Exclusivo
Ciudad

Las ramas de los árboles cubren los focos de las luminarias, volviendo más oscura la zona. PERIODISTA : ROMINA ALMEIDA FECHA : 15/06/2021 Agencia (ag-extra)Freddy Rodríguez/EXTRA

Una oración por San Agustín... el parque

Sus alrededores son urinarios públicos y sitios frecuentados por drogadictos y asaltantes. Hasta el cura de la parroquia ha sido víctima de los pillos

Los moradores y trabajadores de los callejones y zonas cercanas al parque San Agustín, ubicado en el centro de Guayaquil, están en una encrucijada: no aguantan más ‘choreos’ y relajo en el lugar, pero temen dar la cara por posibles represalias.

Afirman que conviven con ‘vecinos’ indeseables: drogas, riñas y robos. De estos últimos, se han registrado 33, en lo que va del año, según el Servicio Integrado de Seguridad ECU 911, institución que indica que los viernes y sábados son los días con alta probabilidad de ocurrencia de pillaje.

Quienes viven en la zona expresan que desde las 18:00 no salen de sus departamentos por la peligrosidad. Los ‘camelladores’ igual, tratan de recogerse temprano para ‘no dar papaya’.

“Ni me asomo a la ventana. ¿Para qué? Para ver a hombres y mujeres drogándose y bebiendo. Tampoco descanso tranquila; las malas palabras y gritos son constantes, debido a las peleas que tienen ciertos grupos de jóvenes que pasan vagando en el callejón cercano al parque Centenario. Y qué decir de los olores. El hedor de la orina se fusiona con el humo de la marihuana”, cuenta María, habitante desde hace cinco años.

De día o de noche. El consumo de alcohol y de drogas es el pan de cada día en la zona.Jimmy Negrete /EXTRA

Señala que su familia no la visita por el miedo de que les roben y no quieren que los niños vean esas escenas.

‘Camello’ afectado

No solo los moradores se sienten desamparados, los trabajadores del sector, también.

“A todos nos han robado; a la panadería, cyber, mueblería. Prácticamente hay una banda que en las madrugadas ‘pela’ los locales. Asimismo están los ‘hacheros’, que se descontrolan y roban a todo el mundo”, indica José, dueño de un negocio, quien asegura que varios establecimientos se han vuelto en un búnker (construcción que se usa en las guerras para protegerse de bombardeos) o ‘minicárceles’.

“Hay grupos que hacen base en los callejones, en especial en el que está en la calle Primero de Mayo. Se reúnen a charlar sobre lo que van a hacer y ven los movimientos del sector, por eso aumentan los asaltos. Son personas de 20 a 30 años, nacionales y extranjeros, pero más venezolanos”, afirma José.

Algunos propietarios de locales indican que las ventas han bajado. “Los clientes prefieren ir a un lugar más seguro, antes que venir acá al dispensario de salud de la iglesia, la papelería, la mueblería”, manifiesta Andrea, trabajadora del lugar.

Hace ocho meses una mueblería clausuró una puerta por la cual entraron a robar.Freddy Rodríguez/EXTRA

“Aquí juegan al gato y al ratón. La Policía los corre y al rato regresan; nunca les hallan las drogas ni las armas porque las esconden ”, agrega.

La sensación de inseguridad está en todas partes, así lo experimenta Digna Arévalo cada vez que se para en las calles Luis Urdaneta y Pedro Moncayo para tomar un taxirruta que la lleva al cantón Durán. Dice que debe estar ‘once’ porque le pueden arranchar el celular.

Prostitución ‘tapiñada’

Pedro, quien reside hace 20 años cerca de la iglesia San Agustín, dice que si bien la zona “tenía su fama”, desde hace tres años se ‘fregó’ más.

“Con la llegada de los venezolanos se corrompió el sector. No se les puede ni llamar la atención porque se ponen más bravos y varios cargan puñales y andan en manada. Se ve de todo. Hay una muchacha que con bebé en brazos fuma marihuana, ni su hijo le importa”, expresa.

En diciembre pasado, Fernando Ortega, odontólogo del dispensario San Agustín, fue víctima de robo. “Estaba afuera con mi celular, alguien se me acercó a preguntar por los servicios del centro de salud y me sustrajo el teléfono. Lo empujé y en el forcejeo me rompieron la ceja. Eran un colombiano y un venezolano”, precisa.

Moradores indican que las riñas se dan por la lucha de poder por la venta de las drogas.

José menciona que los grupos de jóvenes que permanecen en los callejones cuentan entre sus filas con sexoservidoras, pero camufladamente, no tan evidente como lo que ocurre en el parque Centenario.

Así están las jardineras, sin sus estructuras metálicas. Las usan como basurero.JIMMY NEGRETE

Todo ‘chorean’

“Las jardineras del lugar tenían unos cercos metálicos, hasta eso se han llevado, me imagino que los venden para seguir consumiendo drogas. Y los árboles son la mejor escalera para sus fechorías. El año pasado trepándose a uno entraron a un salón de la Sociedad de Carpinteros. Allí alquilaban para quinceañeras y eventos sociales. Se llevaron televisores”, cuenta María.

