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Bonsai, arte y pasión que cada día atrapa a más guayaquileños
En estas fiestas octubrinas se reactivan las exposiciones de estos arbolitos que, casa adentro, ayudaron mucho a sus seguidores durante los confinamientos
Hermosos todos. Unos sobre rocas que parecen montañas a escala, cubiertas de verdes prados; otros cultivados a partir de leños o trozos de madera muerta; y algunos más que se levantan sobre minúsculas islas rodeadas de lagos con nenúfares y otras plantas acuáticas. Son los bonsais, esos árboles pequeños que nos hacen recordar al señor Miyagi (Pat Morita) podándolos paciente y amorosamente en la película el Karate Kid; y que a algunos hizo dudar si tanta belleza natural y armonía de formas eran reales o fueron solo otra creación de la magia del cine.
Aunque para la mayoría de los mortales todavía es difícil comprender cómo la mano del hombre puede crear sobre simples macetas, árboles de un tamaño muy inferior al natural; lo cierto es que últimamente estos mal llamados 'enanos', se están metiendo en más hogares y en la vida misma de los guayaquileños y ecuatorianos en general.
Lo dicen los clubes y asociaciones de bonsai que, luego de los meses más duros de la pandemia, y aprovechando las fiestas octubrinas, están volviendo a las exposiciones y los talleres para que la gente aprenda a cultivarlos y a disfrutarlos.
"Estamos retomando nuestras exposiciones para que la ciudadanía conozca de este arte y que valore los árboles, especialmente los nativos del Ecuador, como las acacias, samanes, jacarandá, tamarindo y otros", dice a EXTRA Elizabeth Roca, actual presidenta del Club Bonsai Guayaquil.
Para estos días de feriado, el grupo tiene previsto ofrecer otra muestra en Samborondón, evento que también será aprovechado para inscribir más participantes a los talleres que darán en los próximos días. En la muestra reciente se inscribieron más de 30 personas a los cursos para principiantes y avanzados.
APRENDER Y "LLEVAR FELICIDAD A LA CASA"
Los amantes del bonsai tienen algunos espacios y escuelas para aprender este arte y producir los arbolitos. Una de ellas es el Bonsai Studio Guayaquil, que en las fiestas de julio y en el mes siguiente brindó cinco talleres en la Reserva Forestal Parque Senderos, frente al Parque Samanes.
La directora de esta escuela, Laura Gutiérrez, dice que "esta hermosa 'enfermedad' llamada bonsai está creciendo mucho en la ciudad" y anuncia para noviembre nuevos cursos "porque hay mucha gente ávida de conocer la técnica y llevar la felicidad a sus casas".
Gutiérrez, mexicana radicada en Guayaquil desde hace tres décadas, recuerda que cuando llegó a esta ciudad era poco o nada lo que se conocía sobre el bonsaísmo o sobre cómo transformar un árbol en bonsai. Ahora -recalca- esto forma parte de la vida de muchas personas.
"FUE UNA GRAN AYUDA EN PANDEMIA"
Este arte que se originó en la China milenaria, pero luego migró a Japón para desde allí diseminarse por el planeta antes de la Segunda Guerra Mundial, acaba de mostrarle a sus seguidores en la época más dura de la pandemia, que fueron el mejor aliado contra el miedo, la depresión, el aburrimiento y otros males provocados por los confinamientos y las noticias de muertes diarias por el virus.
"Para mí no existió la pandemia", asegura Catalina de García, al recordar que pese a que debió pasar meses aislada por ser adulta mayor, jamás sufrió lo que muchos de sus contemporáneos tuvieron que enfrentar en esos días de encierro y soledad.
Lo mismo asegura Nora de Chang, quien, como Catalina, es socia del Club Bonsai Guayaquil. Ella revela que algunas de sus amigas que no son del club, "tenían que estar yendo al sicólogo" para enfrentar esos aciagos días. "En cambio para mi -acota-, el cultivar mis bonsais me daba vida, amor, no me acordaba o no pensaba en la pandemia".
Ambas mujeres participaron de la exposición de estas plantas que su club ofreció desde el 1 al 3 de octubre de 2021 en el centro comercial Río Centro Ceibos. Se trata de un evento itinerante que también fue golpeado por la crisis sanitaria.
