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Conoce la historia de los edificios brutalistas de GuayaquilFRANCISCO FLORES

Edificios brutalistas de Guayaquil: un vistazo a su influencia y transformación

El brutalismo llegó a Guayaquil como un símbolo de progreso y funcionalidad

La arquitectura brutalista, caracterizada por su uso del concreto expuesto y la geometría pura, se consolidó en la segunda mitad del siglo XX como una respuesta funcionalista a las necesidades urbanas. Este estilo, aunque más predominante en otras ciudades latinoamericanas, dejó su marca en Guayaquil, sobre todo en varios edificios públicos e institucionales. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos de estos edificios han sido modificados, perdiendo su esencia original.

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“El brutalismo en Guayaquil se encuentra ‘tropicalizado’, combinando materiales y formas adaptadas al clima de la ciudad”, comenta Gilda San Andrés Lascano, arquitecta y docente de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG), además de directora del Laboratorio de Crítica Arquitectónica y Urbana. La adaptación al entorno se reflejó en los materiales y las formas de estos edificios, diseñados para enfrentar las altas temperaturas y la humedad de la ciudad.

Ejemplos clave de brutalismo en la ciudad

Algunos de los principales ejemplos de la arquitectura brutalista en Guayaquil incluyen la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UCSG, la Biblioteca Municipal de Guayaquil y el edificio Mecanos, ubicado en la Avenida de las Américas. Estas construcciones, que datan de las décadas de 1970 y 1980, presentan la estética brutalista con estructuras de concreto expuesto y volúmenes masivos, elementos que definieron la época de modernización que vivía la ciudad.

Sin embargo, a medida que pasaron los años, muchos de estos edificios fueron objeto de remodelaciones que alteraron su diseño original. “En muchos casos, las remodelaciones han cubierto el concreto con capas de pintura o revestimientos modernos, diluyendo la esencia brutalista”, explica Ana María Arcos, arquitecta y docente de la Universidad Especialidad Espíritu Santo (UEES).

Las edificaciones de los años 70 son consideradas brutalistas porque muestran el desarrollo económico y sociaFRANCISCO FLORES

El brutalismo como respuesta al clima de Guayaquil

Más allá de una elección estética, el brutalismo en Guayaquil también fue una respuesta práctica a las condiciones climáticas de la ciudad. El concreto, al tener una alta masa térmica, ayudaba a regular la temperatura en un clima cálido y húmedo. Además, los grandes volúmenes y terrazas proporcionaban sombra y ventilación, permitiendo una circulación de aire que aliviaba la pesadez de la arquitectura brutalista clásica europea. “Aquí se incorporan elementos como sustracciones en los edificios y espacios abiertos que permiten la circulación del aire, suavizando la pesadez característica del brutalismo europeo”, señala San Andrés.

Aunque el brutalismo jugó un papel clave en la modernización de la ciudad, su percepción ha cambiado con el tiempo. Durante la crisis económica de los años 80, muchas de las estructuras brutalistas fueron renovadas con materiales más ligeros como vidrio y aluminio, buscando una estética más comercial. “El brutalismo pasó a percibirse como monótono y obsoleto, lo que llevó a intervenciones que han desdibujado su identidad”, lamenta Arcos.

Desde la mirada ciudadana, estos edificios no siempre han sido apreciados. A menudo se les percibe como fríos y poco atractivos, lo que ha motivado su alteración o demolición. Sin embargo, pocos guayaquileños conocen la historia detrás de estas construcciones, que en su momento representaron el progreso y la modernización de la ciudad. “Estos edificios fueron el reflejo de una época en la que Guayaquil buscaba consolidarse como un centro económico y educativo clave en el país”, recalca San Andrés.

Comparativa con el brutalismo latinoamericano

A nivel latinoamericano, el brutalismo dejó una serie de ejemplos icónicos, como la Universidad Central de Venezuela y el Congreso Nacional de Brasilia. Sin embargo, el brutalismo en Guayaquil adoptó una forma más contenida y funcional, enfocándose en integrar los espacios urbanos y educativos de manera más práctica. “El brutalismo aquí no alcanzó la monumentalidad de otras ciudades, pero sí influyó en la forma en que se concibieron los espacios institucionales y educativos”, detalla San Andrés.

El mayor desafío actual es la preservación y valoración de estos edificios como parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad. Desde el ámbito académico y cultural, se han impulsado diversos proyectos para rescatar la historia del brutalismo en Guayaquil y evitar su desaparición. “Estamos trabajando con el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural y el Ministerio de Cultura para documentar y difundir la importancia de estos edificios”, concluye San Andrés.

Si Guayaquil aspira a fortalecer su identidad arquitectónica, es fundamental que los ciudadanos, las autoridades y el sector académico se unan para proteger estos inmuebles. Así como el casco histórico de la ciudad ha sido reconocido y valorado, el brutalismo también debe ser considerado como parte integral del relato urbano de Guayaquil. En un contexto donde la modernización parece borrar el pasado, surge la pregunta de si aún hay espacio para el respeto y la conservación de la historia arquitectónica de la ciudad.

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