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Antena impedirá que indígenas shuar viajen para entregar tareas virtuales
Con la llegada del servicio de Internet, los estudiantes de Río Limón tendrán más posibilidades de investigar y cumplir sus tareas a tiempo.
Desde que la pandemia llegó a Ecuador, Renzo Calle seguía sus clases en un computador alquilado con Internet, un servicio que hasta hace poco más de una semana no llegaba a Río Limón, una comunidad de indígenas shuar.
Cuando la fortuna le sonreía a la familia Calle, Renzo podía pagar los dos dólares que le cobraba una camioneta para trasladarlo hasta Bucay, en la provincia de Guayas (suroeste), la localidad más cercana a su vivienda.
En Río Limón "estábamos un poco abandonados ya que no teníamos acceso a internet porque aquí el 80 % no usa la tecnología", cuenta Calle, un indígena shuar de 16 años.
Vecina de Calle, Rosa López veía acumularse en su modesto celular las imágenes de las tareas de sus tres pequeños hijos que debía mandar a los profesores.
Tras la decisión, los estudiantes pasaron a recibir las clases de manera virtual, pero no todos han podido acceder a ellas. Al menos un millón de estudiantes no tiene conexión a internet, según el ministerio de Telecomunicaciones.
"Iba a un ciber (local de alquiler de computadoras) o a preguntar a otras mamás qué tocaba hacer y ponerme de acuerdo con ellas" para mandar las tareas, dice López.
CUESTIÓN DE DERECHOS
El internet gratuito llegó a Río Limón, un asentamiento de indígenas shuar que migraron desde la Amazonía hace unos 70 años, con un programa de la Prefectura del Guayas para dotar del servicio a comunidades rurales.
"Es cuestión de derechos, que ellos accedan a conectividad, a educación inclusiva, rural pero de calidad, pero que a su vez su cultura ancestral se conozca en el mundo" a través de internet, comenta Susana González, prefecta del Guayas.
En medio de humildes casas hechas con ladrillo y madera, se alza en el corazón de Río Limón la antena de 30 metros de altura que provee de internet gratuito a la comunidad compuesta de unas 35 familias, dedicas al turismo y la agricultura.
Federico Calle, de 39 años, pensó que no podría gozar del servicio de internet en su comunidad. Hoy se muestra "sorprendido".
Renzo, uno de ellos, asegura que esa antena cambiará su vida.
"Ahora cambia mucho. Ya no vamos a salir al pueblo a coger señal, sino que aquí ya tenemos internet y vamos a tener más posibilidades de poder investigar", comentó.