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Crimen en Arenillas: 30 horas antes de las 89 puñaladas
Paúl, el mejor amigo de Javier Viteri, asesinado en Arenillas, desmenuza los momentos previos al crimen que conmocionó a la comunidad.
Un día antes de que lo mataran, Javier Viteri despertó temprano para ir al consultorio de su prima Vanessa, donde colaboraba como auxiliar de odontología. Ese martes, al concluir su trabajo a las 16:00, el joven gay –alto, sonrisa amplia– fue hasta la casa de su mejor amigo, Paúl, en Arenillas (El Oro). Entonces, ya había chateado con el que se convertiría en el sospechoso de apuñalarlo 89 veces. Pero aún le quedaban 30 horas de vida… Y en el mes que se celebra el Orgullo LGBTI, Paúl reconstruye para este Diario esos últimos momentos “felices” de Javier, como un homenaje, y porque el caso ha permitido desplegar una ‘bandera blanca’ como símbolo de un ‘alto’ a los crímenes contra la comunidad.
Esa tarde, la del 26 de mayo, Javier estuvo planificando la fiesta sorpresa para Paúl por su cumpleaños 26. Casi a hurtadillas, improvisaba los detalles con otro amigo en común. Después, y como de costumbre, se sentaron a jugar cartas. “Él era fanático y siempre ganaba”. Picaron papitas. Conversaron de cualquier cosa. Menos del hombre con el que Javier estaba escribiéndose por Facebook para luego concretar una cita. Quizás porque temía que Paúl se enojara. “Yo le decía que no podía verse con nadie para evitar los contagios”, recuerda.
Los dos habían estrechado una gran amistad hacía unos años. Antes de la cuarentena iban al cine o de paseo, como esa vez que llegaron al río Santa Mariana. “Reímos”. “Nos bañamos”. “Para mí era un sobrino más; era como un niño”, dice Paúl.
De Javier, nacido en Machala hace 22 años, sabe mucho. Que estudiaba Medicina en Cuenca. Que dejó la universidad por “problemas con su familia”. Que sus primas y tías siempre lo apoyaron. Que regresó en diciembre de 2019 a Arenillas. Que luego decidió rentar su propio departamento. Que quería aprender maquillaje y cocina. Que tenía un “amor imposible”. Y que su gran inspiración era Tota, su abuela.
Con 85 años, Rosita Bravo –cabello gris, piel canela– fue el ángel de la guarda de Javier. Cuando niño, sus padres viajaron a España a trabajar y quedó al cuidado de Tota, como la llamaba. Creció con ella. Fue su escudo y su mejor defensa… Paúl recuerda que su amigo siempre le hablaba de su abuelita. Le decía que soñaba vivir con ella y que últimamente se olvidaba de algunas “cositas” y de algunas personas. “Pero a él siempre lo tuvo presente”. Y también quería conocer a Paúl (pero no fue sino hasta el entierro de Javier cuando su mejor amigo la pudo ver por primera vez).
Ese último martes que se juntaron, al caer la noche Javier se despidió con mucho cariño. Lo abrazó. Le dijo que pronto regresaría para cocinar algo. Se fue a su casa, a unas cuadras de allí, y se perdió a lo lejos. Nunca más volvió…
El crimen
Al día siguiente, el 27 de mayo, Javier fue a su trabajo y, al terminar, regresó a casa. Para entonces ya había pactado una cita –y sin siquiera imaginarlo, una sentencia de muerte– con el hombre de Facebook.
—Sí, a las 10 (te veo), escribió el sujeto.
—Ya, está bien. Te espero, le respondió Javier.
—Pero ¿dónde vives?
—En las cinco esquinas, ya te mando la ubicación en la noche. Y así lo hizo, según el abogado del caso, Michael García.
En su departamento, a las 22:00, Javier jugaba PlayStation con tres amigos –entre los que no estaba Paúl– aguardando la llegada de su cita. En un momento les pidió que se retiraran mientras recibía a aquel hombre. Ellos se apostaron en un portón de modo que veían quién entraba y quién salía.
