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Los panas trabajando para buscarse el sustento diario.Gustavo Guamán

Los 3 mosqueteros del ‘bajo mundo’

Un grupo de amigos quiere ‘reciclar’ su pasado de drogadicción para recuperar a sus familias y tener un mejor estilo de vida. Aquí su historia.

Todos para uno y uno para todos. El significado de este lema que inmortalizó a los tres mosqueteros, personajes de la novela del francés Alejandro Dumas, se evidencia en cada escenario de esta historia. Por la amistad, por la camaradería, por los abrazos, por las caídas. Por la esperanza de rescatar su vida de las drogas...

Sin embargo, los protagonistas de este reportaje no son expertos espadachines ni portan un peligroso mosquete (arma de fuego). Ellos apenas tienen escobas.

Tampoco escoltan a ninguna familia real europea, ni viven en un lujoso castillo. Ellos se visten con lo que les regalan los vecinos y duermen en una propiedad abandonada que está en La Mena 2, o como ellos le dicen, ‘La Mena York’, en el sur de Quito. En ese lugar antes funcionaba una iglesia, pero ahora es su hogar. Su vivienda. Su reinado del ‘bajo mundo’.

Jorge Guzmán, Edwin Albán y Andrés Moreno son recicladores. Reciclan plástico, reciclan papel, reciclan botellas… Reciclan su vida. Los jóvenes quieren desechar su pasado lleno de alcoholismo y drogadicción. Pretenden convertirse en mejores personas para volver con su familia.

Los recicladores también realizan trabajos de pintura y albañilería.

La realeza del sur
Los jóvenes realizan sus labores de reciclaje desde las 07:00 hasta las 18:00.Gustavo Guamán

Jorge, o el Conejo, como le dicen sus compañeros de calle, es el primero en levantarse. El joven, de 28 años, se acostumbró a madrugar cuando trabajaba como guardia de seguridad. Antes de caer en el mundo de las drogas. Antes de separarse de sus dos hijas.

El Conejo tenía dos fotos de ellas en un pequeño bolso que guardaba con mucho recelo, pero le robaron hace dos semanas mientras reciclaba material de la calle. “Ellas son la razón para levantarme cada día”, comenta.

El joven arregla y barre el ‘castillo’ por las mañanas. Este no está decorado con grandes cuadros de la Edad Media. Sus paredes están llenas de grafitis que fueron pintados por otros jóvenes que hace algún tiempo, cuando el lugar dejó de ser una iglesia y se convirtió en un centro juvenil, también se propusieron dejar los vicios por el arte.

8 kilómetros recorren los chicos para reciclar.

Mientras el Conejo canta un poco, Edwin, alias Can, tiende la cama, que fue improvisada con una mesa de ping-pong y un colchón regalado, en la que duermen los tres. Por su parte, Andrés, a quien le dicen Malcriadito porque se enoja con frecuencia, le pasa un trapo a la mesa de comedor que construyeron con la otra mitad de la tabla de ping-pong. Revisa en un pequeño armario las cosas que les regalaron la noche anterior y prepara la comida. Ellos no se alimentan con carne de caza como la antigua nobleza. Esta vez desayunan café con cachitos y unos pedazos de cuero.

Preparan los costales, las fundas de basura y los cartones para reciclar. Se ponen sus mejores trajes. No aquellos que usaban los personajes de Dumas, con hilos de plata y decorados con pasamanería dorada. El uniforme de los jóvenes de la ‘Mena York’ son prendas donadas.

Gladys Figueroa, una de las fundadoras del sector, vive junto al ‘reino’ de los mosqueteros. La mujer, de 78 años, quiere conocerlos para regalarles ‘alguito’. Ella sabe de su existencia porque los jóvenes antes vivían en un potrero que queda detrás de su vivienda. “Dormían debajo de unas gradas, cerca de la quebrada”.

