres llevaban faldas combinadas con blusas bordadas o vestidos largos. “En esos años se dejó de usar el corsé”, menciona.
Según el cronista de la ciudad, ahora es notorio ver a la mayoría de hombres vestir con camiseta, un jean y zapatillas. En las mujeres cambiaría la camiseta por una blusa. La diferencia, según Guerra, es si la marca es original o ‘chimba’.
Isaac López camina por la avenida 10 de Agosto. Luce una camiseta roja sin adornos, un jean, zapatillas caña baja y lleva en su hombro una chaqueta de cuero café.
El joven, de 25 años, confiesa que no se viste por alguna tendencia o moda, sino por comodidad, pero reconoce que hay grandes cadenas comerciales “que quieren imponer sus modelos de vestir”.
Añade que en épocas pasadas las personas tenían una idea de elegancia y glamour, pero ahora, según él, les gusta vestirse informalmente.
EVOLUCIÓN
Amores señala que durante el último siglo los quiteños estuvieron ‘bombardeados’ por la industria de la moda ‘gringa’ y europea.
A inicios del siglo XX, el experto explica que ocurre la liberación de las mujeres, que hasta ese entonces utilizaban vestidos que les cubrían todo el cuerpo. “Empezaron a cortarse el cabello. Se destapan más”.
Hasta ese entonces la referencia de la moda era París, desde los años 40, cuando Estados Unidos se convierte en potencia mundial y, según Amores, su poderío cultural nos avasalló. “Muchas empresas funcionaban con capital extranjero: el tren, los taxis de alquiler, la empresa eléctrica, la telefonía...”.
En ese entonces, ellas se vestían con trajes que les hacían notar ‘la cintura de avispa’, mientras que los hombres usaban trajes de sastre. Cuando llega el cine de Hollywood, Amores resalta que las personas querían imitar el modelo de la ropa que utilizaban los actores.
Compraban la tela y se mandaban a manufacturar a su medida y gusto.
Pasada la década de los 50, con la construcción del aeropuerto, de los supermercados, de medios televisivos y la llegada del rock and roll, los capitalinos tenían más acceso a la información y el estilo de vestir se diversifica.
“Las mujeres utilizan minifaldas y los hombres pantalones acampanados”, comenta. Desde entonces es difícil marcar una moda.
Amores señala que ahora hay una mezcla de todo por las tribus urbanas y porque la gente se deja guiar del cine, la farándula y las grandes marcas de ropa.
Andrea Recalde pasea con su hija por la Plaza Grande. La pequeña está vestida con un traje tradicional del siglo XIX. Tuvo un programa en su escuela por Fiestas de Quito. Recalde dice que las mujeres quiteñas se han revelado conforme ha ido creciendo la sociedad. “Hemos salido del yugo del esposo, del padre, del hermano”. Ella menciona que a la hora de vestir en el caso de la mujer no solo ha sido por moda, sino por la necesidad de sentirse visibilizada. “Dejamos las faldas por los pantalones”
Los valores no se deben perder
Con su cachucha a la mano y enternado, Fidel Guachamín camina con un grupo de turistas por el sector de La Colón, en el norte de la capital. Él es uno de los pocos capitalinos que mantienen la pinta del chulla quiteño.
El hombre, viudo, jubilado y de 77 años, comenta que desde que se casó, allá por la década de los setenta, se prometió no dejar de vestirse con terno. Y así lo ha hecho hasta el sol de hoy.
Tiene más de 40 trajes en su domicilio y agrega que por más que esté viejito no deja de causar sensación en las mujeres. “Lo malo es que no me puedo enamorar porque se pueden quedar con mi jubilación”, bromea.
Con respecto a los cambios que ha sufrido el quiteño, a Guachamín no le importan los giros en la moda. A su parecer “cada uno, cada uno”. Lo que sí le parece negativo es que los jóvenes de la actualidad, según él, han perdido los valores. No le quieren dar ni el asiento a las mayores de edad.
Guachamín, entre risas, se despide diciendo algo que para él era tradicional: “Me canso ganso dijo un zancudo cuando volar no pudo y cuando se le quebró el ala...”. Se detiene, sonríe y culmina “quédate ahí coju...”.