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La aventura para tomar el bus
A pesar de que este año se prevé que el Metro de Quito funcione, barrios periféricos están lejos de tener servicio de transporte público. El cabildo reconoce el estancamiento en este tema.
Amanece en la ciudad. Hay quienes corretean detrás de los buses para ir a ‘camellar’. Otros aguardan en las paradas a que llegue su unidad... Que aquellos son afortunados deben de pensar los habitantes de las zonas periféricas, porque para ellos el acceso al transporte público es -siempre ha sido- una travesía diaria: sortear caminos polvorientos, ‘chupar’ frío y enfrentarse con borrachos armados.
Algo paradójico en pleno siglo 21, y más cuando la capital de los ecuatorianos anhela, en este 2022, la inauguración del mayor sistema de movilidad del país, el Metro de Quito. Pero que, al parecer, solo beneficiaría a quienes residen en el núcleo urbano. ¿Cómo se aplaude (anhela ) esta megaobra sin siquiera tener las rutas de buses necesarias?
Fuente de Luz. Situado en el norte, este barrio es una especie de valle donde hay calles muy inclinadas y estrechas. Se camina. Se va en autos particulares, en ‘bicis’ o en motos. Porque buses no hay. Y nunca ha habido, como en el 15 % del territorio quiteño, un cálculo que hace Ricardo Pozo, secretario de Movilidad.
No existe un mapeo de sectores que estarían dentro de este porcentaje. Los estudios para ello recién se iniciarán en febrero. Mientras tanto, las travesías no terminan, y en esta época gélida se vuelven más arriesgadas. EXTRA acompañó a los ‘valientes’, porque así les toca, en su trayecto.
Humberto Chiza, con gorra de lana, sale de su casa apresurado. Son las 06:00. Sube una escalinata de 42 gradas a paso rápido. No se atrasa, aunque “nunca se sabe con el tránsito de la ciudad”, dice.
Con 50 años, el albañil cuenta cada minuto que pasa. Avanza por calles de las que no recuerda sus nombres. Ni siquiera hay señaléticas que adviertan dónde está. Solo sabe que su objetivo es la avenida Eloy Alfaro, donde pasa el bus que lo llevará hacia Carapungo, en el norte de la capital.
Sube. Camina. Respira fuerte. Van cuatro cuadras empinadas. Con él, otros vecinos también se clavan en esas vías cubiertas de neblina. Caminos fantasmales. Polvo. Hasta que la silueta del volcán Cayambe aparece, como una fuente de coraje para que continúe.
Cuando han pasado más de 15 minutos, se vislumbra la Eloy Alfaro. Entonces, ahí empieza otro peregrinaje: el de tomar una unidad. Aunque pueden parecer afortunados quienes viven cerca de las paradas, buscarse un espacio en la unidad es un reto, cuyo mérito gana valía, sobre todo, en la pandemia.
Inseguridad
Para salir de Fuente de Luz hay dos caminos más. Ambos más peligrosos que el que acaba de hacer Humberto. El uno es un chaquiñán de un metro de ancho que desemboca en un tramo diferente de la Eloy Alfaro. Y el otro, en cambio, llega hasta el barrio Comité del Pueblo.
Ir por allí sin luz es una propuesta arriesgada. “Ahí se esconden ladrones”, susurra Humberto entre el miedo y la denuncia.
Por los callejones que conducen al Comité del Pueblo transita María Paucar, también moradora del sector y exdirigente. Como esta vez se ha encontrado con otra vecina, las dos toman valor para ir por la senda más corta. Pero, como dice la canción de Los Diablitos, “los caminos de la vida no son como yo esperaba...”.
Solo al llegar a una esquina, ¡bronca! Tres indigentes se pelean entre ellos. Uno saca un cuchillo. Una mujer logra calmarlo. Enseguida, ‘vuelan’ de allí y dejan botado un camastro de cartón en el que durmieron. “Este es el panorama al que nos enfrentamos”, lamenta María.
Los callejones se han convertido en el hogar de personas sin techo y por lo general violentas, según la vecina.
El barrio tiene más de 30 años, está habitado por 140 familias y ya es legal. Aun así, no existe una línea de buses que los acerque. “Es también por el estado de las calles. Seguimos con caminos de tierra”, se indigna la señora.
Ella debe llegar a las 08:00 a la Villaflora, en el sur de Quito. Su trayecto, que ya tuvo un encuentro peligroso, le ha dejado los zapatos sucios y la adrenalina a tope. Y recién comienza. Demorará dos horas más en llegar a su destino...
Otros Medios
Ricardo Pozo, secretario de Movilidad, comenta que una de las razones por las que el 15 % de los barrios no tiene transporte urbano es por la topografía de las zonas. Es decir, la forma de los terrenos. Por ejemplo, en el barrio Hacienda Tenerías, en el noroccidente de Quito, sus habitantes lo saben bien, pues está ubicado en una ladera. Además, el camino es de piedra.
Iralda Guamán sale de su casa a las 06:30. Contrario a Humberto, ella debe bajar por una pendiente de tierra para llegar a la parada del único bus que llega, pero cada hora. Y esta problemática hace que despunte otra alternativa más efectiva: el transporte informal.
Por allí pasan camionetas y automóviles que cobran 50 centavos para conducir a los usuarios hasta La Roldós. “No tenemos de otra, porque ese bus, además, va muy lento y uno se atrasa”, dice Iralda mientras estira la mano para que una camioneta blanca se detenga.
El camino sinuoso toma, al menos, unos 15 minutos. Solo hasta llegar a La Roldós ha pasado media hora y su destino está en las avenidas Shyris y Gaspar de Villarroel, donde trabaja limpiando una casa.
Pozo menciona que hay sectores con poca demanda de transporte, razón por la que tampoco llegan los buses. “Se está viendo la posibilidad de que haya unidades más pequeñas para abastecer a estos barrios”, menciona.
La Hacienda Tenerías es un sector en desarrollo y aún se gestionan las escrituras de los 3.000 socios, de ellos, unos 500 ya viven allí. Iralda construyó su casa hace siete meses porque ya no quería pagar arriendo.
Estos detalles son los que estarían en los estudios que iniciarán el 2 de febrero, según Pozo. Se pretende que el Metro de Quito sea la columna vertebral del sistema de movilidad en la ciudad. Y que, según el funcionario, las frecuencias de buses alimenten al Metro de todas las periferias. Hasta tanto, las ‘aventuras’ en las ‘trochas’ continúan...
La movilidad
Una deuda de las administraciones
Ricardo Pozo lleva dos meses en el cargo de secretario de Movilidad y aunque es poco tiempo reconoce que esta es una deuda con los quiteños. Por ejemplo, la aplicación de la Ordenanza 017, en la que se determina la mejora del servicio de transporte y la reestructuración de rutas y frecuencias sigue en pausa.
“Es un proceso que ha tenido cuatro informes de Quito Honesto”, comenta.
Para ello es necesario, según Pozo, realizar una consultoría para el plan vial. Se iniciará el 2 de febrero y pretende evaluar el estado en el que se encuentra la movilidad en la urbe. Y determinar los sectores que aún no cuentan con este servicio.
Lamenta la situación, puesto que en años anteriores Quito ha sido la pionera en sistemas de transporte. “Hace 26 años se inauguró el Trole, es una de las mejores decisiones. Pero por intereses políticos la ciudad se ha quedado en ese año”.
Dato
3.082 buses tiene la capital para todo el territorio.