Los compresores de los aires acondicionados que no están empotrados también se los roban, indica el dentista.

“Cuando el parque San Agustín pasaba cerrado se trepaban por las rejas y se llevaban los breakers y lo dejaban a oscuras. Se llevaban los alambres de las luminarias”, revela María, quien considera que la opción para volver un poco segura la zona es hacerla calle de nuevo o contar con policías fijos. “La intención de estos sitios era que sean disfrutados por la comunidad, pero sirven más para los antisociales, drogadictos y borrachos”, opina.

Hasta el cura ‘marchó’

Hace un año, Wilson Malavé, el párroco de la iglesia San Agustín, también ‘pagó piso’. En los exteriores del templo le ‘chorearon’ el celular.

El clérigo lleva nueve años en la parroquia y dice que todo era tranquilo. “Teníamos a los borrachitos de siempre, de vez en cuando un robo, pero llegaron los hermanos venezolanos y se armó el problema”, precisa.

A él le gusta rehabilitar y ha invitado a algunos a ser parte del plan de Alcohólicos Anónimos. “No hay que temerles, sino trabajar con ellos. Pero, ¿cómo cambiar la mentalidad de quien todo lo quiere fácil? Una vez les dimos kits para cocinar con alimentos y olla, que nos donó la Cruz Roja; la mayoría los vendió, incluso uno fue a comercializarlo a la misma institución que hizo la contribución”.

Los bancos del sitio sirven para la buena ‘ruca’ de aquellos que viven en condición de calle.EXTRA

Malavé quiere rescatar estos espacios. Propone hacer bailoterapias y más actividades. “A mí me gusta actuar y trabajamos con la Policía. Con el Municipio perdí la esperanza, puro cuento”, finaliza el párroco.

Sus feligreses le agradecen su preocupación por la zona. “De no ser por él, no hubieran sacado hace un par de meses a los ‘quioscos-moteles’. Una persona rompió el candado de uno de estos puestos y puso el suyo. Entraba y tenía relaciones sexuales”, narra José.

El municipio debe empoderarse

El consumo de estas sustancias causa una conducta agresiva. Quien cayó en drogas y no tiene cómo conseguirla puede asaltar y cometer algún delito mayor contra la integridad de alguien, dice el coronel Fernando Vaca, jefe del Distrito 9 de Octubre.

“Se puede privar de la libertad en dos circunstancias: delito flagrante (con las manos en la masa) u orden de autoridad competente (boleta de captura requerida por una autoridad). Un policía no puede llegar y detener a alguien parado en esa esquina, eso no es delito ni infracción”, sostiene el uniformado, quien opina que el Cabildo tiene que empoderarse 100 % de la vía pública.

“El Municipio debería tener una ordenanza de recuperación de áreas públicas y a la vez una sanción para una presunta infracción, en la que se estipule qué tipo de penalidad se aplicará a quien incumple el uso de zonas públicas. Así como retira a los vendedores informales en la Bahía, acá deberían mandar a los municipales”, indica Vaca. 

Los efectos del olor de la marihuana

Sobre la presencia de consumidores en el sector, el coordinador general de Fumcorat (Fundación Médica contra el Ruido, Ambientes Contaminantes Adicciones y Tabaquismo), Francisco Plaza, explica que el humo de la marihuana en los consumidores pasivos genera ansiedad, reacciones de pánico, cambios bruscos de ánimo, afecciones a las vías respiratorias, tos, dolores de cabeza, problemas de concentración y más. “Estos síntomas pueden durar de dos a cuatro horas, luego de la inhalación. Son similares a los que presentan los consumidores directos, pero en menor grado”, puntualiza el médico, quien incluso indica que de aspirar por mucho tiempo ese olor podría desarrollarse una adicción.

Datos:

  • En los alrededores del parque San Agustín hay 436 botones de seguridad activados, según el Distrito de Policía 9 de Octubre.
  • El cerramiento del parque se hizo en la administración municipal de 1997.
  • La obra de regeneración urbana en donde antes era la calle 6 de Marzo desde Luis Urdaneta hasta Víctor Manuel Rendón, conocida actualmente como La Alameda San Agustín, se ejecutó en 2010.
"Ellos me conocen y respetan. A algunos les he quitado el alcohol y la marihuana que consumen. Me dicen ‘papá Wilson’ porque trato de ayudarlos”.Wilson Malavé, párroco de la iglesia San Agustín
Los transeúntes cruzan la zona con gran cautela, para no ser sorprendidos por los 'choros'.Jimmy Negrete /EXTRA
“La abstinencia los impulsa a ser más violentos. Esta problemática debe ser una política de gobierno. Debe existir un marco legal para que la policía pueda actuar”.Coronel Fernando Vaca, jefe del Distrito 9 de Octubre