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Los bomberos de Quito se han convertido en héroes dentro del 'infierno'
EXTRA acompañó a un equipo de los bomberos para conocer cómo se vive un incendio forestal. Conoce lo que implica y los riesgos a los que se someten
El sargento Paúl Apolo se aleja de las llamas para tomar un respiro. Tiene los labios resecos y partidos. Su rostro está tiznado de negro por el humo y la ceniza. Se saca por un momento la mascarilla. Tose. Inhala algo de aire fresco. Cierra los ojos y piensa en sus dos hijos. Tiene que volver sano y salvo a casa. Se arma de valor y se interna de nuevo en el bosque para controlar las llamas con sus compañeros del Cuerpo de Bomberos. “Adentro es un infierno”.
(Lea también: Con baldes de agua, así tratan de evitar incendios forestales en Itchimbía, Quito )
Es su tercer día consecutivo combatiendo incendios forestales en la capital. Esta vez le tocó sofocar el fuego de un área boscosa ubicada al noroccidente de Quito, por el barrio El Armero.
Son dos hectáreas que arden en llamas. El acceso al lugar es complicado, pero aún así, 25 rescatistas cargados con una mochila con agua y el equipo contra incendios descienden la ladera ‘a patazo’, más de dos kilómetros.
El equipo logra frenar el siniestro y ahora deben enfriar con agua el terreno afectado para que no se vuelva a prender.
“Las personas que provocan estas desgracias ambientales deben ser sancionados”, enfatiza el sargento.
Apolo ayuda con sus últimas fuerzas. Sabe que luego de esta emergencia tendrá dos días libres en los que aprovechará para pegarse un caldo de gallina y recuperar energía para seguir combatiendo los ‘infiernos’ que amenazan a la flora y fauna de los espacios verdes, y la tranquilidad de los habitantes que viven por estas zonas de la capital.
Fuego provocado
El capitán Freddy Oña está a cargo de la operación y afirma que la emergencia fue controlada porque fueron alertados a tiempo para que no terminara en una tragedia.
Para el oficial, cada minuto es valioso en este tipo de emergencias forestales. “Lo ideal es que el bombero llegue a la línea de fuego, de lo contrario se puede descontrolar”.
Oña aclara que el 99% de estos eventos son provocados por la mano del hombre. Eso sí, según las indagaciones que se realizan luego de un incendio, se trata de determinar “si las personas que lo provocaron lo hicieron de manera dolosa o inintencionalmente”.
En septiembre de este año, según los datos de los bomberos, se han consumido 252 hectáreas de bosques, laderas y quebradas.
Con respecto a si los incendios podrían ser a causa del clima o de los desperdicios que existen en los bosques, desde los bomberos indicaron que en épocas secas las emergencias con fuego las dividen técnicamente en dos categorías: incendios forestales y quema de desechos.
El primero lo definen como una emergencia de fuego no controlado y que puede afectar a todo un ecosistema y sus alrededores.
Por otra parte, una quema de desechos es “el proceso de incineración controlada que trasforma los residuos sólidos urbanos en cenizas y gases, pero que sin control y cerca de áreas de laderas, quebradas o vegetación pueden ocasionar un incendio forestal”.
También especificaron que hace cinco años solían tener marcadas las temporadas climáticas en la capital (8 meses invierno y 4 verano) para tomar medidas preventivas; sin embargo, “por todo el daño ambiental prácticamente han ido cambiando y se tiene temporadas más largas de épocas secas”.
Riesgos inminentes
Según cifras que manejan los bomberos, en lo que va de septiembre de este año se han registrado 288 incendios forestales. En ese mismo periodo de tiempo, en 2022, se controlaron 140 emergencias de este tipo. Es decir, hubo un incremento de 140 emergencias (105,71%).
Esto ha provocado que los rescatistas trabajen doble jornada porque mientras apagan las llamas de un sitio se activa otro punto.
La capitán Verónica Toapanta siempre le escribe por WhatsApp a su hijo de 10 años antes de ingresar a un incendio forestal porque sabe que una emergencia de esta magnitud puede durar horas y extenderse por días. “Él me suele enviar mensajes de apoyo y de aliento y eso me motiva más”.
Toapanta, de 40 años, se hizo bombera porque le gusta ayudar a la gente y salvar vidas humanas y animales. Sin embargo, cuando existe un incendio, en ocasiones no se siente apoyada por la ciudadanía porque cree que le exigen sin darse cuenta “que somos seres humanos, que nos cansamos, que sentimos...”
La oficial añadió que en estas emergencias ellos deben caminar grandes distancias cargando un equipo pesado y al llegar a la zona cero -cansados, con poca oxigenación y riesgo de morir- recién empieza su trabajo. “Es sacrificada nuestra labor”.
Toapanta aseguró que, a más de estar en constante peligro de morir carbonizados, con el pasar del tiempo los bomberos desarrollan enfermedades en las articulaciones, en la garganta y en los pulmones. “La mayoría de nuestra vida profesional pasamos tragando humo”. Por eso enfatiza que es importante la recuperación física y mental luego de una jornada ardua de combatir con el fuego.
Cuando le llegan los días libres, la rescatista oriunda de Latacunga suele ir con sus dos hijos a las piscinas para desestresarse. Cuando quiere despejar su mente suele ir a un parque a caminar o a sitios donde exista naturaleza.
Ella y el sargento Apolo se encuentran cerca de un tanquero luego de sofocar las llamas que por poco consumen un bosque entero y antes de irse a las estaciones donde laboran se despiden no sin antes aconsejarse tomar bastante agua para recuperar los fluidos que perdieron al combatir el fuego.
Cazando pirómanos
El mayor Jorge Almeida, jefe de la brigada Centro Histórico, señaló que tras los fuertes incendios registrados en la capital se dispuso la activación del Comité de Operaciones de Emergencia (COE) para buscar una solución en contra de los pirómanos.
Una de las acciones fue crear puntos fijos y móviles en las zonas susceptibles a que se produzca un incendio forestal para que los rescatistas puedan prevenir una quema intencional y atrapar a los responsables.
El oficial también indicó que desde el Municipio de Quito, en conjunto con la Policía y la Comandancia de los Bomberos, se analiza un plan de recompensa para retribuir económicamente a las personas que denuncien a los pirómanos.
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