El criminal pasó al domicilio. En 40 minutos apuñaló 89 veces a la víctima. Y se fue. Más tarde arrestaron al sospechoso, Hilmar Corozo, un conscripto del Batallón Fuerte Militar Arenillas, en el cuartel. Descubrieron dos condones y un cuchillo en la casa de Javier, y a él ensangrentado y con los calzoncillos abajo (ver infografía).
Cuando todo esto pasaba, Paúl, su mejor amigo, miraba una novela. De repente, sonó el teléfono y del otro lado de la línea un vecino le dijo: “Ayúdame a contactar a la familia de Javier porque lo acaban de matar”. Se puso nervioso. Lloraban. Salió corriendo al lugar y solo entonces se “chocaba con la realidad”.
García explica que posteriormente los amigos-testigos reconocieron al sospechoso. La Fiscalía empezó una investigación por asesinato. La Defensoría del Pueblo rechazó los hechos de “extrema violencia”. El Consejo Nacional para la Igualdad de Género mostró su preocupación ante “la falta de debida diligencia por parte de la Fiscalía, al formular cargos por asesinato (...) lo cual invisibiliza las características particulares de la víctima (Javier) y la posible motivación que pudo causar la infracción penal por odio”
García, además, enfatiza que tampoco ha recibido ningún pronunciamiento de las Fuerzas Armadas ni del cuartel al que pertenecía el presunto agresor.
Michael García
Abogado
Ataques contra la comunidad
El crimen de Javier Viteri se difundió a través de las redes, en los medios de comunicación. Incluso en algunos portales internacionales. Pero no ha sido el único en lo que va de 2020.
El 8 de mayo, Santos, un hombre gay y estilista de 64 años, fue golpeado hasta la muerte. Unos días después, el 11 del mismo mes, Estrellita, una mujer trans, fue apuñalada en su casa y el autor huyó. Y quizás haya más. Pero desde las organizaciones LGBTI aún no se ha levantado una base de datos este año. Sí hay un informe –de Asociación Silueta X y Runa Sipiy Ecuador– de 2019 que desvela 16 asesinatos:12 mujeres trans y 4 hombres gais.
Para Diane Rodríguez, directora de Asociación Silueta X, ahora “el caso de Javier, que ha causado conmoción, representa una lucha, no un celebración, sino una conmemoración y una exigencia de que sin justicia no hay orgullo. De qué nos vamos a sentir orgullosos, de que nos maten, de que no podamos circular libremente”.
Paúl, su mejor amigo, exclama –casi como un ruego– lo siguiente: “Yo quisiera que estos casos se pudieran evitar”. La muerte deja pendientes. Y el de Javier fue convertirse en un médico de este país. Ese siempre fue su mayor sueño.
LA ENTREVISTA
Emilia Gruezo Baldeón / psicóloga clínica.
1. ¿Cuándo se produce un ataque de odio contra un integrante de la población LGBTI?
No puedo decir con exactitud una causa específica. El rechazo hacia la comunidad LGBTI+ es multicausal; sin embargo puedo mencionar que una de las posibles causas es la existencia de una relación de poder que es de cierta manera ‘imaginaria’ o ‘inconsciente’.
2. ¿Cuál es el perfil de una persona que siente odio a esta comunidad?
Entre las características podemos encontrar una o varias de estas: falta de tolerancia, de empatía, de respeto; narcisismo; manipulación; hay personalidades agresivas en general. Es importante destacar que las características que menciono tienen escalas de intensidad que se mejoran o agravan con las experiencias de vida o el ambiente en el cual se desenvuelve una persona.
3. ¿Ha provocado esto la misma sociedad?
Sí, rotundamente sí. Vivimos en una sociedad (local, nacional, mundial) que no termina de aceptar lo diferente o fuera de lo tradicional. Y no solo eso, sino que de cierta manera se incita al odio de aquello que es diferente.