Roca, la presidenta del club, creado en 1985, explica a EXTRA que su institución no es un círculo cerrado, pues cualquier personas puede aplicar no solo a los cursos que brindan, sino también a ser socios. Un requisito indispensable, eso sí, es recibir la capacitación inicial que ellas brindan y que tiene un valor de $ 60, con los materiales incluidos.
DERRIBANDO MITOS
Esta y otras ideas y conceptos que se tienen de los clubes de bonsais en el mundo son desmitificadas por Roca y sus compañeros, así como por Gutiérrez, quien por muchos años fue instructora en jefe del club y también de la Asociación Jardín Bonsai del Ecuador.
Por ejemplo, pensar que este arte es seguido y cultivado solo por mujeres de avanzada edad no es tan cierto, ya que al momento hay también jóvenes de ambos sexos que se inscriben a los cursos.
Uno de ellos es Carlos Peñafiel, miembro del Club Bonsai, quien antes de la pandemia ayudaba a la presidenta, quien es su mamá, en lo relacionado con el gremio, pero nunca pensó que terminaría también cultivando especies arbóreas en miniatura.
Peñafiel cuenta que al momento hay una especie de fiebre en Guayaquil por aprender este arte. Para probarlo enseña la lista de personas inscritas para el próximo taller a brindarse en los próximos días.
El dinero que se recauda por estos cursos, así como lo que se obtiene por la venta de los árboles en las exposiciones, va destinado al pago del montaje de las muestras y a los gastos del club, que incluyen la traída de expertos al país para que den las charlas.
"Somos una entidad sin fines de lucro", recuerda Elizabeth Roca, quien insiste en que no es un pasatiempo de gente adinerada.
"Ahorita por la pandemia -comenta la bonsaísta mexicana- pusimos precios más accesibles porque la gente necesitaba llevar felicidad a la casa. Los talleres cuestan 25 dólares el día y vamos por niveles, vamos avanzando porque estamos intercalando el grupo de avanzados con el grupo de principiantes, entonces todos somos maestros y todos somos aprendices".
¿CÓMO HACER UN BONSAI?
La bonsaista Elizabeth Roca afirma que el método para crear estos árboles tiene cinco estilos básicos que rigen el tronco: recto formal, informal o moyogi, inclinado, cascada y semicascada.
Luego señala que hay algunas formas de crear un bonsai. Una de ellas es comprar en los viveros una planta "siempre que sea maderable, un árbol que le vaya a durar muchos años, que sea fuerte".
También se obtienen estos árboles por medio del acodo, un método artificial de propagación vegetal, que consiste en hacer posible la aparición de raíces, por medio del calor, de la humedad, de la tierra preparada y de incisiones o ligaduras en las ramas acodadas, formando nuevos individuos.
"Por ejemplo si usted tiene a la mano una veranera en casa, ya con el tronco grueso, le raspa un poco la corteza, lo pone en una funda plástica o una media nylon con tierra y en dos meses ya tiene la raíz. Luego de eso lo corta abajo y ya tiene su árbol para formar con un tronco bien grueso".
Otra manera es recortar un árbol. A veces en el campo hay especímenes que no han crecido en forma normal, al tamaño que corresponde y usted lo puede sacar de la tierra para sembrarlo en una maceta. Se debe luego vigilar su crecimiento y hacerles las podas hasta lograr un hermoso ejemplar.
Laura Gutiérrez afirma que su estudio suele recoger los árboles que desechan en las obras urbanas para, a partir de ellos, hacer estas 'obras de arte' llamadas bonsai.
"Nosotros los rescatamos y hacemos árboles bonsais con eso y así le damos una segunda oprotunidad de vida -subraya-. Eso es ser agradecido con la naturaleza".
Como Roca, Gutiérrez recuerda a la gente que un bonsai no se hace de la noche a la mañana. Puede tomar dos o muchos más años tener uno bien formado y a veces hay personas que no llegan a ver sus creaciones en todo su esplendor.
"Nosotros los occidentales queremos todo rápido, queremos hacer bonsais para ahora, para nosotros, no para nuestros hijos... peor para los nietos", apostilla Gutiérrez.