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Rosita realizó un ritual para sanar a la Madre Tierra.Cortesía

Desde el Catequilla, gracias Madre Tierra

El ritual se realizó en ese lugar ancestral y contó con solo 25 personas. Danzantes y una banda también asistieron.

Agradecer a la Madre Tierra por sus favores fue el motivo del encuentro en el cerro Catequilla de San Antonio de Pichincha, en el noroccidente de Quito. Un sitio milenario sobre la línea equinoccial en el que desde hace dos años se realiza una ceremonia para fortalecer el vínculo del ser humano con la naturaleza.

“Ahí estuvieron presentes los elementos (aire, tierra, agua y fuego). Se agradeció a la Madre Tierra porque nos permite residir en ella y por todo lo que nos ofrece”, reveló Lucía Chugá, responsable de la coordinación urbana de la Secretaría de Cultura del Municipio.

Este año, debido a la pandemia, el encuentro se realizó de una forma distinta. Apenas 25 personas llegaron hasta la montaña para participar en un conversatorio y actividades lúdicas como el reloj solar.

“No queríamos poner en peligro a nadie, así que asistió muy poca gente. La Banda Municipal y un grupo reducido de danzantes”, precisó la coordinadora.

Antes, al menos 300 personas formaban parte de esa especie de ritual para agradecer a la Madre Tierra sus bondades. La caminata partía desde San Juan de Calderón hasta el cerro Catequilla. “Eran cerca de tres horas. Lo lamentable es que no se pudo contar con toda la comunidad, sus risas, sus conversaciones”, comentó Lucía, quien ha sido cercana a estos espacios desde hace más de dos décadas.

Este año ha sido difícil por las circunstancias, pero no quisimos dejar pasar la oportunidad de agradecer a la Madre Tierra“.
Lucía Chugá

Cultura milenaria

La ceremonia se realizó a finales de agosto por el mes de las artes. “Con esto se trató de recuperar las memorias, incluso involucrar a los barrios de los alrededores de Catequilla para que fueran conocedores de esta cultura milenaria”, dijo la coordinadora.

Gloria Carabalí vive en la zona hace más de diez años. Aunque había escuchado de la ceremonia que se hace en el cerro vecino, jamás había participado. “Aunque uno vive cerca, a veces no se entera de estos eventos porque uno está trabajando o en otras actividades, pero ahora con la cuarentena uno pasa en casa y le llegan las noticias”, dijo.

Para ella hubiera sido una buena alternativa que el evento fuera transmitido por alguna red social. De esta manera se podría involucrar a toda la comunidad

“El útero es el centro de la creación”

Fue la primera vez que Rosita Mosquera participó en el espacio cultural de Catequilla, pese a que lleva años como sanadora y gestora cultural. En cuanto fue invitada a formar parte de la ceremonia supo que sería una buena oportunidad para reivindicar la identidad cultural de las personas del lugar y purificar la mente, el espíritu y el cuerpo. 

Vestida de amarillo como la diosa africana Oshun, tocó el bombo en el cerro Catequilla para llamar a las aguas dulces de los ríos y llevar la luz dorada a ese espacio ceremonial.
Dentro de los ritos que Mosquera realiza, el papel de las mujeres es sumamente importante. “El útero es el centro de la creación. Las mujeres somos dadoras de vida”, destacó.
Para ella no existe un nexo más fuerte que ese que une al ser humano con la naturaleza y sus elementos. 

“Somos como un árbol: la raíz es esa parte ancestral, el tronco es la identidad cultural de cada persona y las hojas y frutos son todo eso hermoso que tenemos para dar”, narró Rosita, quien es oriunda del cantón Eloy Alfaro, en Esmeraldas.
Actualmente vive en Quito, donde promueve espacios de sanación espiritual y de reivindicación de derechos para las mujeres.