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Los carros de Guayaquil 'amanecieron' en los talleres mecánicos
Las afectaciones a los vehículos aparecieron a la mañana siguiente del ‘baño’ obligado que tomaron el miércoles. Los gastos por reparaciones podrían ascender a una ‘luca’ y hasta más de eso.
En el ‘mate’ de Luis Murillo, habitante de la manzana 591 de la ciudadela El Cóndor, al norte de Guayaquil, hay una lucha campal. Él no sabe qué fue lo peor que vio durante el ‘chaparrón’ del miércoles 8 que dejó varios sectores de la urbe porteña bajo el agua: saber que su carro, un SWM rojo, estaba en medio de casi un metro de agua o ver a un vehículo flotando en la esquina de su residencia como si se tratara de alguna boya.
Al escuchar los truenos que alertaban del aguacero, él decidió resguardarse en su vivienda y dejó su ‘nave’ parqueada en la calle. “Estaba tranquilo, pero de un momento a otro vi que un carro empezó a flotar en esta esquina (a dos cuadras de la calle Guillermo Cubillo Renella)”, dijo señalando el punto exacto.
Luis no tenía idea de cómo había sucedido, pero tuvo la certeza de que debía mover su auto a un espacio con más altura. Sin embargo, esto no evitó que la ‘máquina’ sufriera de algún desperfecto. “Hoy fui a la gasolinera y lo apagué, pero me di cuenta de que el motor no se detiene, aunque el sistema eléctrico esté apagado”, se quejó.
A Mario, otro conductor, la lluvia también le ‘aguó’ los planes y hasta el bolsillo. Su vehículo quedó ‘varado’ en la avenida Benjamín Carrión y no pudo moverlo. “Tuve que guardarlo en un garaje y recién hoy fui a verlo. Creo que me quedaré un mes sin carro, porque es un gasto imprevisto y no sé cómo solventaré lo que cuesta el daño”, comentó contrariado luego de toda la odisea de la tarde del miércoles.
Pero, como para todo mal hay un bien, los talleres mecánicos llegan a salvar a los que se dañaron. “Muchísima gente se quedó botada, así que tendremos muchos clientes”, bromeaba ayer Joao Angulo, mecánico del taller Don Lucho, ubicado en Cuenca y la 19.
Comenta que los primeros daños de un carro luego de una lluvia empiezan con el tren delantero. Las galletas de freno se cristalizan; luego los discos se tuercen; después se dañan las rótulas y, finalmente, se revientan los amortiguadores. Sin embargo, el daño más caro es cuando el agua le entra al motor a través del depurador, que es “algo como una malla; en los carros modernos viene en la parte de abajo y eso da aire al motor”, explica.
Pero el dolor de cabeza de la lluvia no termina ahí. Las ‘cédulas’ de los carros, sus placas, también quedaron perdidas por la ciudad. Aurelio, empleado de Urvaseo, encontró dos de ellas en la calle principal de Sauces VI; no obstante, no fueron las únicas. Las redes sociales se ‘inundaron’ de avisos de placas perdidas o halladas.