Alias Can lo confirma y añade que dejaron ese lugar hace tres meses porque la lluvia y las ratas eran un problema constante. Además, los árboles cercanos se estaban cayendo y “podíamos haber terminado bajo tierra”.

En este lugar vivían los tres jóvenes antes de volverse recicladores.Gustavo Guamán
"Los chicos son buenos. No sé por qué hay vecinos que los discriminan. Ellos quieren cambiar y hay que darles la oportunidad”.Jorge Escobar,
morador

Un cambio de vida

Los mosqueteros recorren más de 8 kilómetros diariamente y buscan en más de 50 contenedores de basura. No se mueven en carruajes impulsados por caballos, sino que andan ‘a pata’. Inician sus labores en la calle Cristóbal Enríquez y culminan en la avenida Teniente Hugo Ortiz. Atraviesan los barrios de la Mena 2, la Biloxi, la Ajaví, la Isla, Santa Rita y Solanda.

Cada paso que dan es un impulso para llegar al objetivo de dejar las drogas y volver con su familia. Ellos no se sienten mal por abrir tachos de basura ni exponerse a enfermedades como la tifoidea o la mismo COVID. Piensan que están pagando lo malo que hicieron en el pasado.

Los tres mosqueteros robaron en locales, a los vecinos del barrio e incluso a sus propios padres, para conseguir plata para una dosis de bazuco o de cocaína. En esos ajetreos fueron apuñalados, baleados e incluso Malcriadito fue arrojado a una quebrada porque pensaron que estaba muerto luego de haberle propinado una golpiza.

Cuando no salen a reciclar, los tres mosqueteros juegan cartas, desarman juguetes o leen libros reciclados.Gustavo Guamán

Por todo esto, cuando se volvieron recicladores nadie les creía en el barrio. Se acercaban a los negocios para pedir cartón o plástico y los rechazaban. “¡Vagos! Vayan a trabajar”, les decían. Pero no se desanimaron. Aprendieron a vivir con ello y lo hicieron bien.

Se volvieron autodidactas, mecánicos de carros de juguete y expertos en juegos de mesa, gracias al reciclaje. Los jóvenes aprovechan los libros y folletos que reciclan para leer y aprender. El Can menciona que conoce un poco más de la historia ecuatoriana luego de haber leído un libro escolar.

6 barrios son parte de la ruta.

En cambio, el Conejo menciona que ha aprendido a restaurar carros a control remoto. En una ocasión desarmó uno de estos que no funcionaba y lo volvió a armar. Cuando salió a la calle a jugar con él, una vecina le preguntó si estaba en venta y ganó un poco de dinero.

Ahora intentan aprender a jugar ajedrez, pero les falta completar las piezas. Cuando encontraron el tablero en un basurero de Solanda, solo había un par de peones y los alfiles dentro del mismo. También son buenos jugando 40 o ‘rummy’. Cuando lo hacen, apuestan el pan o el cachito que les regalan.

En estos últimos días han estado colaborando con el vecino Jorge Escobar, quien va a cambiar su tienda por un restaurante. Cuando vio al trío de recicladores les pidió que lo ayudaran a sacar las cosas y traer otras. “Yo les conozco de años. Se perdieron en el camino de las drogas, pero ahora los voy a apoyar en su cambio”, promete.

El hombre les regaló víveres para que puedan comer durante varios días y algo de ropa.

Cuando terminan sus labores, cerca de las 18:00, los tres mosqueteros del bajo mundo guardan sus armas de limpieza, se reúnen en un altar improvisado con tablas triplex, prenden una vela, agradecen a Dios por un nuevo día de reciclaje y descansan.

Los vecinos de la Mena 2 suelen ayudarles con víveres o comida todos los viernes.Byron Castillo

El ‘Castillo Real’
Ellos no sirven al rey Luis XIII, sino a los vecinos de seis barrios del sur capitalino, quienes iniciaron una campaña para reubicar a los chicos. Su intención es ayudarles a reunir material de reciclaje para que con el dinero que obtengan con su venta puedan arrendar un espacio.